En algunos lugares el kilo del alimento básico orilla los 20 pesos como consecuencia de la falta de trigo, del descalce de los molinos, del desánimo de los productores, de la inestabilidad de la industria y de los problemas de la exportación. Un análisis sobre el complejo momento de una cadena desquiciada donde impera la incertidumbre y la inestabilidad. En una escasez general, sufre la mesa familiar y el Gobierno no acierta en las medidas. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines
Llegó tarde y no fue eficiente. El intento por el Gobierno nacional por estimular la siembra de trigo no termina de cuajar, y los productores desconfían del fideicomiso por el cual se le devolverá los montos que pagan en concepto de derechos de exportación, y la siembra de trigo de esta campaña viene tan complicada como el año pasado, que fue la peor en los últimos 100 años. El gobernador entrerriano Sergio Urribarri hace intentos fatuos, ya que sin capacidad de torcer la decisión de Guillermo Moreno, busca paliativos con los créditos, que no son suficientes. La caída de rentabilidad por la intervención del Gobierno en la cadena quitó estímulos a los productores que cada vez fueron mirando más de soslayo al trigo y quedó sólo para la rotación, porque ante tan bajos precios por los Fast teóricos, se dejó de poner tecnología al campo.
De este modo, el país no sólo cayó en cantidad de granos sino en calidad, y como se sabe los molinos aceptan un grano con un piso de 25 % de gluten –en el sector se conoce como artículo 12- y con buena aptitud panaderil. La caída del trigo fue el debilitamiento del primer eslabón, y como en todo sistema, donde las partes interdependen e interactúan, el resto cayó como un castillo de naipes.
De allí que esto sea sólo el principio. La intervención del Estado sobre el sector triguero fue poco menos que un abrazo de oso, y abarcó a varios eslabones de la cadena triguera, por no decir todas. La medida, loable en su espíritu y objetivos, que buscaba poner un techo a la bolsa de harina para la industria panaderil de modo que la mesa de los argentinos no oscile al calor del movimiento de los precios internacionales –en definitiva el trigo no deja de ser un commoditie- tropezó por la misma torpeza del Gobierno.
El sector se liberó hace ya casi dos años, pero los problemas siguen. Como ejemplo vale citar que una bolsa de harina en junio de 2011 costaba de 47,10 pesos más IVA, con precio subsidiado y en este mayo de 2013 ya llega a 205/206 pesos promedio, con IVA y flete incluido. Estamos refiriendo un 42,5 % de crecimiento en el lapso.
Con una bolsa de harina, el panadero puede lograr 60 kilos de pan, lo que implica que si lo vende a 15 pesos (promedio en las ciudades) estaría alcanzando una facturación de 900 pesos, cuando compró la bolsa a 205. Claro que existen muchos otros costos, y la cadena en algunos casos se alarga. Sin embargo, parece –con estos precios- que no es un problema de rentabilidad lo que acucia hoy a un panadero. Sin agregarle ningún costo, sólo la harina, el kilo debería costar 3,42 pesos. Tanto influyen los otros costos en precio final, en algunos casos cuatro veces más.
Escenario.
El 2012 constituyó un caldo de cultivo para el escenario dramático de 2013. Con un gobierno obtuso que se mantiene en sus 40 en cuanto a las medidas para el sector; con productores sin interés por sembrar trigo –en Santa Fe se lo sustituyó por la cebada y otros cultivos alternativos, en gran parte-; y con molinos desfinanciados y sin capacidad de molienda por falta de insumos, el presente se define por sí mismo y no admite eufemismos.
El bajísimo stock iba a impactar más temprano que tarde, y en mayo ya se siente como el pan, básico para la mesa familiar que tanto dice defender el gobierno, quedó rehén de las desidias y el desinterés. Y lo peor de todo es que la solución se esconde detrás de las matas y no quiere hacerse ver. Productores, cooperativas, empresas y exportadores dicen hoy que no tienen trigo. El Gobierno desconfía de esto, y en algún lugar piensa que todos mienten un poco. No hace mucho, las cámaras del sector informaron a los empresarios molineros que, gracias a un convenio con el Ministerio de Agricultura de la Nación, unas 27 empresas (las más importantes del país que incluyen a las cooperativas) enfocadas a la exportación volcarían 500.000 toneladas de trigo al mercado interno, es decir que dispondrían los molinos del insumo básico para la molienda y abastecer a la industria, de manera que el pan se mantenga accesible para los sectores populares. Sin embargo, DOS FLORINES consultó a algunos de estos y dicen que cada vez que se los llama para reservar y comprar, estas grandes empresas responden que “no hay lotes”, que “no poseen stocks” y argumentos en este sentido, lo que debilita la oferta nacional para molienda.
El problema, residiría –cuándo no- en una cuestión de precios. La “exportación” no está vendiendo a los molinos porque dice que no tiene. Si tuviera, sólo existe pensar la posibilidad que aventuran un precio muy superior al mercado. Entre diciembre de 2012 y abril de 2013 el precio promedio del trigo en el mercado se ubicó entre los 1.198 y los 1195 pesos. Como no hay trigo y nadie dice tenerlo, el precio lo fija quien lo posee. Algunas versiones estarían aventurando que esta reticencia a soltar las 500 mil toneladas porque esperan venderlo a 400 dólares, es decir que al valor oficial, aspirarían a 2.100 pesos la tonelada.
Como si fuera poco, durante 2010 y 2012, el Gobierno nacional dilató sobremanera los pagos de las compensaciones, y eso derivó en montos millonarios de atrasos, que terminaron por descalzar financieramente a los molinos –especialmente a los medianos y chicos- quienes debieron asumir la pérdida de stocks propio y la imposibilidad de comprar al mercado, en un mercado cada vez más escaso. Este desbalance el Ejecutivo lo canceló con los Bonar IV, un bono con vencimiento a 2016 y pagos trimestrales, y que en el mercado secundario se puede canjear al 61 % del valor residual. Una ganga. Excepto para el molino que pierde casi 40 % con el buen día.
Escasez.
Un artículo en La Nación desnudó los límites que prefigura un informe privado y que circuló entre los actores de la cadena aventuró que no era improbable que el país se quede sin trigo antes de fin de año: Según este trabajo, la mercadería disponible para la industria alcanzaría sólo hasta octubre; la cosecha empezará un mes después. “Definida alguna vez como “granero del mundo”, la Argentina podría quedarse sin trigo suficiente para la molienda interna antes de fines de año, cuando debe ingresar la nueva cosecha, según surge de la cantidad de cereal disponible para su compra por parte de la industria molinera. De acuerdo con un relevamiento realizado con datos oficiales y privados por Néstor Roulet, ex vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), los productores tienen sin comercializar 1,49 millones de toneladas de trigo de la última cosecha. En tanto, para la industria habría un stock de 930.000 toneladas. Si se suman ambos números, se llega a la cifra de 2,42 millones de toneladas. Como la molienda mensual ronda las 520.000 toneladas, según el promedio de 2012 que calculó el Ministerio de Agricultura, el trigo disponible que puede comprar la industria sólo alcanzaría para la molienda de poco más de cuatro meses. Es decir, hasta octubre próximo. Y habría así un bache para el abastecimiento porque la cosecha ingresará a partir de mediados de noviembre”, expresó dramáticamente.
En la última campaña el país produjo 9 millones de toneladas, una merma del 37,9 % respecto del ciclo precedente. De esa cifra, los exportadores se posicionaron en 5,14 millones de toneladas, entre mercadería comprada y con valores a fijar. Sin embargo, ante lo magro de la cosecha, y considerando que internamente deben quedar 6 millones de toneladas, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, les bajó a 3 millones de toneladas el saldo de ventas al exterior a los exportadores. De hecho, los exportadores tienen embarcados unos 2,84 millones de toneladas, cerca del límite. Según Roulet, los exportadores tienen aún no obstante en sus manos 2,30 millones de toneladas. Si se agrega ese número a los 2,42 millones de toneladas ya disponibles para la industria, el total disponible subiría a 4,72 millones de toneladas. Roulet sostiene que si la mercadería en manos de los exportadores no va al consumo local, el país sentirá la falta de trigo. Más adelante asegura que “si el Gobierno no se mete y obliga a los exportadores a entregar esa mercadería, a la Argentina podría no alcanzarle el trigo antes de fines de año”, reflexionó el ex vicepresidente de CRA. Recientemente, Moreno dio algunos pasos en esa dirección y logró que los exportadores se comprometieran a volcar 500.000 toneladas al mercado interno”. Sin embargo, por sorpresa, los exportadores enviaron el mensaje de que no cuentan con más mercadería. Es decir, no tendrían disponibles los 2,3 millones de toneladas de stock. Un influyente exportador lo explicó así: “Entre diciembre y mayo ya vendimos al mercado interno 1,6 millones de toneladas. Y, como Moreno nos autorizó a exportar 3 millones, anulamos operaciones y no nos quedan más de 500.000 toneladas.
Capacidad.
Los molinos dicen que están complicados, y la industria dice que no tiene stock. Ni tanto ni tan poco. Todos saben en este negocio que el que “no llora no mama”, y más vale plantar bandera sobre la situación ante que sea inmanejable. Claro que esta teoría funciona siempre que quien debe satisfacer esta demanda tiene voluntad de escuchar. Porque para el gobierno todo atisbo que salga del relato que cada vez adquiere más niveles surrealistas, conviene no adjudicarle entidad.
Y no son pocos. En Entre Ríos existen 11 molinos harineros que no superan la categoría de Pyme y Santa Fe más de 50 establecimientos. Durante estos años, el sector de la molienda creció al ritmo de la exportación, y sólo en 2011 se alcanzó la suma de 5.649.225 toneladas, de las cuales Santa Fe obtuvo 667.001 (12 %) y Entre Ríos 189.524 (3,5 %)
En el reino de la escasez, todo es posible, pero que nadie aliente el fantasma de la importación de granos; o lo que es peor, de harina para la factoría del pan, el verdadero rehén entre el fracaso del Gobierno y el desquicio de una cadena que nunca fue homogénea.
Para Roulet, “si es cierto lo que dicen los exportadores podría no alcanzar el trigo”. Según la proyección del ex vicepresidente de CRA, la industria tiene stock de trigo -con las 930.000 toneladas- para menos de 2 meses de molienda. En 2005, antes de la intervención del Gobierno en el mercado, que limitó la competencia entre molinos y exportadores, los molinos trabajaban con un stock de 5 meses de molienda. Siempre es en vano toda predicción, sobre todo si lo que hay que adivinar es el futuro.