ENFOQUE PORTADA

Estamos frente a un final de ciclo

Por Ubaldo Roberto Domingo – CPN – Asesor económico, financiero y Pymes locales – Especialista en Sindicatura Concursal  ////

Podrá advertir el lector, frente a la catarata de información de tipo económica a la que es sometido, que los indicios no son para nada buenos.

Muchas veces, recién se advierten los problemas, cuando pasamos por un supermercado, o percibimos que el fin de mes es una fecha muy lejana y que el dinero no alcanza, o vemos la cotización de la divisa norteamericana, o nos vemos sorprendidos por el precio de la factura de la energía o el gas.

Además, la aceleración del fenómeno inflacionario perjudica más profundamente a los sectores de ingresos fijos, asalariados y jubilados, que observan con angustia, como sus salarios retroceden frente a los precios.

Es que, frente a la insistencia de nuestra obtusa clase dirigente de persistir en un modelo agotado, los ciclos son cada vez más cortos, antes de producirse una crisis grave, y entonces sí, cuando la realidad los alcanza, reevalúan.

Es que el modelo populista (defino populismo a quien antepone el hecho social al hecho económico, es decir, aquel que pretende distribuir sin crear primero la riqueza, aquel que privilegia el consumo por sobre el ahorro, aquel que destruye el capital), se encuentra terminado, es más, no hay ensayo populista sostenible, sin billetera.

Recursos.

El dilema es que, del otro lado, se encuentra el monetarismo liberal que pretende ajustar, camino que es imposible, ¿Por qué?

Sencillo, en épocas anteriores, cuando las políticas económicas pendulaban del populismo al monetarismo liberal, no existía la pobreza estructural que hoy tenemos.

Para hacer un recorrido rápido de lo que nos ocurrió a los argentinos debo contarles que el ensayo populista post crisis 2001, estaba totalmente agotado en 2009, allí se le ocurrió al ministro Amado Boudou, apropiarse de los fondos de las AFJP, dinero que en días, se consumió para sostener un déficit fiscal ya escandaloso.

Desaparecido esos fondos, la entonces presidenta CFK observó que teniendo la máquina de imprimir billetes, era posible sostener un tiempo más al insaciable monstruo fiscal.

Entonces, se financió con ese recurso. Como creó tanto dinero sin su correspondiente contrapartida en bienes, comenzó a darse el fenómeno de que hay tanto dinero (dinero fiduciario, dinero papel), que nadie lo quiere.

Comienzan a absorber todo aquel dinero con lo que se conoce como Pasivos del Banco Central “remunerados”. Esto es, mediante bonos y pases, (Lebac, Nobac, Leliq, Legar, Lemin, Notaliq), que pagan tasas de interés que no se pagan en ningún otro lugar del mundo, “esconden” temporalmente esas increíbles cantidades de pesos pero a un costo descomunal. (Esta bola de nieve alcanza a Junio 2022 5.9 billones de pesos, o lo que es lo mismo es 1.55 la base monetaria, es decir supera en la mitad todo el dinero que circula en la economía Argentina y los bancos).

Antecedentes.

Lo narrado hasta aquí, si el lector ha tenido la paciencia de continuar, solo es para advertir que, la última experiencia donde se recurrió a este tipo de remedio, fue en la década de 1980 y terminó con el Plan Bonex (Final de ciclo).

Es que, cuando quienes tienen aquellos bonos comienzan a percibir que por más que el ministro de economía de turno eleve las tasas de interés para tentarlos, le sostienen la confianza primero, a plazos más cortos, 180 días, luego a 90, 60, 30 y luego 15, (algo muy parecido a una cuenta regresiva), para luego escaparse a oportunidades más seguras, como puede ser el dólar.

Ocurre que, una de las características de estos procesos es la aceleración de la velocidad con que rota el dinero, ¿Por qué? Porque nadie quiere ese dinero, ya no representa una de las características del mismo que es medio de ahorro y referencia del valor de las cosas. Entonces, todos nos desprendemos rápido del billete. Eso acelera su circulación. Solo basta recordar, el triste caso de la hiperinflación del Presidente Alfonsín donde los plazos fijos se renovaban diariamente.

Nos encontramos entonces, todo lo indica, frente al epílogo de un ensayo terminado hace mucho.

La buena noticia es que hay una oportunidad de cambio de modelo. Porque una vez más se impone aquel principio de que solo un idiota puede esperar resultados distintos haciendo siempre lo mismo.

Futuro.

¿Qué debe hacerse?

Objetivo prioritario: el desarrollo de la economía. Deben eliminarse todos los controles burocráticos que pesan sobre nuestra economía y la asfixian (salarios, tipo de cambio, tarifas y precios).

Debe reducirse y desburocratizarse la carga fiscal. Solo así puede reestablecerse el núcleo de la inversión, este paso lo sabemos, traerá como paradoja un reacomodamiento necesario de todos los precios de la economía, ello trae aparejado el seguimiento del salario para que no pierda poder adquisitivo, el cual se encuentra muy deteriorado).

Solo el salario asegura el crecimiento del mercado interno.

Debe protegerse la producción nacional con todas las herramientas e instrumentos de todo lo que puede y debe producirse en nuestro suelo.

Debe atacarse frontalmente los dos problemas que tiene nuestra economía el sector público y la estructura productiva, ambos tienen la característica de ser interdependientes y no pueden atacarse individualmente.

Por un lado, solo reduciendo sustancialmente el gasto público improductivo es posible modificar la estructura productiva y por el otro lado, solo modificando la estructura productiva es posible reducir el gasto público improductivo.

Si y solo si con un sector público adecuado, atacando el déficit es posible hacer el cambio. Nos dirán, ese camino presenta muchos problemas de difícil solución…. ¿Y los problemas que tenemos hoy no son suficientemente dolorosos?