ENFOQUE PORTADA

Estabilizar, ¿Para qué?

Sergio Dellepiane – Docente ///

El desarrollo y la implementación de los planes de estabilización económica parten de reconocer que el rumbo país, considerado normal para una determinada época, se ha desestabilizado. Sin la aceptación de esta premisa elemental no existirá posibilidad ni alternativa de modificar absolutamente nada; de modo coherente, consistente y, sobre todo, estable.

Por lo general, cualquier plan de este tipo comprende una reestructuración ordenada y coordinada de la vida en común, a través de medidas que afectan, de uno u otro modo, el quehacer político, económico y social de toda comunidad organizada. Su objetivo principal no es otro que el de corregir los desequilibrios macro detectados pues han trascendido los límites de lo razonable y, por lo mismo, escapan de las correcciones coyunturales intentadas. Se busca retornar al cauce normal dentro del esquema vigente o, en su defecto, hacer una transición ordenada hacia otro modelo que se pretenda implementar.

Entre sus infaltables componentes se incluyen medidas dirigidas a controlar la inflación, garantizar una cierta actividad entre la oferta y la demanda, aplicar regulaciones concretas relacionadas a la masa monetaria y que impacten en la dinámica del empleo/desempleo, del crecimiento/estancamiento en cuanto al desarrollo, y a la movilidad o no de los precios relativos internos. Por lo mismo, se convierten en procesos extensos, arduos y desgastantes pues exigen esfuerzos y sacrificios, tanto individuales como colectivos que abruman y desaniman, ya que sus efectos no se visualizan rápidamente.

Ningún proceso de este tipo omite las intervenciones sobre la política fiscal ni sobre el gasto general del estado, habida cuenta que el síntoma que refleja el retroceso nacional manifiesta un notorio desequilibrio entre los ingresos genuinos y los egresos exigidos.

Etapas.

En un estudio de reciente publicación (4T – 2021), el FMI relevó 51 casos de países que transitaron un proceso de estabilización a partir de “… una inflación del 40% anual en promedio en los dos años previos a la estabilización, haber caído como mínimo a un cuarto de su PBI real en el año de inicio del proceso estabilizador, y haber permanecido por debajo del nivel original el año siguiente”.

Cumpliendo estos requisitos, Argentina aparece con cuatro intentos de estabilización desde 1853.

El de 1977 puede llamarse ortodoxo pues incluyó devaluación de la moneda, liberación de precios, congelamiento de salarios, facilidades para las importaciones y cese de la promoción de exportaciones industriales. La reforma financiera asociada introdujo un cambio sustancial en las condiciones de acumulación de riqueza, favoreciendo la creación de un mercado de capitales de corto plazo y alta liquidez. que terminó atentando contra la sustentabilidad del propio sistema económico. A pesar de ello, obtuvo lo que buscaba, redujo la inflación del 350% al 160% anual.

El de 1980 sólo posibilitó, con retoques de ocasión, acelerar el patrón de acumulación de capital basado en la valorización financiera en desmedro de la producción industrial. La “Tablita” de devaluación programada, se asoció rápidamente a la “patria financiera”. El rotundo fracaso conseguido, redefinió la fisonomía y el posicionamiento estructural de la sociedad argentina.

El plan intentado en 1986 – Austral – con su política de shock, logró inicialmente contener la inflación sin frenar el crecimiento económico, pero para 1988 el rebrote inflacionario incontenible (Hiper) culminaría con el Plan Primavera en un nuevo y estrepitoso fiasco.

El más exitoso, en términos comparativos, fue el puesto en práctica en 1991, con el sistema de convertibilidad monetaria que contuvo la presión inflacionaria durante casi una década, aunque desembocó en la gravosa y perjudicial crisis del 2000/2001, afectando a propios y extraños.

Condiciones.

La ciencia económica ha demostrado acabadamente que la estabilidad no puede lograrse durante una recesión prolongada o en una situación de desequilibrio externo. La estabilidad depende de las reales posibilidades que muestre la actividad económica en su conjunto para alcanzar su potencial a largo plazo, y que las cuentas externas no requieran drásticos ajustes cíclicamente. El cierre del equilibrio fiscal es condición necesaria para cualquier programa de estabilización que se pretenda intentar. Ninguna medida temporaria podrá prestar colaboración ni siquiera como mitigante. Ni los desacoples, ni los precios cuidados, ni el “plan platita”, ni los “planes sociales”, ni las “excepciones previsionales” brindan la contención necesaria a los desbarajustes acumulados, pues los paliativos sólo prolongan la agonía.

Casi al mismo tiempo, se debe frenar la indexación de lo que sea, para que todo deje de ajustarse permanentemente según el comportamiento del pasado reciente. Para conseguirlo, en la mayoría de los casos relevados se ha elegido un instrumento que, bajo el control de la autoridad monetaria independiente, domine la nominalidad de los precios relativos internos, los salarios medidos por poder adquisitivo y el gasto del estado. Regular la base  de dinero circulante.

Para no repetir errores conviene recordar algunos preceptos centenarios establecidos.

Uno es el que sostiene que “los fracasos del pasado reducen las probabilidades de éxito”. Cuanto más tiempo hayamos convivido con elevada inflación, más difícil resultará concluir exitosamente un proceso estabilizador porque costará más desterrar prácticas adoptadas para sobrevivir en la jungla inflacionaria.

Otro es el que afirma que “los países con instituciones republicanas de larga data tienen más probabilidades de éxito”, porque la inestabilidad política está vinculada históricamente con alta inflación, generada por una emisión monetaria sin límites y, por lo mismo, sin respaldo.

¿Le suena?

“El riesgo de un aterrizaje forzoso aumenta cuanto más se pospone” – Bill Dudley – Ex  presidente F.E.D. – N.Y.