El status monetario del dólar en Argentina

02/01/2018

Miguel Pacher / El 28 de diciembre de 2009 publicamos un artículo en EL DIARIO bajo el título “El dólar… ¿Siempre el dólar?” comentábamos allí acerca de la vigencia histórica de la moneda de Estados Unidos a pesar de la deficiente situación de las finanzas de ese país.

 

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Hoy, la situación financiera del tesoro estadounidense no se ha aliviado; por el contrario se ha agravado. Sin embargo, el verde billete continúa gozando de una demanda mundial que parece ignorar que se trata de una moneda enferma. No es la única. Si extendemos la analogía con la medicina, también el euro no es una moneda sana.

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Por otra parte, el dólar no ha sido, ni es, la mejor alternativa para invertir fondos como podría suponerse. Sencillas comparaciones con la rentabilidad producida por otros bienes, como oro o inmuebles por ejemplo, lo ubican como un cómodo perdedor. Selectivamente, también pierde contra algunas acciones y otros títulos valores del mercado de capitales. No supera tampoco, en el corto plazo, la rentabilidad brindada por los depósitos a plazo fijo del sistema financiero.

En nuestro país, es redundante destacar la trascendencia que tiene el dólar en las transacciones y en las distintas formas de ahorro que realizan y adoptan los argentinos. En algún informe de la FED, se dice que la Argentina es el país donde existe mayor circulación de dólares luego de EEUU.

Aunque es posible que un bajo porcentaje de la población sea el que efectivamente haga un uso más o menos habitual de esa moneda, el volumen de la llamada “fuga de capitales” da una idea cuantitativa de la importancia de ello. Se estima para este año que superará los 15.000 millones de dólares. Una gran parte de ese monto es generado por la extranjerización del sector productivo, que gira en divisas, sus ganancias a las casas matrices en el extranjero acuciadas por la crisis financiera mundial.

Pero, ¿Por qué se genera este fenómeno en nuestro país cuando no se da algo igual en países vecinos como Brasil u otros latinoamericanos?

REFUGIO.

Veamos. En primer lugar, debemos señalar que el dólar para muchos argentinos tiene el carácter de un refugio, cobertura o de una previsión. Y ello es fundado en la memoria inflacionaria e hiperinflacionaria; en los acontecimientos traumáticos del Plan Bonex en 1989 y del “Corralito” en 2001 y en otros hechos de menor porte que igualmente afectaron la confianza del ahorrista argentino. Hasta se habla popularmente de una “cultura del dólar”, como expresión de la socialización del signo monetario estadounidense en Argentina.

También debemos destacar que nuestro sistema jurídico a partir de la sanción de la ley 23928, que instauró la convertibilidad de nuestra moneda en abril de 1991, reconoce un sistema bimonetario desde que le concede a la moneda extranjera el status de moneda de curso legal. Para ello sólo hay que remitirse a los Art. 617 y 619 de nuestro Código Civil, a la sazón modificados por dicha ley. De donde el dólar, como una especie de moneda extranjera, goza de circulación legal en nuestro país, aspecto que no ha sido modificado a pesar que la convertibilidad del peso cesó el 06-01-2002, con la ley 25561.

Esta pseudo dolarización de la economía argentina, que en los años ´90 nos alineaba con el proyecto menemista de la dolarización oficial, o sea de reemplazar definitivamente el peso por el dólar, es hoy parte no resuelta del problema cambiario y monetario argentino.

Entiéndase que la dolarización oficial significaría tener al dólar como moneda común con EEUU. Ello aportaría más inconvenientes que beneficios. Sino, obsérvese el caso actual de Grecia o España que al perder sus monedas nacionales, reemplazadas en el año 2002 por la moneda común europea, el Euro, han devenido a una de las peores crisis económicas y sociales de su historia.

Precisamente una de las soluciones más plausibles es que abandonen el Euro y retornen a sus antiguos signos monetarios: el dracma y la peseta.

Podemos concluir entonces, que cuanto mas argentinos se inclinen por el dólar mas amenazas surgen para nuestro desarrollo. Es que conservando nuestra moneda sentamos las bases para el crecimiento sostenido de la economía. La moneda se ahorra y deposita, con los depósitos se dan créditos, con estos se financia el consumo y la inversión y así se mantiene alto el nivel de empleo. Sin moneda propia todo ello se vuelve muy difícil o tal vez imposible. Aunque también, sin un aparato productivo desarrollado es difícil que funcione bien la moneda propia. En la relación moneda-producción se da una dependencia biunívoca.

Por eso es responsabilidad estratégica del gobierno nacional propender al fortalecimiento de nuestra moneda, el peso. Tiene herramientas para ello, aunque el contexto mundial no colabore.

Las recientes medidas adoptadas para identificar el origen de los fondos que se vuelcan al mercado cambiario, va en ese sentido. La reducción de subsidios, también. Este último aspecto, apunta a recuperar la solidez del superávit fiscal de años anteriores y esto es un punto clave para establecer un verdadero ancla antiinflacionario, que es la mejor medicina para salvaguardar a nuestra moneda y hacer perder status monetario al dólar, en nuestro país. Por ahí pasa la cuestión.

(*) Contador Público; docente universitario

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