Bordet se adelantó y jugó fuerte; ahora todos esperamos el VAR

20/02/2022

El gobernador entrerriano y su senador más cercano tomaron la decisión de avanzar hacia el Albertismo tardío apoyando abiertamente el acuerdo con el FMI contra el kirchnerismo duro. Sin embargo, el Presidente da señales ambiguas y los antecedentes de la ira de CFK  vuelve a sobrevolar en Entre Ríos, que recibió a Manzur y ahora llega Alberto. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines

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En el fútbol hay una frase que define un concepto esencial que no siempre los jugadores aplican o interpretan. “Siempre es mejor llegar que estar”.

En la dinámica moderna, es clave la movilidad, la repentización y la sorpresa. En el fondo, la moraleja ubica la necesidad de anticiparse y evitar la expectativa del rival para no quedar neutralizado (derivación de neutral) y encontrar un espacio donde la pelota lo encuentre con posibilidad de proyección.

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Mucho de esto –contra el prejuicio general- hizo el gobernador Gustavo Bordet a través de su delfín Edgardo Kueider, quien junto a un reducido florilegio de senadores (el correntino Camau Espínola, el jujeño Guillermo Snopek y el salteño Sergio “Oso” Leavy) sentaron posición sobre el acuerdo pendiente de aprobación en el Congreso con el Fondo Monetario Internacional.

Ubicarse del lado contrario a Cristina Kircher en el mostrador de la política, nada menos que la jefa de un peronismo genuflexo de las últimas décadas, no deja de ser una arriesgada jugada que lo desmarcó y lo puso en situación inédita para lo que ha sido su recorrido, más bien anodino cuando había que decidir en la bifurcación entre el camino y el atajo -que ya decía Martín Fierro nunca ha sido bueno y por eso se inventó el primero-.

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Aunque, quizá, la mayoría coincidimos en la certeza de apoyar el acuerdo, su osadía no deja de ser una maniobra que puede dejarlo de cara al arco con serias posibilidades para el futuro político de su grupo el de la provincia en los dos años que quedan de su gestión.

Quién lo hubiera dicho…, en una decisión que no se esperaba, quedó mano a mano con el arquero como el infalible Pablo Magnín, el goleador que por estos días descolla en su querido Tigre Football Club. Bordet encabeza hoy la nómina de los gobernadores que vuelven a apostar a la creación de un Albertismo genuino, aunque en una versión tardía, con Cristina mirándolo por televisión.

Riesgos.

“Bordet tiene perfectamente medido el volumen político del kircherismo en Entre Ríos y esta jugada no es improvisada. Él sabe lo que tiene para ganar y para perder con esto. Los muchachos cercanos a Cristina en Entre Ríos hoy son como una patrulla perdida de los japoneses que creen que se sigue peleando una guerra que terminó hace años. Ojo al que compre a Bordet por boludo, al final del día pudo haber perdido toda su apuesta”, describió un viejo dirigente vinculado al Bustismo que lee en términos de porotos este movimiento desde el peronismo provincial.

Es cierto que el kirchnerismo no logró nunca encontrar una plataforma sólida para asentar un esquema político que le brinde alguna proyección dentro de los límites provinciales.

Es que, quizá, una de las características más particulares del partido de gobierno es que la necesaria transición entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer no se ha dado todavía, y un espíritu más cercano a un peronismo clásico sigue imponiéndose en las representaciones culturales de la política vernácula.

Entre Ríos ha sido más bien hostil al avance del kirchnerismo, especialmente de la Cámpora que nunca encontró las arterias para hacer circular su discurso refractario, exceptuando algunas expresiones juveniles y las mencionadas patrullas perdidas.

Adán Bahl prefirió no tenerlos en sus listas cuando decidió competir por la intendencia de Paraná y no cedió a sus presiones. Jugó sin ellos y no le fue mal, y quienes tenían una simpatía política inicial con la Cámpora no dudaron un tranco de pollo en acomodarse el saco con ambas manos y defender abiertamente la gestión municipal.

Bordet tampoco se ha jugado nunca por Cristina de modo meridiano. Un memorioso dirigente recordó a Dos Florines dos entrevistas concedidas al diario La Nación donde el concordiense no dudó en decir esta boca es mía. “El kirchnerismo es un proceso terminado”, vaticinó allá por abril de 2016. Y por si había dudas en que “nunca hubo buena onda con CFK”,  en abril de 2019, en los prolegómenos de las presidenciales de ese año, la fuente trajo al presente el episodio de cuando le preguntaron desde el mismo periódico si prefería a Roberto Lavagna o a Cristina.

No hace falta que recordemos cuál fue la respuesta.

En estos últimos años Bordet nunca fue invitado al Senado, Cristina no vino a Entre Ríos y no compartieron actos públicos y, que se sepa, no tuvieron encuentros privados.

No hace muchos meses, algunos dirigentes que mojan el pancito en distintas ollas quisieron acercar posiciones entre la vicepresidenta y el actual gobernador entrerriano,  a través de Máximo Kirchner.

“Pasará mucho tiempo para que Cristina y Gustavo vuelvan a encontrarse”, dicen que dicen que dijo el heredero de la dinastía política de Néstor acerca de ese etéreo e inasible encuentro.

En este proceso, hubo una cereza en el postre y fue la elección por la que, por un puñado de votos, la candidata de la jefa -la feminista y peronista, como ella misma se define-, Stephanía Cora, no pudo acceder a la banca. Desde el kirchnerismo se acusó directamente a Gustavo Bordet de ir a menos para no facilitarle el ascenso a Cora, y ese Sambenito que se le colgó desde la vicepresidencia será muy difícil quitárselo. Tanto como que Bordet y Frigerio tienen una relación más que cercana, para decirlo en modo elegante y evitar el buen romance; en otra elucubración que nace en la cabeza de CFK.

No deja de ser una rémora de medievales prácticas inquisitoriales, pero  viniendo de quién viene, la marca lo perseguirá hasta el fin de sus días políticos. No obstante, los muertos que vos matais….

Amenaza.

Esto lo vivió en carne propia el recientemente fallecido tres veces gobernador de la provincia y ex legislador nacional Jorge Busti.

Bordet debería recordar el episodio por el cual su coterráneo cayó en desgracia a los ojos de la jefa, a comienzos de siglo y siendo senador. Cristina había pedido tabicar el acceso de senador por Catamarca y hombre fuerte del sindicato gastronómico, Luis Barrionuevo. Por entonces el peronismo más ortodoxo respaldó explícitamente al que había pedido a los argentinos dejar de robar por dos años.

CFK nunca le perdonó a Busti “la traición” y jamás se saludaron en los 20 años que sucedieron entre el hecho y el deceso del dirigente entrerriano. La definición no sólo sirve hoy a la apostilla política, sino que se materializó y fue muy bien utilizado por Sergio Urribarri a la hora de desconocer la ascendencia política de Busti en Entre Ríos apoyándose en Cristina durante sus dos mandatos al frente de Entre Ríos.

“Rodilla huele a pino”, solía metaforizar con desparpajo quien había sido su hombre de confianza, criatura política y ministro más importante en una exquisita licencia literaria que sonrojaría al mismísimo García Márquez y que puede traducirse como: “el pelado está afuera y ahora mando yo”.

Pero volvamos al tronco y bajemos de las ramas para concentrarnos en los avatares que  sobrevienen en el umbral de esta tercera década del siglo XXI. Desde el corazón del bordetismo no dudan en describir sin rodeos el escenario que alumbró esta decisión de hacer la diagonal y levantar la mano pidiendo la pelota.

“Nosotros fuimos, somos y seremos peronistas, nunca camporistas. Con esos chicos no nos entendemos y no compartimos casi nada de su visión política. La apuesta por Alberto que hizo Bordet es coherente con lo que pensamos siempre y esperamos que pueda desarrollarse una fuerza que lo lleve a la reelección en dos años. Bordet sabe lo que hace, y quédense tranquilos que ya debe tener el nombre de quién lo va a suceder como candidato en la provincia dentro de dos años, y será alguien muy leal e identificado con su forma de pensar y actuar”, confió un alto dirigente cercano al Gobernador en una charla con empresarios apenas una semana atrás.

Todo parece ir eslabonándose y desde el Gobierno quieren que se lea como pasos firmes y directos, con un marcado sentido estratégico.

Números.

La primera tentación de cualquier analista sería ésta: “El Gobernador no quiere sobresaltos hasta el final de su mandato y busca asegurarse fondos”.

Pero, en rigor, con la deuda provincial refinanciada -léase pateada para adelante- y los números en relativo orden, el motivo parece ser eminentemente político.

De acuerdo a los números oficiales y al análisis de algunos analistas privados, Entre Ríos pasó de una situación deficitaria (2017) a una superavitaria (2021). Dicho proceso se caracterizó por una contracción general de ingresos y gastos, pero con mayor caída del gasto público.

En particular, los ingresos públicos caen en términos reales en el 2019 y 2020, y se recuperan fuerte en el 2021, aunque quedan un -4% por debajo del nivel 2017. El gasto público, en cambio, cae en términos reales todos los años, con la única excepción del 2021, que se recupera respecto al 2020, pero queda un -14% por debajo del 2017.

Por el lado del gasto público, la mitad de la reducción se explica por la baja en el gasto real en personal. La cantidad de personal efectivo pasó de 90 mil en 2017 a 88 mil en 2018 y allí comienza nuevamente a crecer para terminar el 2021 con 93 mil agentes. Esto significa que la disminución en el gasto real en personal se ejecutó mediante aumentos de salarios nominales inferiores a la inflación. El gasto en seguridad social y en capital también disminuye en términos reales en el período 2017 – 2021.

Podríamos decir, entonces, que no es por plata que baila el mono en este caso.

Hay una definición política preexistente que domina el escenario.

La presencia de Juan Manzur en la apertura de las 143 sesiones ordinarias ante la Legislatura Provincial fue todo un detalle.

El discurso de Bordet generó reacciones negativas en la oposición –como pasa y pasará siempre- y, especialmente, dejó amarga sensación en los empresarios que quedaron afuera de toda mención en un insoslayable lugar en el camino de la recuperación de la economía.

“Bordet no confía en el sector privado”, dijeron algunos. Tampoco hubo una mención a la creación de una agencia de inversiones y exportaciones, anhelo de los empresarios y sobre el que Bordet se había comprometido en su primer mandato.

Tampoco hubo mayores definiciones políticas sobre la coyuntura nacional.

Con todo esto, la llegada de Alberto Fernández a Entre Ríos para la inauguración de una escuela técnica en Paraná confirma el nuevo entretejido de las relaciones políticas en su estrategia de exigir definiciones a los gobernadores a la luz del acuerdo con el FMI, pero también la insinuación de un nuevo tiempo en el reordenamiento del lacerado peronismo, donde la irrupción del Albertismo quizá sea la gran novedad.

Desde aquí escribimos acerca de la imposibilidad de que en el peronismo exista una conducción bicéfala y que dentro de las opciones existía la posibilidad que el albacea alguna vez se rebele y busque una opción propia. No será la primera y última vez en la historia nacional.

Claramente CFK Fernández impuso el nombre de Alberto Fernández como el técnico administrativo que debería cuidar del poder hasta que Máximo -o en un defecto Axel Kicillof- esté en condiciones de tomarlo por asalto y ser la continuidad del linaje sureño.

Estas opción aparece, a simple vista y sin firmarlo al pie, cada vez más lejos, y en los pasillos de Balcarce 50 se entusiasman, ahora sí, con un presidente autónomo y con la convicción de proyectarse sin la sombra de la dama de hierro de la política argentina.

Sin embargo, el propio presidente parece sufrir el síndrome de Estocolmo y se sujeta a CFK brindando mensajes ambiguos y confusos hacia adentro del peronismo y hacia toda la sociedad.

Ambigüedad.

“Alberto Fernández no ahorró nada esta semana en el intento de recomponer la interna. Y buscó, centralmente, rearmar un compromiso básico de convivencia dentro del oficialismo. Nada parecer escapar a ese reducido foco político. El Gobierno acelera la negociación con el FMI para cerrar trato la semana próxima, si es posible, y ese mismo vértigo condiciona el frente doméstico. Necesita acomodar las cuentas propias en los bloques del Congreso. Apremian los tiempos para una tarea densa”, sintetizó el periodista Eduardo Auliccino sobre el devenir de una semana especial.

Bordet sabe esto pero no parece inquietarlo.

Su decisión política parece definida al entender que, más temprano que tarde, terminará adscribiendo a las definiciones de un peronismo más institucional, quizá con Perotti, Schiaretti, Uñac y algunos otros menos jacobinos, y si la opción será Alberto, mejor ensillar el caballo, pisar el estribo y dar hoy el salto que lo ubique en la vanguardia de una tropilla, si es que ésta decide cabalgar.

Gustavo Bordet ha decidido ser cabeza de león, con convicción, y es eso lo que convierte a este posicionamiento en una noticia para estos arrabales del aburrimiento y la tibieza.

Primero deberá ganar la provincia en 2023 con un equipo que tiene más miedo de asomar la cabeza para que no lo señalen como fija, ante un candidato que aparece muy firme, como Rogelio Frigerio.

“Bordet termina su mandato y no tiene reelección. Alberto sí. Las últimas elecciones perdimos 41 a 33 %, y hoy en primera vuelta no gana nadie. Más aún, a lo mejor si hoy habría elecciones ganarían en las PASO Macri y Cristina.  

Bordet y su grupo deben ganar en Entre Ríos, y a su vez encontrar un lugar político, no hay que olvidarse que es un hombre joven y muy lúcido, y no tendrá ganas de ir a hacer jardinería a su casa. Puede ser diputado nacional, como lo fueron Busti y Urribarri, pero hay que ver el contexto nacional. En el peor de los casos podrá ser un encumbrado ministro de la próxima gestión si Alberto reelige. Lo cierto que con Cristina no será nada de eso”, describió un quirúrgico analista convocado para esta reflexión en la sombra del off the récord.

El necesario quórum para apoyar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y se aproxima el debate parlamentario. Los legisladores provinciales del oficialismo lo apoyarán en su gran mayoría, aunque con distintas razones e intereses.

Bordet dio el paso cuando la pelota apenas se puso en movimiento y ahora hay que esperar cómo se despliegan los hechos. Hay dudas e incertidumbre. La política, en definitiva, eso es y no otra cosa.

Mientras tanto, nosotros, en la tribuna, nos quedamos esperando el dictamen del tiempo, que espera la llegada del Video Assistant Referee; al que comúnmente conocemos como VAR.