Gustavo Sánchez Romero / para XMÁS
En la tarde del 10 de julio de 2008 el gobernador Sergio Urribarri tomaba juramento en la Casa Gris al, por entonces, flamante secretario de Producción Roberto Schunk, en una operación que sólo fue aceptada por el peronismo porque la salida de Héctor Motta, Oscar Montero y Marcelo Barrera –enmarcado en el conflicto generado por la resolución 125- había dejado una papa caliente en las manos de un gobierno con buenos propósitos en lo productivo pero sin cuadros de fuste y consenso que pudieran hacerse cargo del momento. Fue una salida hacia delante.
Roberto llegó con la sed que había manifestado en varias oportunidades, y justo cuando la fuente tenía agua. Pero más allá del sentido de la oportunidad no contaba con mucho más que el apoyo de Urribarri, el aval de algunos dirigentes sociales, políticos y económicos y un proyecto que un par de años más tarde logró plasmar, aunque no mucho más allá de lo declamativo, en lo que es la presentación de la Fundación para el Desarrollo.
Será por eso que Roberto Schunk se comportó siempre como el profesor Neurus en el laboratorio de la universidad, a la que conoce muy bien, y por eso recibió críticas desde adentro fuera del Gobierno.
Pero pese a todo, y sin embargo, ya ha cumplido cinco años en un gabinete que casi no ha sufrido cambios de carácter político gracias a una forma exitosa de gestionar y su resultado en las urnas.
Será por eso, quizá, que la vida política del ministro de la Producción siempre fue más vulnerable e inorgánica que otra cosa, sólo vinculada con el cordón umbilical a Urribarri y con lazos a algunos dirigentes que hoy ya no son parte del círculo áulico de la mesa chica de un poder cada día más concentrado.
Hitos.
A fuerza de subsidios, créditos, apoyo económico y orejas, el ministro de Producción cumplió con creces con la misión política de desarticular cualquier intento de los pequeños y medianos productores rurales –especialmente los nucleados en la Federación Agraria- de volver a la ruta como en los días calientes del conflicto por el incremento de los derechos de exportación, que tanto dolor de cabeza le costó a Cristina Kirchner y que, vaya paradoja, tuvo el apoyo de la infantería de Hugo Moyano que en su momento llegó hasta Gualeguaychú para truncar la rebelión (fiscal y política) en la granja.
Debió pelear con la sequía y con la inundación, con la helada y las variaciones en los precios de las commodities, y además, nobleza obliga, se puso al hombro la mochila con el peso de las políticas de Guillermo Moreno en Entre Ríos. Pero también eligió un camino del laberinto que lo fue encerrando en uno o dos funcionarios y terminó la gestión anterior enfrentado con la mayoría de ellos, en general referentes técnicos y políticos del Peronismo con quien casi nunca habló en tres años y que se fueron del Gobierno por la puerta de servicio.
Sin concebir el trabajo en equipo, fue concentrando el poder en su figura, a tal punto que sus funcionarios actuales –a excepción de Pablo Zárate que desde el primer día tuvo vuelo propio junto a Urribarri-son prácticamente desconocidos, incluso para los otros funcionarios y periodistas de Información Pública. Pero además, no encontró nunca un nivel de identificación con los problemas de los principales empresarios, de quién siempre desconfió, a pesar que algunos reconocen sus gestiones en la Nación ante determinados problemas, la mayoría creados por el propio Gobierno Nacional.
Después de cinco años, en el propio Peronismo tampoco construyó una referencia grupal que lo contenga, y en el partido esta orfandad política se factura de contado, tanto que, dicen, fue uno de los motivos por el que no pudo quedarse en Buenos Aires en la segunda gestión de Cristina Fernández, a pesar que él mismo lo había anunciado y que Urribarri lo había seleccionado como el pack de foward que iría a Capital Federal a empujar para ir ganando espacios nacionales cada vez más bloqueados por los muchachos de La Cámpora.
En lo que va de los 9 meses de esta segunda gestión Roberto Schunk se desperfiló, quizá porque su participación en los medios quedó relegada a manos de las no tan buenas noticias que llegan del escenario económico, con una retracción importante de la economía y con indicadores que ya no son tan vigorosos. Sin demasiadas inversiones para anunciar, casi sin nuevos emprendimientos y luego de algunos traspiés originados con las cosechadoras Senor , Roberto Schunk tiene hoy un papel con menor exposición. Un poco por la propia realidad, y otro porque el Gobierno parece decidido a jugar la carta más grande para Urribarri en la Nación, el Ministerio de Comunicación y Cultura ha puesto proa hacia un perfil más cultural vinculado con la memoria y la identidad (especialmente a partir de la figura de Artigas), la producción ha quedado subsumida y pierde participación en el discurso oficial.
Quizá sea una medida inteligente en un contexto de contracción económica y recesión, estados en los que en Entre Ríos nunca se sabrá con precisión ya que no existen datos ni estadísticas – , y ya hace seis meses que ni siquiera se publican la evolución de precios de la canasta básica de parte de la Dirección de Estadísticas y Censos.
Destino.
Con sus fortalezas y debilidades, Roberto Schunk estuvo siempre nominado al recambio, al corrimiento o a la reconversión, sin embargo nada de eso ha sucedido. Es cierto que Sergio Urribarri no ha encontrado eco en las invitaciones que ha hecho para sucederlo en el sillón de la oficina 76 del primer piso de Casa de Gobierno. Pero el funcionario, con paciencia y cierta resistencia al ostracismo mediático en los últimos meses se ha ido posicionando en una referencia ineludible al tal punto que hoy se puede arribar a una conclusión casi indiscutible: las controvertidas estrategias de Schunk para resolver algunos conflictos y problemas con intervención del Estado, créditos y subsidios oficiales han dejado entrampado al gobierno de Urribarri y parece no haber marcha atrás.
Más aun, lo que tiene para mostrar esta gestión ha sido diseñado con el espíritu de Schunk y los hitos son, al menos, controversiales y de final incierto con algunos puntos que ya muestran signos de agotamiento.
Lo real es que los aciertos y fracasos golpearán de frente a la gestión Urribarri a la hora del balance.
Fue él quien recibió por primera vez, al menos en el orden de lo público, a los empresarios que comprometieron la instalación de la fábrica Senor en Concepción del Uruguay, y que le costaron al Gobierno mucho más que los cinco millones de pesos que se volcaron en concepto de créditos para fabricar las inexistentes maquinarias en lo que constituye un verdadero desatino del Gobierno provincial, pero que en su seno lejos se está de adjudicárselo al Ministro de Producción.
Aunque no lo dirán públicamente, muchos empresarios muestran por lo bajo su malestar por la forma en que el dinero público llega a emprendimientos privados o estatizaciones que no están en condiciones de garantizar sustentabilidad con la facilidad de una señal imperativa.
Cotapa es quizá el caso paradigmático, donde la situación financiera es muy endeble, con episodios límites de la aparición de decenas de cheques rebotados, tamberos en situación de quebranto y, lo que es peor, el fracaso de ser la referencia de precio para el sector en la provincia, que se propuso como norte a la hora de la estatización del grueso del paquete accionario. Hoy Cotapa es una empresa inviable, con ingresos menores a los costos operativos, especialmente a los salarios que superan el 1,5 millones de pesos. Su futuro es tan incierto que lo extraño es sólo haya sido necesario capitalizarla con 6 millones de pesos, al menos hasta la próxima demanda, y plan de negocios hoy no lograr satisfacer expectativa de propios y extraños, especialmente los especialistas del sector.
Expectativas.
Con más de 70 millones de pesos, no es menor la inversión realizada por el Estado para reactivar el ex frigorífico Swift de San José, y si bien cuenta con el respaldo en el management de empresarios prestigiosos de la provincia, no es menos cierto que el del procesamiento de carne es uno de los sectores más castigados que dejó a más de 10.000 mil empleados en todo el país, y casi 5 mil sólo en la provincia de Santa Fe, y con muchos establecimientos que bajaron las persianas. Cuesta creer, con estos antecedentes generales, que se produzca un fenómeno positivo en Entre Ríos en un encadenamiento clave para la economía que sólo ha mostrado problemas y sinsabores en los últimos años. Enhorabuena si esto es así, pero si no lo es no podrá dejar de pesar como plomo en la balanza del debe.
Cuando en diciembre se haya inaugurado el primer comedor de pescado que el Gobierno construye en Pueblo Brugo, se abrirá una importante plataforma de trabajo para una cooperativa compuesta por 22 trabajadores en una experiencia sui generis que dependerá de una demanda constante y creciente, para que la unidad de negocio se sustente. Caso contrario, el esquema volverá a requerir que el Estado se haga cargo de las pérdidas, más allá de los 2,5 millones de pesos que ya invirtió para ponerlo en funcionamiento.
Es de Perogrullo que el Estado sale a cubrir necesidades clave de sectores productivos en problemas, pero una lectura política se hará ante el éxito y otra ante el fracaso. Esto también le cabe a la fábrica de jugos de Villa del Rosario que funcionará bajo el formato de cooperativa y para que la rueda productiva comience a girar demandará no menos de 10 millones de pesos.
Con esto, Roberto Schunk es hoy un alfil clave en el tablero de la perspectiva de futuro del Gobierno provincial, y si bien es dable de asimilar que el acierto lo llenara de orgullo por la justeza de la gestión, difícilmente le otorgue plafón para pelear por un lugar en la lista de diputados nacionales como dicen en los corrillos, que aspira para las próximas intermedias. Sin embargo, el fracaso en esta estrategia de intervención total del Estado provincial puede generar un efecto sísmico, cuya onda expansiva supere cualquier tabique informativo.
Hoy Urribarri es Schunk, y ya casi no queda tiempo para modificar el esquema binario que ha dejado germinar todos estos años y que generó un esquema de intervenciones a la que habrá que sostener a cómo dé lugar. Todos queremos que en cada caso la suerte y el viento de cola le peguen fuerte, pero todos también saben que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Nunca sabremos en qué estado del título de este artículo se encuentra Roberto Schunk en cada momento.
Fuente: http://www.x-mas.tv