ENFOQUE PORTADA

Cuestiones monetarias olvidadas

Por Sergio Dellepiane – Docente

En Filosofía al término “ser” se lo emplea como sinónimo de entidad o de ente. Una cosa es, como tal, porque posee existencia y autonomía. La “esencia”, en cambio, es lo que constituye la naturaleza de las cosas, lo que de invariable y permanente tienen en contraposición con lo accidental, que constituye el conjunto de características variables o mutables de las cosas. Porque algo existe, ES; y se es, esto o aquello, porque posee características invariantes que lo hacen ser esto y no lo otro.

Una primera cuestión, en base al razonamiento precedente, es que no quedan dudas por las cuales, la antinomia entre coexistencia o competencia de monedas no es algo en lo que valga la pena perder demasiado tiempo. Sin coexistencia de monedas nunca podrá haber competencia entre las mismas. Para poder competir, antes tienen que existir, y deben hacerlo al mismo tiempo. El Patacón, acuñado entre 1881 y 1883, aún existe (en los museos y el poder de algunos numismáticos) pero no compite con el peso convertible que vio la luz en 1992. Este último, sí lo hace con el dólar que, aunque muy anterior en su creación (1792), aún convive en la economía real.

Una segunda cuestión alcanza a la esencia de la moneda. Para la Ciencia Económica algo puede y debe considerarse dinero si cumple invariablemente y al mismo tiempo las funciones de: Ser Medio de Cambio y/o Pago habitual, Ser Unidad de Cuenta, Ser Reserva de Valor y Ser un Patrón de Pago Diferido (poder usarse más adelante para cancelar una obligación futura contraída anteriormente). Si no cumple alguna o algunas de ellas, pierde su esencia, es decir deja de ser lo que debió haber sido, dinero.

Una tercera cuestión tiene que ver con aquello que pretendemos que el dinero haga o no, según nuestras necesidades y/o deseos. De hecho, el dinero no proporciona soluciones mágicas a los problemas macroeconómicos de un país. Si la respuesta para todos nuestros problemas y para todos los individuos fuera la emisión monetaria, no sólo habríamos acomodado nuestras inconsistencias sino también la de otros países, porque emitir, hemos emitido papel moneda a mansalva. ¿Dónde están los billetes de $10, $20, $50, $100, que se imprimieron desde hace 31 años? De $200 y $500 algunos circulan todavía. ¿Y los de $2000? Tampoco el dinero alcanza, por sí mismo y en casi ninguna circunstancia, pero menos aún en procesos inflacionarios crecientes y de largo aliento, para corregir las distorsiones microeconómicas de la gente de a pie. Lo invito a exponer sus ejemplos cotidianos para verificar lo que afirmo.

Una cuarta cuestión está asociada a la Constitución Nacional en referencia a la posible dolarización o no de la economía argentina pues en ningún lado está explicitado que haya que emitir una moneda nacional. El art.75, señala que “Corresponde al Congreso … (Inciso 11) Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras…”. Aún así, debemos recordar que, en la actualidad, entre nosotros, coexisten dos tipos de dinero nacional de curso legal y forzoso. Uno es el PESO CONVERTIBLE ($) Ley 23928 y el otro es el PESO ARGENTINO ORO (A$O) surgido mediante la Ley Federal 1130, vigente desde el 03/11/1881. El mismo no cuenta con acuñación de monedas ni emisión de billetes, pero regularmente, cada tres meses, el BCRA publica su cotización. Al 30/09/23, 1 (A$O) equivalía a $114.535,26. Se emplea en algunos tipos de contratos para simplificar la indexación, especialmente en sucesiones y en contratos navieros. El atractivo reside en que su emisión no depende del BCRA sino del Congreso Nacional. El mismo que, según la propia CN, debe: “Proveer lo conducente (…) a la defensa del valor de la moneda” (sic), pero nuestra moneda, en lo que va del año 2023 (9 meses) ya perdió el 44% del valor (poder adquisitivo) que presentaba el 01/01/23. La defensa que ha ejercido el Congreso sobre el poder adquisitivo de nuestro Peso Convertible ha sido, obviamente nula, y hasta contraproducente.

Así como la moneda no es un invento de ningún gobierno sino que es un descubrimiento del mercado como instrumento facilitador de los intercambios y, por lo mismo, es un bien (mercancía) transable como cualquier otro, debe quedar en claro que la dolarización no resuelve todos y cada uno de los problemas que presenta la Argentina como enfermo terminal; apenas si detiene el proceso inflacionario. Pero ante tanta miseria acumulada, incontinencia verbal, lujuria desenfrenada, ostentación irreverente y delirios insustanciales variopintos, es necesario recordar que tales ¿nimiedades? nos han hecho perder el centro, foco, eje, quid de la cuestión primordial. La centralidad de los problemas que padecemos está, por ignorancia, impericia y/o malicia, en el desmadrado gasto público que se refleja en un exuberante déficit fiscal al que debemos agregarle un incontenible déficit cuasi fiscal que se duplica cada 3 meses y que ahoga al más eximio nadador de aguas turbulentas.

Cuarenta años de democracia nos van dejando como resultado impresentable, a más de la mitad de los niños y jóvenes menores de 14 años hambrientos e ignorantes, trabajadores registrados pobres y adultos mayores que, como aportantes genuinos al agujero negro de la seguridad social, están absolutamente desamparados ante la negligente y miserable inacción efectiva del gobernante de turno. Sobre salud pública y seguridad ciudadana, mejor mantengamos un piadoso silencio. Todas funciones indelegables de un Estado AUSENTE.

Es decididamente inmoral, al menos por ahora, continuar perdiendo el tiempo en discusiones inútiles y estériles sobre dolarizar o no la economía nacional; si imponer vouchers educativos o continuar deseducando como hasta el presente; si reducir la cantidad de días de trabajo o mantener la semana laboral de 44 hs; si vale la pena dedicar tiempo y esfuerzo a analizar la genialidad del “Peso Digital Argentino” y tantas otras banalidades que se nos aparecen, cuanto menos, como oportunistas y de ocasión.

En Economía nada explota, pero todo ´puede empeorar, hasta lo indecible, si continuamos haciendo lo mismo, independientemente de la mayor o menor intensidad con la que lo intentemos. Los resultados alcanzados, en todas y cada una de las cuestiones sociales que se pretendan analizar, eximen cualquier comentario.

¿Hasta cuándo?

“Una vez establecido el papel moneda es difícil suprimirlo cuando es el Estado el que lo emite porque suprimirlo es deshacerse del poder de levantar empréstitos ilimitados y sordos; es abdicar el poder omnímodo de disponer de la fortuna de todo el mundo.

Y como sólo el Estado puede obligar al Estado a dejar ese poder, su abdicación es un milagro de abnegación sobrenatural.

No hay más que una esperanza de que el papel moneda de Estado una vez establecido y convertido en hábito, desaparezca; y es la de que arruine y entierre al gobierno que lo ha creado, por su propia virtud de empobrecimiento y de ruina.

Entonces se verá producirse este fenómeno, que no es sino muy concebible y natural: que el gobierno que necesitó crear el papel moneda para existir tendrá que suprimirlo para conservar su existencia”

J. B. ALBERDI – Estudios Económicos – compilado por J. Ingenieros (1916)