El campo no es todo igual
19/12/2019
Por Pablo Benetti (*)
En la Argentina existen no más de 3 mil grandes empresas que poseen cerca del 50% de la superficie de la tierra, y, en su mayoría, están ubicadas en las zonas netamente productivas de nuestra República. El resto de la tierra está en manos de cientos de miles de pequeños y medianos productores, siendo estos últimos los que trabajan y producen en sus localidades, generando trabajo y movimiento económico local. Dentro de este estrato están los agricultores familiares, los que producen con sus manos y trabajan con su familia la tierra, generando los alimentos que consumimos en su mayoría todos los días. Es el otro campo, que no estaba visibilizado y que gracias a los verdurazos, las ferias y mercados populares se ha logrado poner en escena, como motorizador de las economías territoriales y que tendría que ser sujeto de acciones diferenciadas a la hora de implementar políticas para este sector.
La modificación de las retenciones, publicada el 14 de diciembre de 2019 en el Boletín Oficial, refleja la necesidad del Gobierno de actualizar su valor a la cotización actual del dólar y de lograr recursos genuinos para enfrentar la grave crisis social y alimentaria que dejó el macrismo en la Argentina.
Durante el gobierno de Mauricio Macri, de la mano de su ministro Luis Miguel Etchevehere y con el silencio cómplice de las entidades de la Mesa de Enlace, se estableció por Decreto, el 783, en septiembre de 2018, un sistema de retenciones que imponía, en su artículo 1º hasta el 31 de diciembre de 2020, un porcentaje del 12% de retenciones para todos los productos que se exportaban. Luego, en su segundo artículo, el decreto mencionaba que no se podían superar nunca los $4 por dólar pagados por los países que compran nuestros granos.
Es importante recordar que en septiembre de 2018 las retenciones de $4 por dólar que ingresaban por la exportación de granos y sus derivados, a un dólar de $38, equivalían a un 10% de aumento en las retenciones. Para dar un ejemplo: la soja tenía 18% de retenciones más $4 por dólar (total 28%).
Con la modificación publicada el sábado pasado pasa a 30% la soja, dado que elimina los $4 por dólar para poner un porcentaje fijo de 12%; en el caso del maíz, el trigo y los demás productos quedan en un 12%. En tanto, carnes, leche en polvo, harinas y legumbres tendrán el 9% fijo de retenciones.
Como vemos, lo anunciado hace unos días es una actualización del valor de las retenciones de sólo el 2% para la soja, principal cultivo que se produce y se exporta casi en su totalidad, debido a que es muy poco el consumo interno de esta oleaginosa.
El “esfuerzo” que tanto proclamó y pidió el gobierno de Macri los primeros días, luego de que asumió en 2015, y que cumplió los años siguientes, lo cargó sobre los hombros de todos los trabajadores y del pueblo, con el brutal aumento de las tarifas y combustibles dolarizados, con la devaluación del dólar y por ende de los salarios, con tasas de interés usurarias y una serie de políticas que llevaron luego de sus cuatro años de mandato a dejar una Argentina con un 40% de pobres. Todo esto no tiene comparación con el 2% de aumento en las retenciones implementado el último fin de semana por el gobierno de Alberto Fernández, retenciones que serán volcadas a reconstruir lo que el gobierno anterior destruyó.
Desde nuestro espacio político reafirmamos que es necesaria esta actualización, en pos de aportar estos recursos a los más pobres y a reactivar el tejido productivo.
También creemos que el Gobierno nacional, y lo venimos planteando desde hace varios años, debe cambiar el esquema de retenciones por un esquema que las segmente, donde se cobre en función de las toneladas producidas y no a todos por igual como se está implementando en la actualidad.
Estas retenciones segmentadas tienen que tener en cuenta no sólo las toneladas producidas por el productor, sino también la región geográfica, tanto por las condiciones edáficas, climáticas y cercanías a los puertos y lugares de acopio de los granos. No es lo mismo producir en la zona núcleo de la Pampa Húmeda, donde los suelos poseen una fertilidad natural totalmente extraordinaria, comparada con suelos de la provincia de Santiago del Estero o Chaco, además de las condiciones climáticas, milímetros de lluvias y estacionalidad de las mismas, y, como dijimos, con un costo de flete superior que los productores de la Pampa Húmeda no poseen o no es significativo.
Planteamos la segmentación también porque los costos de producción de un productor grande difieren con los de un productor chico, porque quien más volumen de insumos compra mejores precios consigue y el que más volumen produce vende en mejores condiciones.
Los productores más chicos son los que invierten en su zona, compran insumos y maquinaria en las cooperativas y en las empresas de cada localidad, dan fuentes de trabajo local, son el motor de muchos de los pueblos del interior –donde es imposible que llegue una industria– y de cientos de trabajos, sino que el trabajo rural y los relacionados al agro, son las principales fuentes laborales de los jóvenes en estas localidades.
Las políticas que se necesitan implementar hoy para evitar la desaparición de más productores, son políticas diferenciadas, teniendo en cuenta lo que expresamos en los párrafos anteriores. Deben generarse también políticas específicas para las economías regionales, para la agricultura familiar, políticas directas que fomenten la lechería, la citricultura, la producción avícola, impulsando políticas de fomento de estas producciones, en transición a modelos de producción agroecológicos, desgravando impuestos, dando créditos blandos, accesibles, con años de gracia a valor producto, incentivando los mercados locales, de cercanía y el autoabastecimiento de las poblaciones del interior.
(*) Ingeniero agrónomo. Integrante de la Comisión Agraria del Partido del Trabajo y del Pueblo (PTP). Dirigente de la Federación Nacional Campesina.