Casamiquela, ¿más de lo mismo?
02/01/2018
Con cautela –y en algunos casos con ironía– los productores agropecuarios recibieron la designación de Carlos Horacio Casamiquela, un ingeniero agrónomo que realizó prácticamente toda su carrera profesional en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), al frente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. “Peor que (el ex ministro Norberto) Yauhar no creo que sea; éste, por lo menos, ha andado por el campo”, dijo un chacarero de Paraná Campaña a los pocos días de las modificaciones introducidas en su gabinete por la presidente Cristina Kirchner.
La pregunta que todos se hacen, sin embargo, es si el nuevo ministro está dispuesto a realizar los cambios que reclaman los productores o, al menos, discutirlos con sus pares y la jefa de Estado. Para eso, además, habrá que ver si Casamiquela actúa efectivamente como ministro de Agricultura –Julián Domínguez y Norberto Yauhar, sus predecesores, se subordinaron sin siquiera ruborizarse al otrora todopoderoso Guillermo Moreno, a pesar de su menor jerarquía–.
Hasta el momento, Casamiquela ha dado pocas señales concretas sobre los temas más conflictivos entre el campo y el Gobierno y sólo ha mencionado generalidades con las que es difícil estar en desacuerdo. Así, por ejemplo, el ministro dijo que los ejes de su gestión pasarán por el agregado de valor en origen –tema en el que ya ha trabajado al frente del INTA– y por mejorar la competitividad, especialmente de las economías regionales.
“Vamos a trabajar muy fuerte sobre las economías regionales, sobre el concepto de valoración y valor agregado en origen. Queremos introducir el tema de las manufacturas que cada tanto se discute en el país”, remarcó, porque en la Argentina todavía se dan “situaciones difíciles de explicar, como el hecho de que le vendemos maíz a Chile y le compramos cerdos”.
Enfoques. Añadió, además, que su gestión tendrá dos enfoques: uno sobre las cadenas de valor, dando prioridad a los dos extremos de la cadena; y el otro hacer foco en el desarrollo territorial.
A propósito de la competitividad, Casamiquela admitió que es un tema que “preocupa a toda la economía” y destacó que su intención es contribuir a mejorar la competitividad, “sobre todo en lo que hace a las economías regionales”.
No dio precisiones, sin embargo, sobre cuáles serán las herramientas a las que apelará para devolver la rentabilidad al sector, cuyas principales actividades están pasando por momentos más que complicados, de manera especial en las extrapampeanas.
Casamiquela, cuya capacidad técnica y conocimiento del sector no se discuten, trató de evitar, siempre con elegancia, pronunciarse sobre los temas más espinosos que han enfrentado duramente a los productores agropecuarios con el Gobierno: la presión fiscal –con las retenciones a la cabeza–, los cupos a las exportaciones y la creciente inflación que dispara los costos de producción, entre otros.
Cada vez que se lo ha consultado al respecto ha dicho que esos temas “no son de mi área”. No son de su área, es verdad, pero impactan de lleno en su área. Aquella respuesta, entonces, tal vez suponga una subordinación de Agricultura al Ministerio de Economía y a la Secretaría de Comercio Interior, con lo que no variaría la situación que se ha dado hasta ahora.
Ejes. De ser así, los grandes temas que preocupan a la mayoría de los productores deberán tratarse con el ministro Axel Kicillof y el secretario Augusto Costa.
Casamiquela, por otra parte, puso en duda la representación de la Mesa de Enlace integrada por la Federación Agraria, Confederaciones Rurales, Coninagro y la Sociedad Rural, cuyos dirigentes le pidieron una audiencia ni bien asumió. “De ninguna manera (la Mesa de Enlace) es representativa de todo el sector. Hay miles de productores que no tienen un grado de representación formal en las entidades hoy vigentes. Está perfecto, reconozco que existen, pero vamos a discutir las problemáticas con todos aquellos referentes del sector”, expresó.
No obstante, se mostró dispuesto a entrevistarse con las cuatro tradiciones entidades patronales del campo, pero no dio fechas ni dijo si lo hará con las cuatro juntas o en forma separada, un tema que no es menor para las entidades del sector.
A propósito del diálogo, hace unos días, en oportunidad de un encuentro de funcionarios nacionales con empresarios de distintas actividades, dos de los principales dirigentes del sector agropecuario lograron cruzar unas pocas palabras con el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien les prometió reunirse con el campo. “Esperen un poco, denme tiempo, y vamos a charlar”, les dijo, palabras más palabras menos, el chaqueño. Esta respuesta del “Coqui”, dicen algunos testigos, dejó conformes a esos dos dirigentes. Uno de ellos, incluso, estaría dispuesto a aceptar que las entidades se reúnan por separado con el Gobierno, siempre y cuando la lista de reclamos se consensuada.
En fin, hasta el momento sólo se han conocido algunos lineamientos generales, promesas de diálogo y reuniones con distintos actores que conforman el variopinto sector agropecuario argentino, lo que no es poco en una relación Gobierno-campo que siempre ha sido tormentosa.
Casamiquela, está claro, es un dirigente absolutamente leal al Gobierno, su gestión en el INTA –muchos le reprochan la kirchnerización del organismo– así lo certifica, y, en consecuencia, parece difícil que se aparte o siquiera discuta los puntos centrales de las políticas instrumentadas por el oficialismo.
Escenario. El panorama económico, sin embargo, cambió y como la necesidad tiene cara de hereje –según la sentencia el viejo refrán–, acaso se abra una etapa en la que se discutan algunos puntos que hasta el presente no han sido tenidos en cuenta por parte del Gobierno.
El Estado, por ejemplo, necesita dólares y el sector agropecuario puede aportárselos. Una flexibilización de los cupos de exportación sería, quizá, un camino posible; una baja de las retenciones, en algunas actividades puntuales, que no afecten fuertemente la recaudación fiscal, sería otro. Habrá que esperar.
Sea como fuere, los productores no deben esperar grandes modificaciones –la eliminación generalizada de las retenciones, por ejemplo, es una utopía–, sino solamente modificaciones posibles.
En poco tiempo más, tal vez, se sepa si la asunción de Carlos Horacio Casamiquela es el inicio de una nueva etapa o sólo será más de lo mismo.
Para destacar
Casamiquela, está claro, es un dirigente absolutamente leal al Gobierno, su gestión en el INTA –muchos le reprochan la kirchnerización del organismo– así lo certifica, y, en consecuencia, parece difícil que se aparte o siquiera discuta los puntos centrales de las políticas instrumentadas por el oficialismo.
A propósito de la competitividad, Casamiquela admitió que es un tema que “preocupa a toda la economía” y destacó que su intención es contribuir a mejorar la competitividad, “sobre todo en lo que hace a las economías regionales”.