Su destino era cuidar pollos; pero creó una empresa, cumple 15 años y ya factura 6 millones

29/07/2018

Eugenio Montenegro, fundador de Grupo Comunicar, un personaje que se abre paso con el temple y los valores de su pueblo. Gustavo Sánchez Romero

 

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Eugenio Montenegro, fundador de Grupo Comunicar, un personaje que se abre paso con el temple y los valores de su pueblo.

Gustavo Sánchez Romero | Dos Florines

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El orden de esta entrevista se invierte y la última pregunta pasa a ser la primera en el relato. Es que lo amerita su respuesta, o mejor dicho, la ausencia de la misma de parte del entrevistado.

-Mirá lo que tengo que hacer para responderte- prescribe, aunque con alguna incomodidad, pero sin ningún sentimiento de culpa.

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-Podés no responder si querés, pero es una pregunta de rigor que debo formular- le sugiere este cronista para descomprimir el momento.

El joven empresario, de 42 años, con una sonrisa afable y empotrada en un rostro diáfano y ojos tan saltones como confiables, asegura que no se trata de eso, sino que desconoce el contenido de la respuesta.

–Esperá un segundo, y ya te digo-, reclama.

Toma el teléfono y hace una llamada. “Hola Santi. Me están haciendo una entrevista para DOS FLORINES y me preguntan cuánto factura la empresa; ¿Me podés dar la cifra?”.

Como había puesto el altavoz, el número sonó redondo en la oficina del primer piso que la consultora posee en calle Colón pasando San Luis, en Paraná.

-“Algo más de seis millones al año”, sostiene una voz también joven y firme del otro lado del aparato.

-Ahí tenés, ese es el número. Yo no lo sabía, aunque tenía una idea que andaba por ahí. A la gente le cuesta entender que yo no manejo los números, pero es un lujo que me puedo dar por elegir trabajar en equipo, rodearme de gente honrada y competitiva. Yo creo que se puede ser empresario sin tener todas las cualidades desarrolladas, como en mi caso queda de manifiesto”-, se jacta Eugenio Montenegro, el joven gualeyo que hace 15 años tocó la puerta de una empresa y le dijo que admiraba lo que hacía y que le gustaría ofrecerle sus servicios profesionales. Y a partir de allí no ha dejado de crecer y convertirse en una rara avis en el mundo de la comunicación corporativa y los servicios de calidad total en la región.

Inicios.

Habrá que remontarse algo más de cuatro décadas e ir hasta Gualeguay para comprobar que la suya es la historia de una rebelión permanente, la de hacer las cosas diferentes y tomar riesgos. Hijo de padre obrero con tres empleos y madre ama de casa. El y sus seis hermanos debieron sortear todo tipo de avatares para sobrevivir. Condenado a ser un empleado rural que debía dar de comer a los pollos en los galpones, junto a sus padres decidieron que sería el primer profesional en la historia de la familia. Así lo subieron a un colectivo sin saber siquiera cuál era el concepto de lo que se conocía como universidad.

Llegó a Paraná a vivir en una pensión de calle Belgrano, regenteada por una señora –Valentina- que con los años supo que era una okupa de la pensión que le alquilaba. La recuerda con cariño, porque junto a su hermano debían levantarse muy temprano, antes que ella, para robarle los huevos que su culeca ponía en un improvisado gallinero, y así tener algo para comer al mediodía. “Un domingo Valentina nos pega el grito y nos dice que no cocinemos, que había preparado un estofado con la gallina; total, ya ni huevos ponía la pobrecita, nos precisó”, rememora hoy a la distancia.

Durante toda su carrera de licenciatura en comunicación social hizo encuestas en toda la provincia, y en los veranos volvía a Gualeguay a trabajar de mozo en algún bar del pago chico. Mientras tanto germinaba con la fruición del riego cotidiano la semilla de su destino y el interés por la comunicación corporativa, concepto muy poco extendido en el empresariado local y del que también tendría que avanzar machete en mano por la maleza.

Había escrito en una hojita su –valga la redundancia- hoja de ruta y donde describió qué servicios debía ofrecer al mercado. Y así, al día siguiente de haber rendido su tesis, comprendió que se había convertido en un profesional, finalmente el primero en su larga y copiosa familia, y que ahora debía vivir de eso.

Con una gran cuota de osadía y convicción, una no menor dosis de inocencia y el necesario y mágico toque de la suerte, Eugenio Montenegro comenzó una carrera profesional como la pececita Doris en un océano de avatares y peligros, con el norte bien definido en construirse un destino que había profetizado en sus noches de soledad y angustia lejos de casa.

Comenzaba una nueva y más compleja etapa que demandaba seguir en el camino de la rebelión.

“Arranqué solo con una idea. El día antes de poner en práctica esa idea estaba haciendo otra cosa, y me dije no podía seguir con eso. Escribí una hojita con lo que tenía ganas de hacer y así nació todo. En ese caso era trabajar en la calidad de los servicios de atención al cliente. Me gustaba la comunicación corporativa y particularmente la parte de comunicación que tiene que ver con las organizaciones y la relación con sus clientes. Vi que en Paraná había un pequeño oasis que era el laboratorio de análisis clínicos de Domingo Nanni y encontré allí a alguien que le daba bolilla a lo que yo quería hacer. Entonces fui y golpée la puerta del laboratorio y pregunté por el Dr. Nanni. No tenía experiencia, contactos, referencias, no tenía nada. Toda mi carrera me la pagué haciendo encuestas. Mi destino en Gualeguay era criar pollos en el campo y ahora me encontraba con un empresario que me miraba desconcertado. Me atendió un alma maravillosa: el Dr. Miguel Ángel  Nanni. Me escuchó, me entendió y se jugó diciendo y bueno… vamos a ver qué sale de todo esto. Un gaucho maravilloso. Para mi es mi padrino de la vida”, recuerda con un lámina inocultable de lágrimas sobre sus ojos saltones. Para el laboratorio fue también una apuesta fructífera; su modelo de gestión tiene también la impronta de Eugenio.

Desarrollo.

Cierto día, al poco de andar juntos, el titular del laboratorio necesitaba reemplazar un recurso que había renunciado y le pidió a Montenegro que se encargara de la búsqueda, y esa también fue una elección profesional que le permitió abrir el departamento recursos humanos a Comunicar, la empresa que ya imaginaba en su cabeza y que demandaba empezar a sumar personal.

Hoy con casi 25 empleados estables, más promotoras y profesionales que se suman por proyectos, es, quizá, la consultora más grande de la región. “Como me gustan las muchedumbres empecé a armar un equipo. Así el primero fue Sebastián Cortino, mi mano derecha en el proyecto. Y así armamos un equipo con tres licenciados en comunicación social, psicólogas y profesionales en recursos humanos. A esta altura de la vida uno empieza a cosechar un trabajo en equipo y la ética”, prescribe sobre su momento.

Y tampoco desconoce ni desprecia el toque de suerte que tuvo. Recuerda que en la búsqueda de un contador a pedido del laboratorio, se topó con un profesional de Flecha Bus, y dice que “pegaron onda” y que fue recomendado por él a la familia Deruder. Y entonces su segundo cliente fue ni más ni menos que el pulpo del servicio de colectivos de proyección internacional nacido en la ciudad de Colón.

“Fue una gran experiencia profesional porque los Deruder son una gran familia y con la empresa aprendimos mucho”, dice Eugenio.

Y así todo comenzó.

Hoy, 15 años después, cuenta con los servicios de consultoría en calidad de atención al cliente, realización de eventos, diseño e identidad corporativa, promoción, publicidad e investigación de mercados, entre otros vinculados a la formación de líderes, capacitación y servicios tecnológicos.

Pero aún falta algo más en el sumario de esta breve historia atravesada por el deseo irrefrenable de un chico de pueblo de convertirse en empresario a fuerza de trabajo en equipo y valores para su derrotero corporativo.

“Nosotros habíamos usado esta herramienta para algunos clientes, y decidimos presentar en el INTI un proyecto en Experto Pyme, un programa para pequeñas y medianas empresas, y allí conocimos a Romina Torales, que nos hace un diagnóstico donde advierte que no estamos comunicando bien, que la gente nos conoce, pero no tanto para saber qué hacemos, cómo lo hacemos y quiénes somos. Entonces decidimos empezar a comunicar y justo apareció DOS FLORINES en nuestro camino”, salamea el entrevistado sin necesidad alguna.

A partir de esta recomendación comenzó también un proceso de vinculación con las organizaciones de la sociedad civil y generó lazos con la Unión Industrial, el Consejo Empresario, el Boureau para el Turismo municipal, entre otros.

“Para nosotros hay un valor clave que es la humildad, especialmente hacia adentro, que nos formó y nos dio una enorme fortaleza que nos permitió armar un equipo indestructible. Logramos convenios con universidades, nos asociamos con instituciones, pero siempre en términos de construcción y fortalecimiento de nuestros productores y servicios, pero hacia afuera siempre fuimos perfil v bajo. Estamos inaugurando una nueva etapa para todos nosotros”, subraya el joven empresario.

Festejos.

Ahora Eugenio aspira a cumplir el sueño que acuña como una adolescente: festejar sus 15 años con una fiesta. Allí habrá torta, invitados y vals. Estarán todos sus clientes y amigos.

Seguramente se harás presente marcas del prestigio de Haimovich, Sorbalok, LAR, Banco Bica, Esco, La Segunda, Sancor Salud, Banco de Entre Ríos, Tuyango, Mercado Libre, Tarjeta Naranja, OSDE, Consumax, y muchos otros. Especialmente estarán las autoridades de Domingo Nanni y Flecha Bus, las dos piedras fundacionales. Y que no parezca poco, porque habrá que recordar que se trata de un joven que decidió rebelarse al futuro de empleado rural que debía dar de comer a los pollos y se vino en un colectivo a la capital sin saber siquiera dónde recalaría con sus miedos y sueños. Allí también, en la universidad, se rebeló, eligiendo un camino que casi todos sus colegas desechan.

Aunque no sabe cuánto factura, sí tiene claro que paga 220 mil pesos en salarios mensualmente, más los honorarios profesionales, y dice que allí reside su gran responsabilidad: mantener una solidez para cumplir estos compromisos. En tiempos de crisis, dice que Grupo Comunicar crece, aunque por ahora no incrementará la plantilla de sus recursos humanos, o talentos, como les gusta llamarlos hoy día.

Él prefiere llamarlo equipo, e insiste hasta el hartazgo con el concepto. Con cierto espíritu de inocencia, como la pececito Doris avanza entre tiburones y medusas venenosas, aunque sabe que en esta nueva etapa deberá mantener la cuota de osadía y seguir apostando al método que lo trajo hasta aquí. No le ha ido mal, y va a más.

Quizá se acuerde de la larga, sinuosa e inestable senda que eligió 15 años atrás cuando en la fiesta de 15 años baile el vals junto a sus 25 compañeros de ruta, sus muchos clientes y lo rodeen sus tres hijos. Haz recorrido un largo camino muchacho…

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