El gobernador entrerriano comienza hoy a desandar su último año de gestión con más desafíos de lo que la realidad parece indicar y, quizá, de lo que él mismo imagina. En su séptimo año tomó algunas decisiones, especialmente en la segunda mitad, donde retomó la iniciativa política y su gestión se vio más dinámica. Y si bien su imagen personal se mantiene muy alta según las encuestas y su gobierno tiene alta aceptación, el cambio en el espíritu de época parece, al menos en las percepciones generales, una tromba irrefrenable que amenaza con cambiarlo todo y deberá tomar medidas estratégicas. Resistencia e imaginación ante un creciente ajuste del kirchnerismo nacional, mayor inversión en los sectores productivos de la provincia y muñeca política para conmover a la población en un año electoral; los tres fantasmas que lo esperan en el diván. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines
Countdown. Comienza la cuenta regresiva. El gobernador Gustavo Bordet se sube hoy al último primer día en el último año de su segunda gestión al frente del Poder Ejecutivo provincial.
Nobleza obliga, habrá que decir que superó el 2022 con cierta holgura, tanto que su imagen de “amianto” a la que nada parece afectarle negativamente -como dicen en la oposición-, como su Gobierno no sufrieron sobresaltos en un año signado por inestabilidad política nacional, alta inflación, caída del poder adquisitivo de los sectores medios y bajos, retracción económica y la descomposición de la imagen presidencial de Alberto Fernández –siendo el primer gobernador en abrazarlo hace apenas dos años para evitar lo que finalmente no pudo-.
Y como si fuera poco, el Peronismo es un perro que se muerde la cola y está mareado de tanto girar en el mismo remolino que genera la fuerza centrípeta del movimiento de Cristina Fernández de Kirchner, quien a pesar que muestra la mayor debilidad del larguirucho segmento de tiempo que concentra el poder, sigue reteniendo la centralidad y todo parece hoy debatirse entre la disyuntiva de no despegarse de ella, para evitar su cólera; y en no dejarse hundir cuando se abrace a lo que tenga a mano para no ahogarse.
La agenda política que planteó el Gobernador no encontró barreras y todo indica que su derrotero avanza de acuerdo a sus planes, con una oposición política que prefiere no hacer olas, en ese conservador apotegma de no intervenir cuando el enemigo se está fagocitando a sí mismo.
Superó Bordet el “comezón del séptimo año”, que tan dramático suele ser para los matrimonios.
Sin embargo, en 2022, es decir en su séptimo año, no logró revertir lo que en lo simbólico y en la representación política fue la dura derrota electoral que Juntos por el Cambio le infligió en 2021 en la provincia de Entre Ríos y que dejó un escenario político que (a seguro lo llevaron preso), parece haber prescripto un destino.
Para los matrimonios, ese séptimo año suele ser bisagra; y la relación entre Bordet y los entrerrianos tiene algo de esto en su composición metafórica.
Dicen que tras siete años de convivencia, el amor y el entusiasmo no fluyen como antes y aparecen tentaciones peligrosas. La fantasía de tener una aventura con otra persona empieza a sonar con más fuerza en la cabeza. A esta crisis se la conoce como “la comezón del séptimo año”. La idea se ha extendido en el mundo y proviene de la obra teatral de George Axelrod, estrenada en Broadway en 1952. Más tarde, en el año 1955, se estrenó a la famosa película de Billy Wilder que también se llamó “The seven year itch”.
La película plantea la enorme tentación que tiene un hombre casado ante los coqueteos de su vecina (Marylin Monroe), a los que finalmente no sucumbe por respeto a su familia.
Por primera vez en más de 20 años el Peronismo entrerriano se enfrenta a la posibilidad de la infidelidad. Un hecho de los que muchos de los próximos electores ni siquiera fueron testigos nunca.
Desafíos.
El Gobernador sabe que será un año difícil. Lo sabe desde las 17 horas del tercer día del mes de agosto pasado cuando Sergio Massa asumió al frente del Ministerio de Economía de la Nación para evitar que Cristina asuma nuevamente al frente del Ejecutivo nacional ante el riesgo de diáspora y acefalía que se avecinaba como una tormenta perfecta.
Además de oficiar de prestidigitador del tiempo, el espacio y las palabras, el tigrense debería ser –y sin dudas lo fue en estos casi 130 días- un encantador de serpientes para afinar el gasto público y acomodar el desborde monetario, sin excitar al FMI ni fastidiar a CFK.
De acuerdo un informe periodístico publicado este miércoles en La Nación, el ajuste que viene instrumentando en algunas partidas el ministro de Economía llegó fuerte a las provincias: en noviembre, las transferencias no automáticas (por fuera de la coparticipación y leyes especiales) de la Nación a las provincias cayeron 45,8% en términos reales. Los únicos distritos que evitaron el ajuste fueron La Rioja y Tucumán, que registraron un alza real de 12,8% y 87,5%, respectivamente. “Los giros por fuera de la coparticipación son, desde siempre, una forma de disciplinar a los gobernadores y de apoyar a aquellos cuyos distritos son claves para la administración nacional”, asegura el informe firmado por Gabriela Origlia.
Estas transferencias incluyen partidas de los diferentes ministerios que se gestionan de manera discrecional, por fuera de lo que establecen la coparticipación y las leyes especiales. Alcanza, por ejemplo, a los giros que la Anses le debe hacer a las Cajas de Jubilaciones provinciales no transferidas a la Nación (13 en el país), los que están congelados por lo que, en el cálculo, marcan una caída real.
La segunda decisión que tomó el Gobernador en este sentido se la reconocen los propios funcionarios de su plantilla cuando dicen “Bordet salió del modo Bordet”.
El dirá que nunca estuvo en ese estado, pero son estos mismos funcionarios quienes lo habían encasillado con esta frase en sentido contrario, apenas un año atrás.
Dicen más. Aseguran que parece que sobre el final del año el Gobernador “decidió ponerse la campaña al hombro” y se lo pudo ver en un ritmo más vertiginoso.
Claramente, además de la regularidad que exige la gestión cotidiana, se mostró dinámico y aceleró las promesas que le había hecho al sector industrial de la provincia con decretos y leyes que abren un escenario inédito en la relación entre ambos a partir del aporte estatal para generación de empleo privado, el ordenamiento de parques industriales y la promoción de la industria, con una inversión pública cercana a los 100 millones.
Días atrás presentó en sociedad “Billetera Entre Ríos”, una herramienta comercial para el sector de comercios y servicios y la población que busca darle un impulso al mercado, favorecer a los comercios de proximidad y lograr “derramar” la renta local hacia los negocios menos favorecidos, con un necesario blanqueo e impacto en los impuestos.
Según estimaciones, esta política, que no dejó totalmente conforme al comercio por incluir sólo dos sectores- demandaría del gobierno unos 40 millones al mes, lo que requería unos 500 millones en lo que resta de gestión.
Le prometió al turismo la concreción del Ente Mixto –tras una necesaria reformulación- que tanto viene pidiendo el sector y que tiene dos proyectos de ley muy avanzados. Esta decisión implicará –según actores del turismo provincial- unos 120 millones de pesos, sin contar la parte administrativa.
Con esto se advierte que Bordet decidió abrir la billetera y disponer de los 32.190.556 pesos del superávit fiscal con la provincia contaba al inicio del mes de octubre.
En el fondo, este año se caracteriza por estar atravesado por una elección clave para la provincia.
Pero el escenario se podría complicar si, como todos los pronósticos climatológicos lo adelantan, la sequía en la provincia trasunte en una emergencia inédita, y el Estado provincial debería resignar ingresos y sumar aportes al campo, complicando la ecuación.
De hecho, la Mesa de Enlace de Entre Ríos ya pidió su declaración.
El horizonte no está claro para el año que comienza con menor recaudación en términos reales, como ya lo expresan los indicadores de fin de año y no hay duda que la Nación avanzará con las provincias ante los desajustes que genera una ya insoportable deuda en pesos que cada vez cuesta más esterilizar y una no menor insoportable inflación producto de la desatada emisión.
Dicen cerca del gobernador que éste aspira a dejar los pesos necesarios para que su sucesor pueda pagar el mes de diciembre de 2023, el medio aguinaldo y la primera cuota en dólares que vencerá en 2024, luego de la refinanciación.
En el fondo, Bordet es una prolijo contador criado con los viejos libros, dominado por el debe y el haber.
Poder.
Gustavo Bordet logró, durante 2022, en su séptimo año, consolidar un poder mucho más etéreo y líquido que sus antecesores dentro del peronismo, pero tan o más efectivo que Busti y Urribarri.
Hoy es el gran elector del comicio que viene, y nada se mueve sin su anuencia. No tiene ante sí ningún frente judicial abierto, y seguramente culminará su camino en la cúspide sin sobresaltos, lo cual no deja de ser un dato esencial para una provincia que aspira a los pantalones largos.
Habrá que decir que su cuidado por una provincia más institucional ha marcado un nuevo esquema hacia adentro, y Entre Ríos es hoy mucho más seria y cuenta con otra perspectiva.
Sin embargo, en la “comezón” del séptimo año ensayó algunos pasos que están lejos del espíritu que declama.
Su posición ante la modificación de la composición del Consejo de la Magistratura, el sesgo que mostró su gobierno ante la controversia por el caso del Fiscal Cecilia Goyeneche y –tengo para mí- su obligada y exigida defensa pública de Cristina Kirchner con argumentos de persecución, law fare y esas minucias extemporáneas lo ubican lejos de su deseo inicial.
Paradójicamente, su incidencia en la vida política institucional en 2023 será la más alta de todo su período, pero simultáneamente comenzará un declive que en el peronismo se lee sin dudas ni vaguedades: no hay poder bifronte.
He ahí el principal desafío a su futuro, si es que quiere que su nombre no se diluya como arena entre las manos. La dilución de su liderazgo dependerá de quién reciba su bendición y cuyo nombre figure en lo más alto de la lista. Pavada de changa para un gobernador que –como todos- no ha trabajado por una sucesión ordenada de nombres, le ha escapado a la continuidad armónica esquivando la naturaleza efímera del poder y ante la posibilidad que el peronismo sufra su peor derrota a nivel nacional en la historia. El ocaso es un umbral inevitable de la condición efímera del poder.
Comienzan a ordenarse los tiempos, pero no así los escenarios en Entre Ríos. Bordet necesita cantar el vale cuatro en los próximos días, pero la mano le dio tres sotas, y del otro lado le vieron las señas.
Necesita un delfín que cumpla con todos los requisitos, especialmente el de enamorar a un electorado apabullado por una economía exangüe que no da señales de seducir a nadie. Se advierten señales de revoluciones calladas en el subsuelo de las expectativas generales. Nada más cómplice de lo que no se puede anticipar que el silencio y la apatía. Los encuestadores comienzan a entenderlo en estos años inestables. Él lo sabe, también, y mejor que nadie.
El mundial de fútbol está llegando a su fin. Ahora ya sobrevuela el espíritu navideño sobre nuestras acomplejada sociedad. Detrás están las vacaciones y cuando vuelva a salir el sol sobre la arena política quedará muy poco tiempo para el posicionamiento de un nombre con la firmeza que la situación requiere.
Bordet no es candidato, aunque su nombre no estará exento, y puede irrumpir un nerviosismo inédito en un partido acostumbrado al poder y a las mieles del Estado, y al que podrían imponer la triste realidad de mirar la fiambrera por ocho largos años.
Si esto sucede, Bordet recibiría las distintas facturas de una organización política construida para el poder, que hoy se encuentra desmovilizada, sin candidato y con la marca de agua de un nuevo tiempo.
Pero no hay que alarmarse. Sin dudas que el peronismo tiene la genética política para reconstituirse desde el suelo como Terminator. Sin embargo, es claro que será otro quien conduzca la ambulancia recogiendo a los heridos.
Algunas semanas atrás, el periodista Federico Malvasio elucubró –según él con fuentes del mismo gobierno- y dejó trascender que el gobernador podría tener “un tapado”, que incluso provendría del mundo empresario que despertó un leve movimiento de entusiasmo en la comisura en los labios en muchos de la pléyade acostumbrada a los privilegios de pertenecer en Entre Ríos, pero esa hipótesis no pareció avanzar demasiado.
Tanto es así que el intendente de Paraná, Adán Bahl, amagó en volver a decir esta boca es mía, con la clara intención de volar hacia el fuego como las mariposas. No hay que desestimarlo. Sus lugartenientes se mueven en esa convicción. Contra todo pronóstico,
Gustavo Bordet comienza a transitar sus últimos pasos con un estilo propio, bien definido y con una forma de gobernar que le terminó granjeando los resultados que esperaba, con la paciencia de un alquimista que se impuso por perseverancia. El rictus de su rostro casi no conoce variantes al cabo de siete complejos años.
Sin kirchnerismo interno, casi; sin intendentes fuertes capaces de cuestionarle su liderazgo; y sin divisiones intestinas, se ve ahora “centro del laberinto que tramaron tus pasos”. Por eso no será un año fácil.
En el tiempo de descuento todo se volverá a amenaza para él, y lo sabe. La economía no le traerá buenas noticias, y deberá estar más justo en todo. La sociedad espera de él lo que él le ha dado en todo este tiempo, y su relación no se modificará para ningún lado.
En la arena política le esperan decisiones clave, sensibles, con resultados inciertos que pueden configurarle un escenario ulterior muy distinto al que imagina hoy.
Quizá esté abriendo la puerta de tu año más tormentoso en el gobierno.
Es posible que, fiel a su estilo, Bordet esté dejando a los entrerrianos, al final de su ciclo, una provincia que retumba por su normalidad, por un anodino sentido de previsibilidad al que nos cuesta acostumbrarnos, a una hoja de ruta que define los mojones en su andar.
La provincia crece poco, es cierto, y quizá muchos esperamos el estertor del movimiento, el fulgor que emerge del despabilamiento. Pero eso ya le escapa al gobernador, a pesar que lo prefigura. Este año será un año electoral, y los que definen el guión en el retablo optarán, en muchos casos, por desensillar hasta que aclare.
Bordet no podrá darse ese lujo.