El aislamiento social: navegando entre el malestar psicológico, financiero y elefantes

06/11/2020

Por – Santiago Resett – Doctor en Psicología / Docente e investigador Universidad Católica Argentina

El nuevo coronavirus denominado SARS-CoV-2 que provoca Covid-19 apareció por primera vez en Wuhan, China a finales de diciembre de 2019. Este virus generó una emergencia mundial por su rápida propagación y falta de conocimiento sobre cómo tratarlo medicamente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019). Por este motivo, el aislamiento o distancia social fue considerada como la mejor estrategia para evitar el contagio en la mayoría de los países del mundo -la Argentina no fue la excepción-.

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Sin embargo, este remedio que nuestro país aplicó tempranamente tiene poderosos efectos psicosociales, físicos y económicos negativos: trastornos psicológicos, problemas de sueños, sedentarismo, falta de control médico para otras enfermedades pre-existentes, desempleo, empresas que quiebran, entre otros.

En la actualidad existen más de 1.200.000 casos de Covid-19 en nuestro país, más de 32.000 muertes por la enfermedad y tenemos el record de una de las cuarentenas más extensas del mundo con más de 8 meses de aislamiento. Además de ser una medida que no ha protegido la salud, ¿cuáles han sido efectos negativos concretos del aislamiento sobre el bienestar psicosocial y financiero de los Argentinos?

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Junto a un grupo de investigadores, llevé a cabo un estudio online sobre los efectos psicosociales del aislamiento en nuestro país en plena cuarentena –meses de abril y mayo-. El mismo arrojó interesantes resultados. Un grupo de 1.065 adultos argentinos respondieron preguntas sobre el Covid-19 y los efectos del aislamiento. Un 27% era varón y un 73%, mujer; con edades de 18 a 78 años. El 29% tenía el nivel secundario completo, el 60% el terciario/universitario completo y el grupo restante niveles de posgrado. El 37% tenía hijos. El 33% eran grupos de riesgo para la enfermedad –adultos mayores, enfermedades de riesgo- y un 38% residía con personas de riesgo. El tiempo promedio de estar en aislamiento –sin salir o salir solo lo necesario, por ejemplo, para comprar víveres- era de 39 días.

Impactos.

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Con respecto al impacto psicosocial de esta situación, un 59% indicaba que no había tenido problemas de convivencia por el aislamiento (peleas o discusiones), pero un 16% sostenía haber tenido algunos y un 25% de los consultados, muchos. En lo relativo a si esta situación había afectado su dieta (comer demás o beber mucho alcohol), un 30% señalaba que no, mientras que un 15% indicaba haber tenido algunos de estos problemas y un 55%, muchos. Un 14% también destacaba que se aburría mucho durante el aislamiento. Por otra parte, más de un 13% indicaba tener graves trastornos de sueño y tardaba una hora o más en dormirse a la noche. Un 4% de la muestra manifestó que tenía un gran temor de morirse.

En lo concerniente al impacto de los problemas financieros de la cuarentena, los mismos eran notables: un 53% señalaba que sus ingresos económicos habían disminuido, un 7% lo había perdido y un 17% lo conservaba, aunque no tenía certeza de cuándo y cómo lo retomaría.

Asimismo, quienes se habían quedado sin empleo mostraban niveles más altos de ansiedad y depresión.

Todos estos resultados indicarían que – no solamente el aislamiento podría haber servido pobremente para disminuir el número de fallecidos en nuestro país – sino que generó un profundo impacto en la vida de las personas con muchos efectos indeseables y, posiblemente, con algunos de ellos persistentes en el tiempo.

“Primum nil nocere o Primum non nocere”, sostiene el juramento hipocrático en una de sus máximas. Que traducido al castellano equivale a: lo primero ante todo es no hacer daño. El aislamiento ha sido extenso, ineficaz y tan dañino – según los resultados que venimos relevando – como ese pequeño material genético del virus Covid-19 que mide 0,12 micras. En otras palabras, según la investigación que llevamos adelante, la cuarentena ha funcionado como una estampida de elefantes grandes, furiosos y torpes que los gobernantes soltaron despreocupadamente en la calle.

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