ENFOQUE PORTADA

El final de Rasputín

Por Ubaldo Roberto Domingo – CPN – Asesor económico, financiero y Pymes locales – Especialista en Sindicatura Concursal

Como consecuencia de los desastrosos resultados obtenidos en las últimas décadas en las cuestiones económicas en nuestro país en general y en nuestra provincia de Entre Ríos en particular, muchos economistas son tratados en términos generales como verdaderos charlatanes, brujos y hasta profetas.

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¿Es esto justo? ¿Es el resultado de un análisis completo de lo que ha sucedido en realidad?

Debo comenzar a explicar lo que ha ocurrido diciendo que la economía es una ciencia, y esta afirmación inicial viene a colación porque muchos, ante la incapacidad de rescatarnos de la decadencia, presentan la duda de que si en realidad lo es. Con la particularidad de que se trata de una ciencia social, y que como tal se encuentra influida por el comportamiento de las personas.

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No es, por lo tanto una ciencia dura, donde dadas ciertas condiciones siempre se producen determinados resultados.

Sin embargo, podemos verificar lo tendencial, es decir aquellos resultados que bajo ciertas condiciones se repiten.

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Si los fenómenos económicos tuvieran una apariencia externa semejante a su intimidad, si la esencia de los fenómenos que analiza la ciencia económica tuvieran una correspondencia exacta con su exterioricidad, entonces no sería necesaria la ciencia.

Continuando con este razonamiento, la economía y la política económica, podría definirse como la ciencia que procura la elevación del nivel de vida de la población, mediante el aumento constante de la cantidad de bienes y servicios, fijando las modificaciones necesarias en la estructura económica promoviendo el desarrollo de la comunidad.

Pero entonces, si el nivel de vida de la población, depende del aumento constante en la cantidad de bienes y servicios producidos, y todos lo sabemos, que el PBI se encuentra paralizado hace mucho, porque producimos la misma cantidad o menos de bienes que hace muchos años atrás, cuando la población ha crecido, entonces el resultado lógico es una tajada menor de la torta para cada uno de nosotros.

Aquellos bienes y servicios, tienen un elemento único elemento común a todos, que es trabajo humano incorporado, esa porción de trabajo dadas determinadas dosis de tecnología es la que en definitiva determina el valor de esos bienes, y que el dinero solo tiene la función de expresarlo.

Esa dosis de trabajo incorporado en los bienes se encuentra en el ADN de la producción y es el que influye en la creación de abundancia o de pobreza.

Es aquí, es este el punto donde han fallado tanto economistas que asesoran políticos, como los segundos por ignorancia o por tener escasa formación adecuada. Y es aquí, donde por haber tocado fondo, por ser tan aguda la crisis a la que asistimos, por los niveles de pobreza, por las faltas de oportunidades de trabajo, por la caída sostenida de los salarios, que afirmamos que los Rasputines que han aconsejado a nuestra dirigencia llegan a su final.

Los gurúes, los ortodoxos, los liberales y los populistas han fracasado. Retomemos la guía que proporciona la ciencia económica:

Si una comunidad produce maíz, digamos 1.000 quintales, y esa cantidad es consumida localmente o exportada como pretenden muchos como salvación, en iguales condiciones de clima y tecnología la campaña siguiente se necesitará la misma cantidad de trabajo para obtener esos 1.000 quintales.

Si esa misma comunidad hace un esfuerzo y produce los 1.000 quintales y un tractor y una cosechadora, la campaña sucesiva obtendrá 1.300 quintales, y todavía conservará la maquinaria.

En esta segunda campaña la dosis, la cantidad de trabajo necesaria será menor, y los resultados serán superiores, como consecuencia de la incidencia de los bienes de producción incorporados y de la inversión aplicada.

Por este motivo las comunidades que producen bienes de producción además de los de consumo acumulan trabajo humano, aumentan sus rendimientos y por lo tanto elevan el nivel de vida de su población, síntesis de la definición de más arriba de política económica.

Una necesaria aclaración, da lo mismo producir bienes de producción localmente que importarlos?. La respuesta es NO.

Una región, un país una provincia que no se industrializa retrocede, no solo se estanca. Al importar el bien estamos pagando, los salarios de los obreros extranjeros, como así también la tecnología y el “trabajo acumulado” de la región foránea, disolviendo la inversión local, y sus beneficios económicos, es lógico concluir que al importar, deriva en menos mano de obra local, menos inversión, menos mercado interno.

La pregunta siguiente es ¿ha sido prioridad la industria de bienes de producción para las administraciones en las últimas décadas?

La respuesta es un rotundo no.

He aquí la razón, el motivo, la explicación de la crisis en la que nos encontramos, por supuesto todo esto se agrava al sostener un pesado Estado burocrático, improductivo donde se ha llegado a tener 69 empleados públicos cada 1000 habitantes en la provincia de Entre Ríos. Es la consecuencia de absorber la insuficiente demanda de trabajo que no crea el sector privado y que las personas encuentran la salida aferrándose a un Estado benefactor, pero es un esquema agotado, por más que muchos pretendan continuar y se nieguen a dejar su zona de confort, es un contrato terminado, el consejo de los Rasputín fue ruinoso. Esa desocupación disfrazada, solamente trajo más problemas a la crisis.

Qué debemos comenzar a hacer entonces? Dejar las viejas fórmulas y recetas que nos han traído hasta aquí. Nuestros productos agropecuarios ya no pueden sostener con sus exportaciones récords, la pesada estructura de nuestro país, mucho menos la de nuestra provincia, The Economist elabora un índice a largo plazo que indica que los precios de los productos primarios caen el 1% anual promedio con respecto a los industriales.

Autores como Ocampo y Parra aseguran que la tendencia ronda el 75% durante los últimos 140 años, puede haber periodos cortos episódicos que los defensores del agrarismo usan para volver al viejo enfrentamiento campo vs. Industria, cuando en realidad se trata de sectores complementarios, el objetivo debería ser un campo prospero con una industria pujante.

El programa económico debe:

1-Explotar intensivamente nuestros recursos naturales, energéticos y mineros. (hidroelectricidad, celulosa).

2- Lograr el abaratamiento de las tarifas eléctricas, de gas y tomar definitivamente el control de nuestros recursos disponibles.

3- Sobre la construcción de la industria que procese e incorpore valor agregado a la producción, sustituir producción foránea hasta lograr un mercado interno sólido.

4- Con el ahorro y la inversión lograda, comenzar un proceso de aumento de la productividad de todas la empresas.

5- Incorporación de tecnología a la producción agropecuaria, aumentando también su productividad.

6- Emprender sin interrupciones una profunda e impostergable reforma del Estado, racionalizándolo para el desarrollo económico, la baja de impuestos que lo financia y ahoga el sector productivo es primordial.

Finalmente, se ha ignorado a través de los años el principio sobre el cual nuestras exportaciones tradicionales-principalmente cereales y soja- no crean la riqueza y acumulación suficiente, por eso debemos sin mas demoras procesar dentro de nuestras fronteras todo lo que pueda y deba producirse, llego entonces, es evidente, el final de los Rasputines, la sociedad ha madurado y comprendido que solo la producción y el trabajo muestran el camino de llegar a ser una gran provincia y un gran país.