¿Distribución o generación?

06/03/2021

Por Sergio Delleppiane – Docente /

A media que transcurre el tiempo, las condiciones se alteran, los problemas cambian, por lo que pretender obcecadamente resolverlos con las mismas herramientas, no es sino sinónimo de inmadurez.

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La política económica argentina tozudamente continúa empleando y abusando de los controles de todo, por todo y para todo. A ello le adosa inseparablemente la limitación de las libertades individuales presentando un combo unívoco, a sabiendas ineficaz, con el fin de intentar, una vez más, corregir, aunque sin conseguirlo, los desvíos consuetudinarios que se multiplican en las cuestiones macroeconómicas, aún las más elementales.

Se improvisan decretos o trabas “ad hoc” para cualquier ocasión circunstancial que, a criterio del iluminado de turno, pudiera provocar un mínimo tembladeral en los equilibrios inestables sobre los que se asienta frágilmente el gobierno del momento.

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El Banco Central tiene en vigencia miles de circulares para pretender regular lo que hace un buen tiempo ya no regula. Básicamente porque alrededor del 50% de la actividad económica nacional lo hace desde la informalidad, la irregularidad y hasta desde la ilegalidad.

Definiciones.

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De un modo meramente pragmático, a la economía se la define más por la ejecución que por su propósito. Por lo que a la casta política le conviene sostenerse sobre la base de que no importa la seguridad jurídica, ni el cumplimiento de los compromisos asumidos en nombre de todos, ni  en el establecimiento de reglas claras, distintas y permanentes (al menos por un tiempo razonable). Para transcurrir el tiempo del mandato otorgado por el voto de la mayoría con cierta tranquilidad, sólo hay que fomentar el consumo interno, lo que exige “per se” poner dinero en el bolsillo de la gente.

La regla no escrita manda dictar regulaciones redistributivas de los ingresos sin importar procedencia; lo que excluye el mérito y el esfuerzo de aquellos que lo hacen de algún modo. Lo importante es la distribución, no la generación.

Sin embargo, la dinámica del mercado nos muestra que, en realidad, sin ventas no habrá producción. Nadie invertirá nada si el capital expuesto quedará, de un modo u otro, a merced del burócrata oficial que administrará, según su voluntad y parecer, lo que encuentre a su paso. A lo sumo se orientará a proyectos de elevados y a la vez de rápidos beneficios, debiendo dejar en el camino cuantiosos retornos para asegurar la rentabilidad de lo invertido.

Regular por decreto el tipo de cambio para defender la industria nacional sólo conduce a que los consumidores paguen un mayor precio por lo mismo que puede conseguirse fronteras afuera, más barato, genuino y de mejor calidad.

Precio o volumen.

Si el precio de un producto no surge de la libre voluntad de las partes ¿porqué creer que el valor oficial fijado por decreto de la autoridad vigente es el adecuado? Resulta imposible regular la voluntad de quien decide convertir sus ahorros, poseídos en moneda nacional, a moneda extranjera. Es una verdad de Perogrullo para estas latitudes, que el dólar no funciona como moneda sino como reserva de valor. Los mercados dónde se consigue operar son y serán los que marquen el valor auténtico del momento para la transacción deseada.

Toda regulación limita de algún modo, y en la mayoría de los casos, trastoca realidad en ficción. “Cuesta tanto…pero no hay”. Regular para desabastecer no resuelve la cuestión de fondo.

La experiencia vivida nos demuestra que crear nuevas imposiciones y/o incrementar las obligaciones existentes en materia tributaria con el fin de darles algo a quienes no producen, termina afectando a todos. La inclusión real se dará por el camino opuesto.

Reducir la carga impositiva con la exigencia de que la cantidad no tributada se redirija obligatoriamente a la inversión productiva, generará demanda genuina de puestos de trabajo. Es este tipo de inclusión el que colaborará con la disminución del gasto asistencial del estado. Generar trabajo aumentando la productividad del sector privadoreducirá el asistencialismo, aliviará el peso del gasto improductivo e incrementará, a largo plazo, la recaudación impositiva.

Por volumen, no por decreto.

En definitiva, las soluciones no se obtienen controlando la demanda sino incrementando la oferta, en variedad, calidad y cantidad.

¿Para qué sirven los ahorros, el empuje, el sacrificio, el esfuerzo y la austeridad, sino para alcanzar la libertad de elegir?.

Libertad que debiera transformarse en el valor fundacional de cualquier comunidad organizada, que se orienta, basada en la colaboración de todos, hacia el crecimiento, progreso y desarrollo nacional.

“Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Se nos alentó a consumir sin producir. Nuestro pueblo no carece de alimento sino de educación. En realidad nuestro pueblo argentino se muere de hambre de instrucción, de sed de saber, de pobreza de conocimientos prácticos. Quieren pan sin trabajo, viven del maná del estado y eso los mantiene desunidos, ignorantes y esclavos de su propia condición. La riqueza es hija del trabajo y del capital”. JUAN BAUTISTA ALBERDI – 1855 – Sistema Económico y rentístico de la Confederación Argentina.

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