Crónica de una agonía exasperante
28/07/2022

Por Sergio Dellepiane – Docente ///
Cualquier agudo observador de los avatares económicos por los que ha transitado nuestro país a lo largo de su historia, bien podría registrar en su bitácora de sucesos increíbles que, el otrora “granero del mundo”, se encuentra recorriendo el vertiginoso descenso al que conduce el “estado presente”, que culmina inexorablemente con la destrucción de su moneda nacional de curso legal.

Llevamos cinco cambios monetarios en menos de 150 años, pero cuatro acontecieron en los últimos 52.
El 3 de Noviembre de 1881, durante la primera presidencia de Julio A. Roca, se sanciona la Ley 1130 de “unificación monetaria nacional”, determinando que fuese el “Peso Moneda Nacional” (m$n) la denominación que adquiriese el dinero para todas las transacciones económicas que se llevaran a cabo en el territorio argentino.

Los primeros billetes, con este apelativo unificado, aparecen en 1899. El “Peso Moneda Nacional” rigió hasta 1969; lo reemplazó el “Peso Ley 18.188” entre 1970 y 1983; siendo sustituido, a su vez, por el “Peso Argentino”, entre junio de 1983 y Junio de 1985; cuando se lo cambió por el “Austral” que circuló hasta finales de 1991. El Decreto 2128 del 10/10/91 dispuso la puesta en vigencia del “Peso Convertible” a partir del 01/01/92. Quinta denominación, por ahora, que ha recibido nuestra moneda soberana.
La paridad fijada, en este último caso, establecía que Un Peso equivaldría a 1000 Australes y a Un Dólar estadounidense. Por esto lo de convertible uno a uno. A juzgar por los hechos, nuestra moneda tiene cada vez menos de convertible y más de peso, entendido como lastre, en los bolsillos de los ciudadanos. De la unidad del peso convertible sólo quedan vestigios, aunque resulta equivalente a 10.000.000.000.000 (diez billones) del original peso moneda nacional.

Desde 1983, la economía nacional ha sido literalmente “empapelada” con 45 tipos diferentes de billetes. Esta vasta iconografía monetaria condensa, de algún modo, los diversos momentos económico-financieros, sociales y políticos de un país que no ha sabido, no ha podido y/o no ha querido controlar eficazmente a una de las variables macroeconómicas principales: la inflación.
Moneda.
Desde la creación del BCRA en 1935, la Tasa de Inflación acopiada, ya supera a la impronunciable cifra de 5.909.557.927.090.450%. Lo que equivale a una tasa promedio acumulativa anual del 52,54% durante los últimos 86 años, calculada por medio del interés compuesto. (R. Cachanosky – 5/2022)
De tal magnitud es la debacle monetaria, medida por poder adquisitivo, que hemos asistido recientemente a una desubicada pretensión de introducir la paridad de género en una cuestión que la excede absolutamente.
La multiplicación de la cantidad de unidades físicas de billetes de todas las denominaciones habilitadas, durante los últimos 30 años ha sido, no sólo desmadrada sino monumental. La emisión monetaria para solventar el gasto del “estado presente” es la causante de su propio exterminio, pues ha aniquilado su poder de compra. Toda comparación siempre es odiosa y, por lo mismo, injusta; pero resulta inevitable. Con el billete original de $100 podían comprarse u$s 100, o 30 kgs de asado, o 200 lts. de leche en sachet, o 100 porrones de cerveza. Hoy puede adquirirse poco más de 1/3 de dólar, algunos gramos de asado, pero no alcanza para el litro de leche ni para la birra de medio litro. Con el fin de mantener su poder de compra el número que figura en el billete referenciado debería ser modificado por otro de 5 cifras.
Del billete original de $100 se imprimieron inicialmente 200.000 unidades. Hoy circulan más de 2400 millones de unidades. Su impresión se multiplicó más de 12.000 veces.
El billete de mayor denominación circulante, el de $1000, vio la luz en diciembre de 2017 con 19,4 millones de unidades. Hoy superan ampliamente los 2000 millones “físicos”. En 4 años agotó el abecedario para sus series.
Pese a que el año 2021 marcó el despegue definitivo de la modalidad digital para los pagos y transferencias de dinero; la cantidad de billetes en circulación, incluidas todas las denominaciones, se acerca a los 10.000 millones de unidades de modo vertiginoso (BCRA – Balance – 2T. 2022)
Depreciación.
La experiencia cotidiana magnifica la dimensión de la debacle. Lo que hasta no hace mucho tiempo era una moneda con valor, hoy representa apenas más que nada.
El “dolor de ya no ser” podría modificarse si se decidiera inteligentemente agregar varios ceros en los billetes que manejamos asiduamente, aunque sería la manifestación palpable de lo que se pretende negar oficialmente, pero que se vive y se sufre como una maniobra infantil para ocultar lo evidente.
La ciencia económica sostiene como verdad trascendental que el origen causal de todo proceso inflacionario es el excedente de emisión monetaria (por encima del nivel de producción de un país). Por lo mismo, lo único capaz de frenar su dinámica creciente y perjudicial, es reducir y/o suspender la misma hasta alcanzar el equilibrio, transformando la moneda de curso legal en un bien escaso y, consecuentemente, valioso. En cuestión de política monetaria “lo que abunda daña”.
Durante el período transcurrido entre 2011 y abril 2022, la base monetaria se multiplicó por 28; pero durante el mismo lapso de tiempo, el crecimiento económico promedio del país fue CERO.
El Peso convertible, en su corta existencia, ha podido darnos 10 años (iniciales) de una endeble estabilidad y luego, algo más de 13.500% de inflación acumulada hasta este, nuestro presente.
De continuar obcecadamente por el sendero actual, cada vez falta menos para solicitarle al marmolero, que esculpa en letras de molde su epitafio.
“El monopolio de la emisión de dinero, … no tiene su origen en el beneficio para el pueblo sino únicamente en el deseo de aumentar los poderes coercitivos del Estado” – F. A. Hayek (1899-1992)