ENFOQUE

Diez días vertiginosos

Editorial: Por Gustavo Sánchez Romero

La agenda por el Bicentenario de Paraná, que incluyó la visita de la Presidenta a Paraná, y la presentación de los candidatos para las próximas elecciones, especialmente las del Frente Justicialista Para la Victoria de Entre Ríos –la de mayor misterio- movilizaron los sentimientos y las ansiedades por estos arrabales.
Exceptuando los gastos que implicó la celebración–al que algunos definen como faraónicos y que son cada vez más escondidos-, y que sólo se cuestionaron desde las redes sociales por la inercia de algunos de los principales medios de comunicación en sostener las noticias y argumentos que desde el oficialismos se encargan de difundir con la fruición de un prestidigitador, poco se ha leído públicamente de los hechos que se arremolinan debajo de una superficie que prefiere desde el poder en mostrarse sosegada.
La política –sin ser quien suscribe un cronista especializado en la materia- parece tejer un sinnúmero de hechos simbólicos que le van describiendo un sentido a una ciudad capital donde sus ciudadanos están cada vez más cerca de ingresar en el andarivel del desánimo. Con más anuncios que hechos, Paraná es hoy presa de la eterna posibilidad. Nadie dudó, como alguna vez él lo dijo a quien quiera escucharlo, Sergio Urribarri recordaría tanto cuanto fuera necesario a Blanca Osuna que ganó con los votos prestados –por él, precisamente- y no permitiría que suceda lo mismo que con Jorge Busti, apenas cuatro años atrás, a quien le pidió prestado el smoking y terminó quedándose con el placard, el vestidor completo y la fiesta. 
El episodio del Bicentenario, si bien fue eslabonado por muchos pequeños episodios, no por ello debe leerse desprendido de los hechos que se vienen dando desde finales de 2012. Urribarri ha asumido la dirección de la intendencia de una ciudad que tiene el 80 % de sus ingresos comprometidos en salarios y poca capacidad de pegar un giro de timón.
Dicen que dicen que cerca de la Navidad llegaron a manos del Gobernador encuestas que decían que con la performance de la gestión municipal las futuras elecciones de octubre de este año no arrojarían el resultado esperado y terminarían traccionando el resultado general de la provincia. “O esto mejora y yo me hago cargo”, aseguran que se escuchó en el cónclave. Con los primeros acontecimientos hasta el más desprevenido de los ciudadanos había comprobado que la amenaza se estaba materializando: “Un mañana cuando me levanté entendí que debía resolver el problema del Volcadero”, dijo, más o menos, en un enero caliente y al menos la precaria solución vino de su lado como si la intendenta no existiera y ni falta que hiciere. Lo mismo pasó con el problema de la caño maestro de la nueva planta de agua donde Urribarri terminó capitalizando las gestiones de Osuna ante el Enhosa; el lanzamiento del proyecto de las termas paranaenses; y algunos otros menores. 
En estas celebraciones del Bicentenario; más que evidente fue quién tenía el cuentaganados en la mano. La Comuna no dijo ni mu. Ni siquiera para levantar el dedo recordando que tenían el teléfono celular de Artemisa.

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Mensajes. A propósito: la presencia de Cristina Fernández de Kirchner sirvió para refrendar una sensación creciente en muchos ciudadanos: más allá del análisis de cualquier decisión política, social o económica, se profundiza la estrategia de dirigir los discursos hacia un paradestinatario cada vez más refractario a cualquier crítica o análisis incisivo alejándose de los sectores medios y aquellos vinculados que la votaron apenas dos años atrás proveyéndole el 54 % de los sufragios. Es claro que el panorama se complica para el oficialismo y la caída que viene experimentado la imagen de la Presidenta –algunos analistas osados la colocan por debajo del 30 % en Buenos Aires- tendrá un impacto negativo para sus intereses en distritos clave y en Entre Ríos no le irá en saga.
Urribarri decidió coronar su suerte a un pleno que hasta ahora le ha dado buenos resultados, pero que cada vez parece menos fija. Hoy debe sentir la angustia de saber que no le aparecen muchas opciones en el firmamento de los posibles y vuela hacia el fuego como las mariposas.
Del mismo modo que fue muy eficiente en gestionar una provincia cuando el barlovento empujaba y hoy es más difícil conseguir fondos y a veces parece pisar en falso con algunos anuncios; no será lo mismo convencer a un electorado con las estrategias conocidas de “tipo bueno y de tono coloquial” cuando el cambio en el espíritu de época parece profundizarse y sectores como el campo, los empresarios, sindicalistas, profesionales y jóvenes manifiestan con mayor densidad nuevos esquemas para la política provincial.
Es muy probable que Urribarri tenga un buen triunfo, aunque no será holgado como elecciones anteriores, y más factible aún que saque un margen de votos mayor que Cristina Kirchner comparándolo con la elección anterior. No es menos cierto que Atilio Benedetti y Alfredo de Angeli provienen de una misma plataforma social, pero compiten por segmentos electorales disímiles. Quizá sea un error creer que hay una contienda ideológica a la vista, cuando parece que lo que está en juego es marcar un distanciamiento, y no importará demasiado en este caso el nombre del amante con el que se consume la infidelidad.

Definiciones. Con un juego muy parecido al que llevó adelante el Kichnerismo en Buenos Aires, en nuestra provincia “la propuesta electoral que presentó Urribarri no deja margen para especulaciones futuras y el criterio de la selección de los candidatos dejó callados a muchos en Entre Ríos, pero cotiza en Buenos Aires”, según analizó el medio especializado Página Política. Habrá que ver qué impacto territorial tiene la estrategia y si Urribarri no comete el mismo error que Cristina al filtrar su nombre en la lista, cuando el electorado estaría pensando precisamente en castigar tan enfermizo alineamiento con el Kirchnerismo, incluso con aquello que a todas luces se vuelve un salvavidas de plomo como el proyecto reelecionista, el avance sobre la justicia o el silencio ante la corrupción.
Octubre marcará, entonces, el punto de inflexión en la directriz política del país y la provincia. Sabremos pues si la trayectoria se mantiene dentro de la banda de moebius –donde cualquiera sea la cara en que se transite siempre se estará en la misma banda, o comenzamos a vivir la construcción de un nuevo tiempo. 
En uno u otro caso, quizá Sergio Urribarri caiga en la cuenta entonces que el hecho por el cual Daniel Scioli se mantuvo dentro del redil se convierta en una pésima noticia para sus intereses de llegar al 2015 con el combustible necesario para que Cristina le pegue el espaldarazo para sentarse en el principal sillón de Balcarce 50. El sabe como nadie que para el Kirchnerismo el poder es más importante del amor, y llegado el momento, y con las encuestas en la mano, el gobernador de Buenos Aires podría convertirse en el único y mejor amigo. Aunque tiene margen, el entrerriano no ha podido instalar su imagen a nivel nacional como hubiese deseado. 
Algo está cambiando. Paraná y Entre Ríos pueden también buscar inclinarse hacia alguna propuesta más moderada, aunque Urribarri considere esto un gesto de ingratitud. Pero del mismo modo que el mayor acierto de la “década ganada” ha sido el lograr subsumir los lineamientos económicos a los designios de la política, y enbuenahora, es posible que se imponga hoy la necesidad de una nueva institucionalidad y recuperar indicadores económicos vigorosos, y lo que termine inclinando la taba. Georg Wilhelm Friedrich Hegel decía que a “las grandes revoluciones solía antecederle revoluciones calladas en el espíritu de los hombres; y es el desconocimiento de estas revoluciones previas lo que hace sorprendernos ante los resultados”. Sin embargo, todo aún habita en el limbo de las especulaciones.

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