Del desacople a la ruina

02/06/2022

Por Sergio Dellepiane – Docente

Cuando, por las razones que fueran, las variables macroeconómicas de un país se evidencian desarticuladas, resulta harto complicado dedicar tiempo a pensar, elaborar y poner en práctica políticas productivas y sociales con el fin de satisfacer múltiples demandas insatisfechas de cada uno de los sectores que lo integran.

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En la economía real, la de todos los días, los sujetos intervinientes deben tomar sus decisiones en un contexto de incertidumbre “natural” propio de su existencia; pero si además deben adicionarle la incertidumbre que generan las decisiones de quienes fueron elegidos para administrar el bien común, todo se vuelve más complicado y dificultoso.

Para afrontar este tipo de escenarios, por lo general, el ciudadano de a pie elige habitualmente, actitudes defensivas, a fin de preservar y proteger lo, poco o mucho, obtenido.

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Es bien sabido que la actividad económica, individual y colectiva, se mueve en base a confianza, incentivos y expectativas. Cada uno de estos elementos deben ser abonados por los gobernantes para favorecer su dinamismo y así, multiplicar sus beneficios. Sin embargo, lo obvio no se presenta como una verdad evidente a la luz de actitudes, decisiones y comportamientos de quienes detentan temporariamente el poder. Al menos en nuestro país, por ahora.

Cuando se afirma que “Argentina tiene la maldición de exportar alimentos” (F. Vallejos – Abr’22) y que, por lo mismo, el país debe desacoplarse de los precios internacionales para adecuarlos internamente al bolsillo de los compatriotas, sólo consigue el efecto contrario al buscado.

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Desacople.

El pretendido y declamado “desacople” es una utopía ideológica que, en la historia de la economía mundial, puede rastrearse hasta mediados del S.XVIII. Fue tomando diferentes denominaciones según las geografías en las que se intentó imponer. Unos, en Francia, se denominaron “Falansterios” guiados por las ideas de Charles Fourier (1772 – 1837); otros, en Gales, “Nueva Armonía”, con Robert Owen (1771 – 1858) a la cabeza. Décadas después, la comuna de París (1871) aplicó los principios de la llamada “Primera Internacional” con el fin de desacoplarse de la Tercera República, sin conseguirlo, pero con efectos desastrosos. La hambruna fue tal que, para intentar alimentar a los parisinos, llegando al extremo de la desesperación, sacrificaron a los elefantes del zoo. Ilusoria pretensión de cortísimo plazo.

Durante el siglo pasado, el inspirador originario de estos ensayos de desacople fue V. Lenin, generador de la hambruna rusa que entre 1921 y 1922 terminó con la vida de millones de personas por falta de comida seguida por la represión brutal de campesinos que fueron culpados de la tragedia. Más cerca en el tiempo, Cuba y Venezuela también promovieron el desacople del mundo. Más recientemente Nicaragua. Resultados a la vista.

La utopía del desacople económico sólo ocasiona la destrucción de fuentes de trabajo; el deterioro del poder de compra de la moneda nacional; inunda de desidia al sentido de responsabilidad; suprime al mérito como fuente de progreso y multiplica los ilícitos como forma de supervivencia.

Nuestro modelo de desacople S.XXI, incluye la exacerbada emisión monetaria que alumbra, fundadas expectativas en mayores niveles de inflación para un futuro próximo. Propone también, apropiarse de una porción adicional del esfuerzo ajeno (“renta inesperada”, mayores retenciones a los ingresos, etc); promueve iniciativas de promoción social a través de manifiestas inequidades contributivas; pretende controlar los precios relativos, cuyo efecto sólo consigue reducir aún más el tamaño de la “Rhodesia”.

Lo único que obtiene, subestimando a los receptores del mensaje, es que todo lo que se intente desde el ámbito gubernamental tenga el carácter de transitorio, resulte inconducente y, por lo mismo, efímero. En Economía se dice que “irrumpe el empecinamiento prescriptivo”, pues se trata de curar al enfermo con la misma receta de siempre.

Como al marco de los incentivos, para invertir y producir, lo otorga la gestión de lo público, cuando el mismo se ve afectado por el rumbo, opuesto al sentido común, los agentes económicos toman decisiones de preservación y resguardo.

Representaciones.

Si la percepción del conjunto es que hoy estamos peor que hace un año y que dentro de un año estaremos peor que ahora, no habrá política económica que pueda alterar contundentemente las expectativas presentes. Lo único que no pueden hacer los gobiernos es dar señales de pasividad. Se deben mostrar activos para que la esperanza no se diluya y desaparezca.

Reconociendo que no hay viabilidad política sin viabilidad económica se hace necesario crear marcos institucionales previsibles y duraderos que encaucen los incentivos hacia procesos productivos que permitan recobrar la confianza perdida y satisfacer las expectativas de mejora que anidan, aunque adormecidas, en cada ser humano.

Continuar ensayando inútiles y fracasados mecanismos de desacople solo favorecerá el acelerado deterioro de la calidad de vida de una sociedad hastiada de tanta mentira organizada. Hasta podría interpretarse como otra forma de “viveza criolla” habida cuenta que se promueve el menor esfuerzo, a través del desacople, en lugar de intentar mantener el ritmo que moviliza al mundo desarrollado.

El futuro no es otra cosa que una construcción tanto individual cuanto colectiva, basada en la confianza mutua, los incentivos adecuados y las expectativas racionales de progreso y desarrollo.

Nunca de desacople.

“La globalización supone un crecimiento económico sostenido. En caso contrario, el proceso pierde sus beneficios y el apoyo de las mayorías” – Paul Samuelson – Nobel de Economía 1970