En emergencia hídrica, Paraná gasta más de 50 millones por mes y consume tres veces más

29/11/2020

La altura del río pone en jaque a la producción de agua potable, que sólo recauda el 48% de su valor, y con la explosión de piscinas, exceso y derroche vuelven las multas. Gustavo Sánchez Romero

En el cielo de próximo verano hídrico de Paraná se está constituyendo la tormenta perfecta, y el combo de problemas no sólo pone en jaque al sistema de extracción, potabilización y distribución del agua a los casi 250 mil habitantes de la ciudad sino que profundiza la crisis de la ecuación financiera. Pone bajo la lupa a los indicadores sociales, económicos y culturales que coadyuvan a este momento tan especial permite dimensionar sus consecuencias y las alarmas que llevaron al Ejecutivo municipal a proponer la Emergencia Hídrica, promulgada por el Concejo Deliberante este jueves pasado.

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Desde hace décadas, la ciudad no se ha caracterizado por tener un sistema eficiente de provisión de agua potable. La topografía de la ciudad, marcadamente elevada sobre el río, es una dificultad de base, a lo que hay que agregar la naturaleza vetusta de la red y la baja inversión para un desarrollo y adaptación que se adecue al crecimiento vegetativo de la población, que fue una constante en el tiempo.

Todo esto quedó en flagrante evidencia con la inauguración unos 15 años atrás de la planta potabilizadora ubicada en la zona de la Toma Nueva, como su nombre lo indica.

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Pero como si esto fuera poco, y según las autoridades municipales, la evolución de una ciudad junto al gran río construyó el mito del recurso ilimitado y los paranaenses consumen, en promedio, 2,.5 veces más que en cualquier otra ciudad de la provincia. Esto constituye un perjuicio notable, y en términos culturales, se requiere un fuerte trabajo e inversión para el cuidado del agua ya que es muy bajo el número de medidores, artefacto que actuaría como regulador en función del consumo personal y de un pago equitativo por todas las veces que se abre la canilla.

Sin embargo aun hay más. La pandemia por la que atraviesa el planeta puso en jaque al turismo, y algunos sectores con gran capacidad de ahorro -y ante la incertidumbre acerca de poder emprender un viaje de vacaciones-se decidió invertir en la construcción de una piscina en su domicilio, casa quinta o chacra -en el ejido- generando un boom en la ciudad.

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Sin embargo, esta decisión de los sectores de mayor poder adquisitivo no se compara con la de los sectores medios que se inclinan por las de lona, que requieren un cambio habitual de agua corriente cada tres o cuatro días.

Las pérdidas intrínsecas que posee la red es un tema aparte, aunque se ha convertido en un problema crónico que agrega más presión a la red y a la provisión.

Todo esto constituye un paralelogramo de fuerzas que concurren en una gran tensión hídrica, en un verano con muy bajo nivel en el río que dificulta la extracción, y que genera un problema social, antes que el incomodo conflicto económico para la gestión de Adán Bahl. Los números así lo confirman.

Números.  

La ciudad posee unas 90 mil conexiones de agua en condiciones de lograr el recurso cada vez que se abre la canilla. De acuerdo a datos de la Secretaría de Hacienda de la Comuna, producir un metro cúbico (M3), es decir unos mil litros de agua potable, requiere una inversión de 9,98 pesos. De acuerdo a la información técnica que maneja la Comuna, cada paranaense consume 625 litros per capita, casi el triple de un ciudadano de cualquier otra ciudad donde el registro de las organizaciones de salud mundial que lo ubican en 250 litros por habitante.

Juan Pablo Arroyo, subsecretario de Obras Públicas adjudica esto a “una cuestión cultural sostenida en la creencia que como vivimos junto a un gran río el recurso es ilimitado y no tenemos un consumo responsable”. Como dato servirá consignar que la ciudad de Córdoba demanda unos 330 litros per cápita por día.

De este modo, si se ejecuta la ecuación de multiplicar los 9,98 pesos de producción por M3 -incluye pack de potabilización, cloro y otros gastos menores- por los 250 mil habitantes que demandan el recurso por los 30 días del mes no lleva a un número de producción de agua alarmante: casi unos 50 millones de pesos por mes.

Es decir que si cada litro cuesta 0,000998 pesos, los 650 litros diarios de consumo per capita se convierten en 19.500 litros mensuales multiplicados por los 250 mil habitantes nos arroja el nada despreciable gasto de 48.652.000 de pesos.

Sin embargo, este es sólo una parte del problema ya que los registros fiscales de la Comuna advierten que sólo se recauda el 48 % de lo producido. Es decir que uno de cada dos litros que consumimos los paranaeneses se pierde, en el literal sentido de la expresión.

De allí, y con todo esto, es que el Concejo Deliberante sancionó el jueves sobre tablas y por unanimidad el proyecto de ordenanza, elevado por el intendente, por el cual se declara el estado de Emergencia Hídrica en esta capital, ante la bajante extraordinaria del río Paraná, por el plazo de un año, el cual podrá ser prorrogado por igual término.

La bajante del río ha llevado al presidente municipal a realizar, infructuosamente, gestiones ante la Nación para intentar persuadir a Brasil para que se abran compuertas de represas que permitan un flujo mayor de agua río abajo y que resuelva los problemas que tienen Paraná y otras ciudades costeras. Por lo visto no será posible, por ahora.

Eso ha puesto en emergencia al sistema que ya tienen problemas para la extracción, y a medida que avance el verano, la tensión hídrica se incrementará en la tensión entre oferta y demanda.

Una de las medidas dispuestas es -si bien nunca se fue porque la ordenanza permanece vigente- el control y sanción del derroche de agua en la vía pública. Sin eufemismos, vuelven la multas.

Esto lo confirmó Juan Pablo Arroyo, subsecretario de Obras Públicas de Paraná, al programa radial “Para empezar”, que se emite de lunes a viernes por Radio Costa Paraná 88.1.

El funcionario confirmó que se multiplicarán por 10 los valores actuales, ubicándolos en el rango de los 1.800 pesos a 3.500 pesos para quienes no acaten la prescripción de utilizar agua en la vía pública los martes y sábados de 9 a 12.

Sin embargo, la paradoja de la burocracia quiere que al margen interno de la línea de edificación no haya control ni sanción.

Es decir que un vecino que sea aprehendido por un inspector lavando su auto por fuera de este margen de día y hora será multado; pero quien lo haga dentro de su casa o deje una manguera sin control durante horas, no tendrá nada que lamentar.

Tampoco se cumple la ordenanza que prescribe, al menos, que aquellos negocios o industrias que tienen al agua como insumo básico como lavaderos de ropa, autos o producción de agua posean medidor propio, y que esto se convierta en un acto de equidad a la hora del consumo.

“Queremos obtener financiamiento para obtener más medidores y llegar al 30 % de los usuarios, pero es muy difícil porque el Estado no puede hacerse cargo, y hay que evaluar cómo lo podría asumir cada vecino”, expresó Arroyo. Ante la consulta periodística, aseguró que con todos los implementos y complementos, un medidor tiene un valor de mercado de unos 20 mil pesos.

Otro punto no menor, que a las autoridades les cuesta tanto medir como reconocer es el flujo de derroche que existe por las pérdidas que se dan en la red en distintos puntos de la ciudad, y que no sería menor al 15 % del total de lo producido.

He aquí un punto que no es posible escindir a la hora del valor de producción, ya que estas pérdidas se licuan en el costo unitario que paga cada vecino.

Piscinas.

La pandemia, en forma involuntaria e indirecta, ha agregado otra variable de complejidad al problema. Es que muchos vecinos que año a año destinan sus excedentes a vacacionar dentro o fuera del país este año advirtieron la incertidumbre y riesgo de viajar con el Covid 19 aún sin controlar. La decisión de sustitución ha sido la de construir una pileta de natación de material, completa y bonita.

Según los precios actuales del mercado, la construcción de una piscina promedio de unos 7 metros por 3 metros tiene un valor de mercado de unos 600 mil pesos, y requiere unos 45 mil litros de agua.

Actualmente las empresas y arquitectos que se dedican puntualmente a este rubro están sobredemandados y los paranaenses no paran de construir reservorios de agua para pasar un verano caliente en la ciudad sin perspectivas de viaje.

Pero ese no parece ser el problema mayor.

Simultáneamente, la clase media ha salido a los comercios a comprar las piletas de lona y, cuánto más grande, mejor. La entrañable Pelopincho se ha convertido en la vedette del verano y esto eleva la preocupación de las autoridades. Una pileta mediana (con medidas aproximadas de 2,70m x 1,60m x 0,65m), contiene unos 2.800 litros de agua. Teniendo en cuenta que en la ciudad de Paraná el consumo promedio registrado es de 650 litros per cápita, el volumen de agua empleado para llenar esa pileta equivale a lo que un paranaenese necesitaría para cubrir sus necesidades cotidianas durante más de dos semanas.

El arquitecto local Juan Stettler confirmó a Dos Florines la tendencia, tanto en las piscinas de materiales como las de lona. Sin embargo dejó una reflexión más que interesante. “La tentación podría ser creer que las piletas de materiales de los sectores más acomodados son el principal problema, aunque no es así. Una pileta de material contiene unos 45 mil litros y se llena una vez y se mantiene por cuatro o cinco años con productos químicos que la mantienen, y ellos así lo quieren. Es más, muchos de estas piletas se llenan con agua que compran en tanques que la transportan y la traen al lugar. Sin embargo, una pileta de lona consume tres veces menos pero se recambia cada cuatro o cinco días y se arroja a la calle, por lo que el consumo es mucho mayor y sostenido. Esto es una cuestión cultural que también involucra a las pérdidas. A quienes poseen quintas o piletas no les gustan ver pérdidas en sus casas, y ante la menor aparición nos llaman para que les resolvamos el problema. En cambio uno puede ver pérdidas por muchos meses en casas o barrios populares, porque parece no molestar tanto, y eso es una pérdida constante del sistema. Debemos trabajar fuerte en la concientización entre la Municipalidad, los profesionales, las empresas y los ciudadanos porque estamos ante un grave problema”, asegura el arquitecto.

Sin dudas que Paraná atraviesa hoy la crisis hídrica más importante de los últimos 50 años y las autoridades aseguran que se vienen días muy complicados. Es probable que ahora se ajusten campaña de concientización apelando a la solidaridad de los ciudadanos.

Las consecuencias del problema todavía son inasibles, en tanto el río no brinda señales de subir su nivel.

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