Bahillo no lo dirá, pero está atrapado en su propia paradoja
26/12/2020
El ministro de Producción realizó un balance de un año que lo sorprendió, como a todos, en un contexto totalmente incierto e indescifrable. Sabe que necesitará de la vacuna que empuje los nubarrones de la pandemia, y allí se juega a todo o nada. Gustavo Sánchez Romero
Juan José Bahillo no lo dirá. Sin embargo, con sólo detenerse un minuto en su mirada diáfana se advierte que es la de un hombre que está atribulado, ansioso, que vive cada día desovillando la paradoja en la que lo ha puesto la vida. Esta mirada también encierra otras paradojas y por eso es algo indescifrable. Podría ser la mirada de un empresario al frente de una compañía que conoce de avatares e imponderables y que debe tomar decisiones con la misma soledad que alguna vez Ringo Bonavena describió para los boxeadores. “Cuando subís al ring ni el banquito te dejan”.
Podría ser también la mirada de un dirigente de una entidad empresaria que debe pensar en un futuro colectivo y afronta situaciones complejas en las que se juega aspectos corporativos e individuales y donde debe resignar un alfil para avanzar con el caballo.
No sería desacertado ver también la mirada de un padre que ver crecer sus hijos y que, naturalmente, tiene miedo e incertidumbre y deja que el destino reparta las cartas.
Todo eso se puede ver en la mirada de Juan José Bahillo. Pero él prefiere que vean la mirada de un dirigente político puesto a ocupar un lugar privilegio en el poder provincial donde, como Ortega Y Gasseet, sabe que puede clavar el cuchillo en sí mismo, pero poco puede hacer por sus circunstancias.
En el encuentro que propuso el martes pasado con un grupo de periodistas en su despacho de la Casa Gris dejó abierto un agradable espacio, abierto y afable, donde realizó un balance.
Allí, pudo verse algunas cosas que no son tan expuestas en la mirada del ministro de Producción, Turismo y Desarrollo Económico. Sabe que no puede usar la pandemia como excusa, aunque será un paliativo. Sabe también que hace apenas un año preparaba un superministerio donde el Gobierno provincial pensaba apoyar la plataforma de relanzamiento de una provincia con baja inversión, fragmentada en sus sectores, primarizada en su producción y con pocas herramientas de gestión empresaria y financiera.
Ese impulso que esperaba tener en diciembre pasado podría haberlo catapultado donde todo dirigente quiere llegar. Hoy, apenas un año después, esa superestructura se le ha vuelto en contra y el sector privado ve un elefante blanco cada vez más difícil de mover y que necesita más recursos para ser alimentado.
De allí cierta decepción general. De allí la sensación de Bahillo que se siente atrapado en su propia paradoja. De allí que su mirada límpida y frontal -que bien podría ser la de un bioquímico, un seminarista o el violinista de una orquesta sinfónica- posee una capacidad semántica que desnuda un florilegio de sentimientos que se contradicen y se arremolinan.
El no lo dirá, pero lejos se encuentra de agradecer su suerte. Con todo no deja de ser la mirada de un superministro que tiene el cisne negro en su mano, y no sabe cuándo levantará vuelo.
Crisis.
Juan José Bahillo ensaya un balance donde deberá explicar la distancia entre lo que había proyectado y el lugar en el que estamos. Recorre los días, semanas y meses de 2020 y los hechos políticos, sociales y sanitarios que fueron disruptivos y que concatenaron los límites de un escenario que no imaginó.
Así aparecen en su eslabonamiento los decretos nacionales, las regulaciones, algún grado de desconcierto que, inevitablemente, fue bajando hacia la provincia y que debió actuar en este marco.
El ministro había concentrado bajo su órbita la producción primaria y su extensa cadena vinculada a los insumos, la logística y la comercialización; como también la generación de valor a través de la industria -especialmente la vinculada a los alimentos-. En este punto todos, incluso desde el mismo gobierno, reconocen la agilidad y reacción del Ejecutivo provincial para garantizar la continuidad de las actividades consideradas esenciales y permitir el reinicio de aquellas que obtenían autorización nacional.
Pero también Bahillo debía asumir la responsabilidad sobre las actividades vinculadas al turismo y recreación -sin dudas la más afectada en el mundo-, el comercio, interno y externo, y, asimismo las empresas vinculadas al conocimiento y de desarrollo epidérmico como la construcción, nada menos.
Este peso doblegó sus espaldas durante el año y, aunque evita todo signo de resignación, busca mostrar en este fin de año un punto de inflexión pero sabe que depende de algunas variables exógenas, que hasta ahora le han sido esquivas.
-Me permite un par de preguntas, ministro-, interrumpió Dos Florines.
-Sí, la idea es dialogar para que entre todos podamos ir mirando lo que pasó y lo que viene para comprender todo este proceso- aceptó el funcionario que es empresario, fue dirigente de la Sociedad Rural de Gualeguaychú e intendente de esa ciudad, sin perjuicio de su paso por la actividad legislativa.
-Siendo que fue el ministerio que sin duda debió soportar los peores efectos por los condicionantes de la pandemia y la cuarentena: ¿sintió una suerte de soledad de parte de su gobierno a la hora de la acción y hacerse cargo de un escenario dramático?.
-No, desde ningún punto de vista. Siempre fui consciente que la prioridad era la salud y que los fondos y los esfuerzos debían estar enfocados en fortalecer el sistema sanitario para que no nos sorprenda. Debíamos preparar nuestros recursos humanos, técnicos y materiales para atender la contingencia sanitaria y social. Sin embargo con la ayuda nacional y los esfuerzos de la provincia pudimos asistir a las empresas y muchas personas a atravesar los peores momentos. Nunca me sentí solo. Por el contrario, trabajamos en equipo y en forma coordinada para asignar las prioridades y poner a todo el gobierno en ese sentido
-No lo pidió, no lo tuvo en cuenta o no lo dejaron; pero ¿por qué nunca se planteó un comité de expertos que incluya otras especialidades vinculadas a la vida social y económica de la provincia?
-La verdad es que las cosas se dieron así, y yo no siento que nuestro ministerio quedó fuera de las decisiones. El Ministerio de Salud nos consultaba siempre antes de tomar cualquier determinación y nosotros pudimos opinar y aportar cada vez que lo consideramos necesario.
-En algún momento, especialmente cuando comenzaron los primeros casos en las empresas como pasó en Pondesur y Cartocor, se advirtió una falta de reacción con ausencia de protocolos de parte del Ministerio de Producción y las decisiones quedaron en manos de los intendentes, que en el caso de Seguí fue muy desacertado.
-El gobierno siempre estuvo muy atento y la prioridad siempre fue que las empresas estuvieran trabajando. Lo fuimos haciendo junto al Ministerio de Salud y los intendentes, atendiendo y contextualizando cada caso. Hubo situaciones que requirieron una mayor atención pero siempre nos preocupamos por la continuidad laboral y productiva en Entre Ríos. Incluso en aquellos casos más complejos tuvimos esta premisa. Como ejemplo vale citar algunos frigoríficos que se complicaron mucho y sin embargo establecimos protocolos especiales para que no se discontinuara la producción.
Futuro.
Sobre el final de año las críticas de los empresarios y desde el sector privado arreciaron sobre el gobierno. Bahillo no lo dirá, pero lo sabe y le parecerán extemporáneas y, en algunos casos, injustas.
Sin embargo, prefiere mostrar los intentos de activar políticas públicas y exhibe el reciente acuerdo con el Banco Entre Ríos por el cual subsidian 8 puntos de la tasa de interés para cinco líneas a distintos sectores por 1.500 millones de pesos.
El sabe, por su experiencia, que sólo la actividad privada genera riqueza y para ello necesita activar proyectos y estimular el emprendedurismo. El apalancamiento financiero será clave.
Se detiene aquí en su relato y se explaya en un trabajo extendido y en algunos convenios y acuerdos que buscan mejorar la competitividad de encadenamientos específicos.
Bahillo debe mostrar acción y anticiparse en una provincia donde ha desaparecido la inversión privada y prácticamente sólo quedan en marcha aquellas que ya se habían desatado antes de la pandemia.
La presión fiscal le juega en contra y el Gobierno nacional no lo ayuda en este sentido. No lo dirá, pero las tensiones permanentes y viscerales en el Ejecutivo nacional inmovilizan muchas áreas que, en otro contexto político, serían de gran utilidad para la contención de las demandas y quejas intramuros.
La caída del PBI rondará en 2020 el 10%. El déficit fiscal no le irá en saga. La Inflación se estima creciendo por encima a la de este año. En el mismo sentido pobreza, desocupación, brecha cambiaria, caída de las exportaciones y demás variables no son halagüeñas para el año que entra. Sólo un potencial acuerdo con el FMI y los precios de las materias primas le despiertan una sonrisa. Por eso vuelve a insistir en la estrategia de incrementar la inversión en puertos para mejorar la infraestructura que brinde condiciones de exportación de sectores sensibles de la producción entrerriana.
Con este escenario Juan José Bahillo sabe que deberá mirar variables que no maneja, y que si bien habrá un rebote de la economía sólo alcanzará para compensar la fuerte caída. Las expectativas están puestas en la eficiencia de las vacunas y cierto control del Covid 19.
En este punto el Gobierno nacional sólo viene acumulando desaciertos y desconcierto, cargando de una épica innecesaria a un proceso que debería generar un cambio sustantivo en el posicionamiento ante un año que también será difícil.
Por eso Bahillo habla en condicional, como si fuera un cauto periodista. Ceteris paribus (si todas las variables se compartan como se espera) se podrán poner en marcha un rosario de proyectos que el Gobierno provincial tiene preparado en materia de turismo, ganadería, agricultura, parques industriales, industria del conocimiento, medio ambiente, que muchos suenan muy innovadores e interesantes. El ministro los enumera y describe uno a uno en forma somera pero contundente. Para esto asegura que no tiene pensado cambios en su gabinete, “a menos que el Gobernador quiere hacer alguno”, sentenció.
Avatares.
Se aproxima fin de año. Bahillo está tranquilo en el diálogo con un grupo de periodistas donde realiza un crudo balance del 2020 e intenta dibujar un poco de sosiego que prepare el camino para otro destino. Pero no hay euforia ni grandilocuencias.
Bahillo tiene un tono monocorde que se parece a la paz. Podría ser el tono de un bioquímico, un seminarista o el violinista de una orquesta sinfónica. Pero es el tono de un ministro clave en la gestión del gobierno de una provincia que está estancada, que necesita impulsar la inversión privada para crecer y que no encuentra un puente para el diálogo fructífero con empresarios y sindicatos.
Le pone la voluntad, y se nota el oficio de un viejo boxeador que sabe que nunca debe abandonar el centro y mantenerse lejos de las cuerdas.
Entiende el rol del periodismo en este momento -.quizá porque posee un equipo con mucha experiencia en la materia- y, como siempre, no le escapa a la coyuntura. Con algunos habla de política, con otros de financiación, y a quienes se lo piden brinda algunos detalles propios del off the record. Crea un hálito de confianza que genera empatía.
Pese a todo, su figura no puede evitar irradiar mensajes no concurrentes.
Juan José Bahillo no lo dirá pero está atribulado, inquieto y ansioso.
Necesita una carta distinta del mazo para cambiar la mano.
Se sabe preso del laberinto de su propia paradoja. Cuesta entender cómo este dirigente pasó en 10 meses de ser la estrella llamada a proyectarse como un candidato natural y hoy la vida lo ha puesto poco menos que como a Ringo Bonavena cuando suena el gong. Hay que tener coraje para asumir que cuando subís al ring ni el banquito te dejan.