Armando Reiss, un legado entre la mala sangre y la buena leche

19/03/2022

El empresario entrerriano falleció este sábado y hay profundo dolor en la comunidad y el sector privado por su partida. Rara avis de la actividad económica dejó un legado enorme con profundos valores morales y académicos. Una pérdida invaluable. Sus restos serán inhumados esta tarde, a las 16.15, en el Cementerio Solar del Río, de Paraná. Gustavo Sánchez Romero / Dos Florines.

En los últimos años, Armando empezó a deslizarse hacia su morada definitiva junto con el país. Diría más; en sintonía con el cansino pero inevitable ritmo descendente de su querida provincia.

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Murió este sábado 19 de marzo de 2022 con la cruz que había elegido cargar y que con los años se había convertido en un estigma que llevaba a flor de piel: el dolor que Entre Ríos no haya sido y que quizá ya nunca sea.

Es probable que muchos no hayamos estado a su altura.

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No había forma de correrlo un metro de ese centro nocivo que lo angustiaba y ralentizaba su andar, y que en los últimos años parecía asfixiarlo con ambas manos desde el primer minuto del día.

Siempre hizo de su trabajo un mundo, en el disfrutó en involucrar a toda su familia, a cada uno de ellos para seguir protegiéndolos de algún modo, pero dejaba trasuntar que le dolía que sus meridianos se conmovieran ante los sempiternos sismos de las crisis y avatares de un país Peter Pan, que se niega a crecer.

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¡Pero no seas boludo Armando, que no te amargues por todo… que a veces hay que saber resignarse!!

¡Dejáte de joder y disfrutá de lo que lograste y de toda tu familia!… y que pin que pan… pero no había caso. Poco afecto a las grandes manifestaciones de cariño, alcanzaba con un leve movimiento en la comisura de sus labios para saber que te estaba queriendo y respetando.

Viejo testarudo, no podía evitar, quizá como ningún otro colega al frente de una compañía, sentirse corresponsable de una dirigencia política obtusa y de los líderes empresarios incapaces de incidir para torcer el rumbo.

Ese fue su principal frustración, saber que el sector privado necesitaba fortalecerse para poder tener incidencia en la toma de decisiones de la cosa pública.

Y entendía todo. De allí que sus preocupaciones eran certeras: ora con el déficit de la Caja de Jubilaciones provinciales como eje vital para deponer los déficits; ora con la infraestructura productiva para generar el valor que la economía demandaba.

Pero no tenías que hacerlo personal. Armando… te lo dijimos mil veces. Y vos no, viejo tozudo y ensimismado. Insististe en tu norte y, aunque habrás querido, muchas veces, no le encontrabas los atajos a una realidad que te iba a cobrar de contado tanta mala sangre.

Genio y figura.

No sé porqué, siendo la vida de Armando Reiss tan prolífica y diversa, habiendo transcurrido y transitados tantos avatares desde que decidió bajar del norte provincial, a comienzos de la década de 1990, y asumir el liderazgo de la empresa familiar que le legó León Reiss y a la que convirtió en la concesionaria de autos líder en Entre Ríos, yo me emperro en consignar este aspecto de su vida. Quizá sea porque era lo que más admiraba y gozaba, a pesar de no poder dejar de marcárselo como una falencia.

En fin Serafín… hasta acá llegaste. Y que no que parezca poco.

Casado con Juana Álvarez Daneri, recibió el regalo de nueve nietos de sus cuatro hijos. Todos, como él, meridianos, de trato afable y que caminan la vida con mocasines y sin grandes ostentaciones.

Juntarlos, contenerlos, cobijarlos y sostenerlos fue una de las principales ocupaciones de un hombre que entendió tempranamente el complejo arte de la delegación en la toma de decisiones.

Quizá por eso sus hijos e hijos políticos tomaron las riendas en un momento juntos y lo acompañaron en la faena de no detener el crecimiento. Estaba convencido que quien no crece va en el sentido contrario, y, a pesar de todo, siempre apostó a la inversión y no dudó en formar planteles sostenidos en la capacitación. En algún punto, ese concepto de pater familia lo trasladó a todos los aspectos de su vida.

Respetuoso con el periodismo, pero de pocas pulgas, siempre fue un hombre frontal y al que había que cuidar, para morigerar sus cojonudas apreciaciones sobre los hombres y las cosas.

Odiaba la corrupción, la inacción y la pereza.

Fue clave en el Consejo Empresario de Entre Ríos, donde podía encontrar una plataforma para expresarse, estudiar y aportar –su naturaleza de ingeniero le daba un plafón académico a su formar de ver el mundo de los negocios-, pero tenía clara sus limitaciones. “Nunca podría ser presidente del CEER, soy muy calentón y a los funcionarios les diría todo el tiempo las cosas en la cara. Por eso a veces pienso que ni siquiera puedo participar de la reuniones con ellos”, reconocía con sabio sentido autocrítico.

Y se reía cuando hacía la introspectiva. Porque caletón, calentón era sin miramientos, pero fue un tipo divertido al que había que encontrarle el punto para pasarla bien en los kilométricos diálogos que te regalaba.

Un buen tipo. Hecho y derecho. Genio y figura que el empresariado entrerriano va a extrañar. De hecho, en los últimos meses, con pandemia, su ausencia se hizo notoria y lentamente había decidido guarecerse en los cuarteles de invierno para retomar la lucha luego. Cambió de planes y tomó sorpresivamente otros rumbos.

Se acomodaba los lentes, gesticulaba con las manos y no podía evitar el énfasis. Ese énfasis, quizá, fue lo que lo empujaba todo el tiempo demasiado al límite.

Despedida.

Fue Presidente Regional en Entre Ríos de la Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (Acara), entidad en la que se sentía comprendido y proyectado.

Armando Reiss ganó en 2002 el Pin de Oro de Volkswagen, premio que la concesionaria alemana entrega a sus partners por tener altos estándares de calidad y diferenciarse por volumen de ventas, facturación, la cuota de mercado a nivel regional, lealtad hacia la marca, organización en el trabajo, empleo de conocimientos específicos, el análisis, fijación de los objetivos, control y reducción de costos y la trayectoria profesional con la marca. Todo eso era capaz de lograr Armando.

Ese mismo rigor de ingeniero lo llevó a fundar, junto a sus queridos amigos Eduardo Barbagelata y Justo Domé, la consultora Incociv, como una empresa que brinde la plataforma técnica y humana con capacidad para atender las necesidades de desarrollo de la región.

Cuando cundió la noticia de su partida, las expresiones de dolor se arremolinaron en el imaginario social de la ciudad y la provincia. Armando Reiss fue un tipo clave, un homo faber que necesitaba ver lo que hacía y palpar su evolución. Eso lo tranquilizaba, por eso la marca Haimovich se multiplica en decenas de espacios físicos que, en adelante, lo inmortalizan.

Este humilde cronista había logrado entablar, con los años, una genuina relación profesional y afectiva.

Aseguro fue demasiado premio para quien suscribe. Era un placer recibir sus anticipadas llamadas para putear por la presión impositiva y la desidia de la clase política. Armando disfrutaba, aunque quejoso, ocupar el papel central en la obra que conocía muy bien: El cuento de la buena pipa.

¡Tranquilo Armando, no merece tu malestar. Te va a hacer mal!…

Pero no, como viejo tozudo y cascarrabias hacía su necesaria catarsis con la fruición de un niño malcriado. Pero estaba en su naturaleza, y contra eso no hay tu tía.

Te fuiste. Y me duele. Nos duele. Les duele.

Merecíamos un poco más del hilo de tu carretel y dejaste esa sensación de que no era todo. Los tuyos se sienten hoy aturdidos por un concepto que te trasciende y del que no podrás evitar contagiar: pasión.

Ese fue tu secreto. Así se te recordará.

Como sea, así lo decidiste y tu legado es enorme, en todo sentido. Tu empresa y tus hijos tienen hoy la vara muy alta.

Es una pena que te hayas hecho tanta mala sangre. Es una suerte que hayas tenido tanta buena leche.