Los mails de fabricantes son elocuentes sobre los cambios que produjo la suba del dólar. También, respecto a la imposibilidad de hacer frente a cheques ya entregados
La nota salió por e-mail a las 17.30 del jueves 24.
– Remitente: una de las mayores fabricantes de productos de limpieza y aseo personal de la Argentina.
– Destinatarios: clientes mayoristas y cadenas de supermercados
– Sujeto: “Atención, Política de Cheques Rechazados a partir 1/6/2018”.
La nota, de cuatro párrafos, tenía una advertencia similar a la recibida por varios mayoristas durante la última semana.
Su texto es muy claro y describe a la perfección el panorama -cada vez más complejo- del sector comercial, donde empieza a tomar forma el escenario más temido: el corte de la cadena de pagos.
El mail en cuestión les avisó a los clientes que para recuperar el cheque rechazado (el documento físico) antes debían regularizar lo adeudado mediante una transferencia bancaria.
Sería formalismo si no fuera porque la medida se toma en medio de un fuerte crecimiento de los cheques rebotados por no tener los fondos suficientes para acreditar.
En los primeros cuatro meses de 2018, la cantidad de papeles rechazados llegó a 550.000, unos 87.000 más que en el mismo lapso del año pasado.
En total acumularon un monto de $21.000 millones, un volumen 50% por encima al del primer cuatrimestre de 2017. En el último año, la inflación se aproximó al 25%.
Lo que viene sucediendo en las últimas semanas en el sector comercial no se diferencia demasiado de lo ocurrido cada vez que hay una devaluación que acrecienta el clima de incertidumbre, fogonazo inflacionario y la consecuente caída del consumo.
El gerente de una importante empresa mayorista relató a iProfesional algunos pormenores que caracterizaron a los comercios estas últimas semanas:
1.- Algunas fábricas -sobre todo de alimentos y de productos de higiene- recibieron pedidos extras por parte de sus clientes como forma defensiva ante el incremento de valores. “La típica entrega a precio viejo antes del ajuste”, relata.
2. – Lo que esos comerciantes no previeron era que sus ventas caerían. En algunos casos se habla de un verdadero desplome, y que entonces ahora no pueden hacer frente a las mayores compras de productos.
3.- Aquellas compras de tipo “defensivas” para adelantarse a los aumentos quedaron impagas en muchos casos. A eso se debe el incremento -al menos en parte- de la cantidad de cheques rechazados
4. En ese contexto fue que las empresas que buscaban sacarse de encima stocks y hacerse de efectivo “invitando” a sus clientes a adelantar compras a precios “viejos”, ahora terminaron enredadas en una estrategia en la que se quedaron sin los productos y sin el efectivo
5.- Algunos fabricantes líderes implementaron una nueva modalidad: acortaron los plazos de pago de la mercadería. De los 30 días (máximo) que se permitía hasta la devaluación, la redujeron a la condición de 4 a 12 días.
6.- El Gobierno, mientras tanto, afirma que ya tomó nota de los problemas que empiezan a vislumbrarse por la incertidumbre y la menor actividad.
El ministro de Producción, Francisco Cabrera, adelantó que el Ejecutivo acelerará medidas a favor de las pequeñas y medianas empresas con el objetivo de que no se produzca un corte generalizado en la cadena de pagos.
Ya en abril, en la previa a las jornadas más turbulentas surgidas de la crisis cambiaria, las ventas minoristas ya mostraban una leve tendencia bajista, tras el repunte que se había notado desde fines de 2017.
Según CAME, las ventas de abril se contrajeron 3% en comparación al mismo mes de 2017. La actual situación se condice con el derrape de la confianza de los consumidores. La última medición de la Universidad Di Tella resulta elocuente en este sentido.
El índice de Confianza al Consumidor (ICC) cayó 21% en relación a mayo del año pasado y 10% respecto de abril último.
Este es un dato a tener muy en cuenta. Más allá de las encuestas de opinión pública, es el primero que refiere directamente al impacto que puede estar teniendo la turbulencia cambiaria en los bolsillos del público. Y en el ánimo.
De ambas variables se nutre la expectativa que motoriza a la economía. Nada menos.
Fuente: iProfesional