El pobrísimo discurso de Milei y las perplejidades que despierta

25/05/2024

Por Rubén Pagliotto (*)

Milei, no sólo no es un político tradicional, sino que dudo si es siquiera un político en el más polisémico sentido del término.

Imagen 1

Me da la impresión, puedo equivocarme, que a Javier Milei no le importa la política como acción humana ni se desvela por gobernar y de que sus acciones concretas arriben a un resultado satisfactorio en términos sociales.

Mi sensación, es que a Milei sólo le interesa – quizás sea ese su objetivo final- ser una figura descollante y distinta, no mejor, a nivel mundial y de que sus caprichos ideológicos, más allá de las efectividades conducentes, tengan concreta aplicación, más allá del plano meramente teórico o de una dimensión sólo libresca e intelectual. Su devoción paroxística por las ideas de la Escuela Austríaca en lo económico y del anarco capitalismo en lo político, es su objetivo superior, su sueño mayor y superlativo.

Imagen 2

Pareciera que los argentinos hemos aprendido entre poco y nada de la historia reciente. Es como que no se advierte que estamos experimentando otra vez teorías económicas que no sólo fracasaron estrepitosamente, sino que produjeron resultados desastrosos y deletéreas consecuencias en el tejido social. Siento que nos toma como parte de un experimento social de laboratorio, sin trepidar siquiera en las consecuencias resultantes y los altísimos costos que tengamos que pagar por ese ensayo irresponsable e improvisado.

A propósito de las ideas de libertad recitadas hasta el empalagamiento por Milei en sus discursos y recitales musicales, viene bien recordar a un pensador liberal de indiscutible envergadura intelectual como Ronald Dworkin, quien dice, más explícitamente que nadie, “que la igualdad es y debe ser un componente esencial de la libertad”. La igualdad debe ser vista, según Dworkin, “como igualdad de recursos, entendiendo por tal el conjunto de lo que él llama recursos personales e impersonales”.

Imagen 3

Dicho de otro modo, e introduciendo a John Rawls, otro enorme pensador desde la filosofía jurídica, además de repartir un “poder hacer” resumido en los bienes primarios de este autor, “habrá que ponerse de acuerdo sobre qué valores nuestra sociedad o comunidad debe preservar o incluso promover. Es decir, que además de reivindicar la libertad y la igualdad, debemos reivindicar lo que para nosotros (es decir, la comunidad en la que estamos) significa la vida buena. Porque también la justicia tiene que ver, no sólo con las condiciones mínimas para vivir bien –esos bienes primarios de Rawls-, sino con nuestra concepción de lo que sea vivir bien. No entenderemos lo que debe ser la libertad o la igualdad si no entendemos, al mismo tiempo, el valor que damos a la vida en comunidad. El reparto de recursos va más allá del reparto de unos bienes primarios. Exige una toma de posición más definida sobre las formas de vida que queremos proteger públicamente”.

En síntesis, para ir al punto, no se construye bienestar y prosperidad trabajando sólo sobre variables económicas, sobre todo financieras, sino que para hacerlo de modo efectivo y si provocar efectos disruptivos negativos y dolorosos, se deben tener objetivos de desarrollo humano y productivo que conformen un plan estructural o sistémico del cual se derive una realidad distinta. Dicho de otro modo, no será posible alcanzar prosperidad colectiva como Nación, abriendo las puertas del infierno, tales como recesión, inflación (aunque se haya producido una desaceleración artificial a partir de pisar desde el gobierno y el comando de Toto Caputo determinados gastos, sean estos discrecionales, o aquellos dispuestos por resolución legal); desempleo, niveles de subconsumo propios de coyunturas bélicas o pandémicas; castigo indiscriminado a sectores asalariados, tanto activos como pasivos; quita de recursos para la educación básica, intermedia y universitaria, incluyendo también a la ciencia, tecnología e investigación. Ni hablar, va de suyo, lo que significaría concretar ese delirio letal que produciría un industricidio sin antecedentes llamado Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), que podríamos bien graficar, sin exagerar un ápice, con la moraleja tantas veces recitadas por Raúl Alfonsín de “la libertad del zorro libre, en el gallinero libre, para comerse con libertad las gallinas libres”.

Por supuesto y desde ya que Argentina necesita cambios estructurales, no sólo económicos sino también en materia de transparencia y normas de integridad que den dura batalla al flagelo de la corrupción estructural, pero ello no puede hacerse a despecho de la atención de necesidades primarias e impostergables y menos aun cuando con la retahíla berreta del cambio a través de una batalla cultural, en realidad se está allanando, con la colaboración cómplice de algunos que se autoproclaman “progres”, el camino a nuevas formas de saqueo de nuestros recursos por parte del capital concentrado y extranjero.

Sin ir más lejos y sólo para desenmascarar las falacias esparcidas urbi et orbi desde la LLA y su troll center, imaginemos a Donald Trump, a Giorgia Melloni o al mismísimo Santiago Abascal, abriendo indiscriminadamente las importaciones en contra de la mano de obra y producción de EEUU, Italia o España. Por el contrario, esas derechas extremas son proteccionistas y priorizan el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales y sus mercados internos por sobre el libre mercado internacional con apertura indiscriminada. Y de esto no hay duda. Como que tampoco la hay, de que no existe en el planeta tierra ningún país con gobierno libertario y anarco capitalista, teorías, por otra parte, que son absolutamente minoritarias y marginales en el catálogo de escuelas económicas y visiones políticas.

Es incomprensible que los libertarios sigan llevando adelante estafas de índole académica como vienen haciendo, pretendiendo ser, con muy malas artes y fundamentos científicos, los representantes de Adam Smith sobre la tierra, siendo que cuando aquel brillante pensador por aquellos tiempos, hace alrededor de doscientos cincuenta años atrás, con absoluta buena fue y en otro contexto le dio formato teórico a su concepción económica, el mundo era bien distinto y también las fuerzas productivas y la relación social de eso que llaman mercado.

A propósito de lo referido en el párrafo anterior, bien vale la pena recordar, por si acaso, que, como clara y lúcidamente explica Osvaldo Martínez, lo que hoy propician las corrientes neoliberales en la versión extrema paleolibertaria, no es más que la vieja teoría liberal que se remite a Adam Smith y “Las Riquezas de las Naciones” en 1776, ahora maquillada con modelos econométricos, y sofisticada retórica pero con las carencias que desde su origen tuvo y no ha podido borrar, esto es, ventajas comparativas estáticas concebidas para que el libre mercado las profundice y haga eternas, combinación de recursos y factores también estáticos en un mundo de pequeñas empresas de dimensiones relativamente similares en el que ninguna empresa podría tener ventajas decisivas sobre otras en cuanto a información, financiamiento o tecnología. Un mundo sin empresas transnacionales, con un comercio internacional casi exclusivamente de bienes, sin monopolios de propiedad intelectual, sin comercio intrafirma ni cadenas corporativas gigantescas que controlan dentro de su circuito desde la siembra de café hasta su comercialización final. Un mundo sin las realidades determinantes del capitalismo contemporáneo y por tanto incapaz de explicar lo que ocurre, pero al que los neoliberales invocan siempre como suprema raíz de la ciencia económica.

Por tanto, luego de lo que he sintetizado precedentemente, me arriesgo a decir que Javier Gerardo Milei ha delegado casi completamente la administración del día a día del país en un puñado de personas de su más extrema confianza, coordinando esa mesa muy chiquita su hermana Karina, quien recientemente emergiera del mundo del tarot y la repostería.

Me provoca mucho temor esta desidia presidencial y que toda la energía de Milei esté concentrada mayoritariamente en consolidar su papel de Rockstar, mientras se abraza con los dueños de la economía mundial, quienes a pesar de todo y de todos, hasta ahora, no han arrimado una sola moneda para torcer el rumbo decadente de la Argentina, ese país que según el paleolibertario y sólo él (ningún historiador comparte su calificación) alguna vez fue el país más próspero del mundo, allá por 1895, aproximadamente.

Es muy difícil a esta altura creerle, a quien invoca el título académico de doctor, no siéndolo, o se le imputan varios plagios en libros de su autoría, sin olvidar que debióse suspender la venta de un libro suyo en España, atento a que en su reseña biográfica figuraban dos datos inexactos: que había egresado de la UBA y de que obtuvo un doctorado en California, lo que resulta inentendible por el lado que se lo mire, ya que si no fue él mismo, quién otro pudo haber acercado a la Editorial dos datos sobre hechos inexistentes.

La verdad sea dicha sin ambages, su discurso por el 25 de mayo en Córdoba, leído y no de la mejor manera, me resultó vacío y, apenas una suerte de recopilación de hechos históricos incompletos y muchas veces inexacto, siendo en el mejor de los casos, una mera repetición de lo que siempre dice, con la sola excepción de que se creería, una vez sancionada la Ley Bases y el paquete fiscal, una suerte de Consejo de Mayo conformado por un exiguo número de representantes: de la política, de los empresarios y sindicatos.

En fin, por más que me quieran dar explicaciones sus propios simpatizantes (militantes o comunicadores sociales) y los dudosos integrantes de la “oposición” dialoguista, ni siquiera las fuerzas del cielo me mueven de mi rol opositor como ciudadano identificado con la UCR y por tanto feligrés de sus principios e ideas fundacionales, más allá de las groseras, injustas y falaces imputaciones que le hace a los Dres. Hipólito Yrigoyen y Raúl Alfonsín, sin olvidar de que sus palabras de odio a lo nacional y popular, lo pintan como un violento e intolerante, con un discurso de enorme precariedad intelectual y escasísimo voltaje republicano.

(*) Abogado. Docente universitario. Militante de la UCR.