ENFOQUE PORTADA

El irrefrenable impulso a la vida

Por Nahuel Amore, editor de Dos Florines

El coronavirus pareciera estar generando un cambio de chip en gran parte de los ciudadanos. Los meses y meses de encierro y restricciones son motivo suficiente para comenzar a implementar nuevos hábitos o, en todo caso, acciones más decididas; por lo menos por ahora. Salir a cenar, hacer un deporte al aire libre, volver a la cancha, probar por primera vez ir a un gimnasio o darse un paseo donde sea, dan cuenta de esa necesidad de hacer y realizarse uno mismo y con su núcleo más íntimo de familiares y amigos.

Las cifras récord del movimiento turístico para este feriado extra largo por el Día de la Diversidad Cultural es una muestra de ese impulso a la vida. En la Argentina, 4.273.500 turistas y excursionistas se movilizaron por el país y generaron gastos por aproximadamente 17.718,5 millones de pesos. Las cifras dan cuenta de un salto del 55% por encima de 2019, lo que representa mejores guarismos que los registrados en la previa a la pandemia para esta fecha.

Salir a recrearse y encontrarse con nuevos aires se impone como un común denominador, sobre todo en aquellos sectores de ingresos medios que vienen sufriendo un importante deterioro de sus bolsillos. A pesar de que la capacidad adquisitiva es cada vez más reducida ante un proceso inflacionario que no se detiene, hoy están buscando alternativas para no postergar esas decisiones. Quedarse quieto no es una opción.

Se trata, sin dudas, de una pulsión a la vida que toma forma en un acervo identitario. Cada quien resuelve ese instinto personal por moverse de acuerdo a sus capacidades, expectativas y valoraciones culturales que los identifican dentro de su grupo más próximo. Y el turismo interno es, en ese espectro, una huella característica del argentino promedio, que incluso sabe aprovechar las ventajas comparativas de las diferentes provincias.

La pandemia, por lo visto, exacerbó esos procesos culturales. Esos “gustos” ya no son tan pequeños, hoy lo es todo en sus vidas. “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”, pareciera ser un proverbio de otrora que cobra más fuerza que nunca en este contexto. Y es que para muchas personas, poder circular sin restricciones, explorar y conocer es, a más de un año y medio de coronavirus, un acto a consumar cuanto antes.

No es para menos. El Covid-19 potenció esa sensación de incertidumbre que provoca un nudo en el estómago. Esa cuota de temor por lo que vendrá está latente, más que nunca. La zozobra acortó los tiempos. Con el diario del lunes, es lógico pensar que el futuro puede deparar otra vez medidas sanitarias restrictivas o, en el peor de los casos, no tener a un ser querido o no tenerse a uno mismo. Y lo opuesto al miedo a la muerte es esa pulsión a la vida; el Eros y el Tánatos que nos guían.

En este camino, el aquí y ahora se impone como una elección de vida. Fueron demasiados minutos, horas, días, semanas y meses en los que la distancia física generó una especie de vacío existencial. Quizá alguno en este momento dirá que es una exageración, pero no es menos cierto que más de una vez cuando cayó la noche y los párpados pesaron, en algún rincón volvieron a la mente esas preguntas elementales de qué hacemos, para qué estamos y hacia dónde vamos.

Recuperación

La cuarentena, primero, y las sucesivas restricciones selectivas, luego, condenaron a su peor crisis a hoteleros, gastronómicos, operadores turísticos, agentes de viajes, empresas de transporte, organizadores de eventos sociales, entre otros rubros afines. No fueron considerados esenciales, a pesar de la arbitrariedad del concepto. Vaya paradoja: hoy son esenciales para canalizar esas pulsiones contenidas, pues las virtudes de hoy son las mismas que los condenaron ayer y dejaron a miles de trabajadores y emprendimientos en el camino.

Claramente, para los empleados y empresarios que forman parte de los sectores económicos más castigados, este impulso es una gran noticia. Mientras perdure en el colectivo esa necesidad irrefrenable por realizarse y no haya otros impedimentos que lo coarten, seguirán traccionando por ahora su propia reactivación. Es momento de aprovechar el viento a favor, el comienzo de un largo proceso de recuperación.

En este trayecto de progresiva mejora, las perspectivas son alentadoras, fundamentalmente de cara a la temporada de verano. Será el punto G de esta salida con cara de pospandemia pero con un eterno signo de pregunta en la frente, para comenzar a alivianar la caja de deudas, recuperar el personal perdido, volver a capitalizar los establecimientos que se vinieron a menos y recordar cómo era invertir.

De todas maneras, siempre resonará en algún recoveco del cuerpo la pregunta respecto de cuánto durará este impulso, por más de que se la intente reprimir. Lo cierto es que cuanto más latente esté el temor a la muerte, más revivirá el impulso por celebrar. Pero si en el transcurrir de este devenir no hay nuevos sobresaltos sanitarios y se hace inmanente esta “normalidad”, los límites volverán a ser los mismos que vinieron estructurando nuestras vidas.

La principal limitante a salir, pasear y gastar seguirá estando en el poder adquisitivo de las familias que, luego de este primer tiempo de dar juego libre a las pulsiones, deberán establecer prioridades en sus economías diarias. El año pasado arreglaron la casa, este año volvieron a viajar, ¿y después? El turismo interno, en todo caso, podría no desesperar mientras permanezcan las restricciones cambiarias que frenan un éxodo masivo de argentinos para vacacionar en el exterior.

Una vez más, las políticas públicas serán determinantes para configurar los escenarios posibles. De las decisiones del Gobierno nacional, primero, y de la Provincia, en segundo término, saldrán las probables respuestas a los interrogantes que hoy permanecen soslayados. En ese abanico de alternativas, la recuperación puede convertirse en el primer paso para proyectar un mejor porvenir, o puede ser apenas un buen recuerdo que quedará en la galería de fotos del teléfono.