El increíble derrotero que llevó una acuarela local al escritorio de Felipe Solá

22/08/2020

La obra del artista paranaenese Luis Gigi Molteni, cotizada en 500 pesos, y que casi por azar, acompaña la gestión del Canciller argentino. Gustavo Sánchez Romero

La noticia no es más que una de las tantas que se publican a diario en cientos de portales de todo el país. Se presentó en la edición del 19 de agosto pasado en Infobae con el título “El Gobierno prohibió que un avión que había trasladado enfermos y regresaba a Malvinas pase por el espacio aéreo argentino”.

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Ni siquiera anclaba en alguna trascendencia para la región, y hubiese pasado desapercibida si no fuera porque a Luis Gigi Molteni, un artista local, un simple detalle lo conmovió como a un niño. La edición decidió ilustrar la nota con una foto del canciller Felipe Solá, hablando por teléfono, y en fondo reconoció a una acuarela como propia.

Esta es una historia sencilla, sin grandilocuencias y quizá, dominada por un inusual eslabonamiento de hechos fortuitos, pero que articula un relato casual donde confluyen la pasión de un pintor, el apuro de un par de militantes y la grandeza de dos dirigentes políticos que dominan las colinas de la real politik: Jorge Faurie y Felipe Solá.

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Los hechos.

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El por entonces canciller argentino, llegó a Paraná el 28 de agosto de 2019 con una agenda institucional dominada por una serie de actividades protocolares. Para el almuerzo de ese día, se había dispuesto un convite político en en el restaurante del Hotel Howard Jhonson Mayorazgo. En el dominio de las alturas de la Costanera paranaense lo esperarían el concejal de Juntos por el Cambio, Emanuel Gainza (en la foto con la ex diputada Marialé viola) y un equipo de trabajo que le brindarían un agasajo conteste a la altura institucional del santafesino.

A escasas horas del evento, advierte el grupo político que no contaban con ningún presente para el Canciller, por lo que uno de los miembros del equipo sugirió la posibilidad de obsequiarle una obra de un artista local.

“Yo tengo un pariente que tiene lindas pinturas, lo voy a llamar para que me ofrezca algo y le presentamos en un marco de plata labrado en forma artesanal que tengo en mi casa”, sugirió Juan Hipólito Campos.

La idea prendió sin interferencias, quizá porque resultaba digna de la situación o porque ningún otro estaba dispuesto a disponer un minuto para desovillar el intríngulis planteado, ya muy cerca del mediodía.

Fue entonces que Campos llamó al artista local Luis Gigi Molteni quien lo escuchó y le sugirió que fuera hasta su taller y tomara lo que necesitaba, ya que él no iba a estar y los tiempos apremiaban.

Así las cosas, su primo llevó el marco plateado y eligió entre lo disponible con una consigna ramplona: que la acuarela se ajuste al tamaño A4 del formato metálico y pueda resolver lo más rápido posible la urgencia.

Fue entonces que Juan Campos se inclinó por una pequeña acuarela en la que Gigi estaba practicando en el estilo de crear manchas y sin levantar el pincel crear figuras en movimiento. En este caso una imagen de la costa del Paraná con un par de garzas alzando vuelo.

“Era un especie de anegado con aves que yo jamás hubiese vendido”, reconoce hoy el autor. El comprador dejó 500 pesos como pago simbólico, lo llamó por teléfono y agradeció el gesto. Algunos días después Campos le enviaría fotos y videos a su primo exhibiendo el momento en que Gaínza le entrega la obra al canciller, quien la recibe circunspecto, con un abierto gesto de agradecimiento.

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Sorpresa.

El hecho fue un apenas un apéndice en un florilegio de reuniones políticas y encuentros institucionales dentro de una profusa agenda del funcionario nacional.

Para Molteni apenas tuvo implicancia, y su vida siguió un curso predestinado, pero la obra encontró un camino demarcado por un avieso devenir.

El artista, que estudió arquitectura y trabaja en diseño, comenzó a pintar a finales de los años ´80 con Federico Celeccia, luego de realizar un taller sobre croquis urbano en el atelier de Gloria Montoya. Durante algunos años desplegó la técnica en óleos y acrílicos porque era “rápida y figurativa” y con los años se fue apartando para hacer otras cosas, a pesar que por aquellos tiempos fue la figura central en un par de exposiciones sobre la técnica.  

En 2018 volvió a las pinturas y telas empujado por el artista Gonzalo Cid, con quien realizó dos talleres, y la acuarela volvió a seducirlo en 2019 con la realización del TBeo Animada, una muestra multiplataforma organizada por el Instituto del Seguro de Entre Ríos, empresa en la que trabaja hoy día, en el área de diseño e infraestructura.

“Esta acuarela es una mancha que busca representar figuras, aunque no siempre la representación es igual para todos, ya que tiene amplios sentidos semánticos. Es una mancha que explora grafismos para dar sentidos figurativos, pero especialmente era un banco de pruebas en la que trabaja el estilo. Yo hubiese orientado a mi primo en otro sentido, pero él eligió esa y se la entregó al Canciller. Me desentendí del tema pero al verla en la nota de Infobae me acordé del video donde Faurie la mira con agradecimiento y busca el nombre del autor y la lee en voz alta. Aun así no imaginé que tuviera la grandeza de llevarla consigo, y mucho menos que su sucesor la dejara en el escritorio”, rememora el autor.

Asegura Molteni que sintió un reprimido y silente orgullo al ver su obra en ese lugar y no supo cómo expresar tamaño agradecimiento.

El fortuito derrotero, pletórico de episodios azarosos y hasta surrealistas maniobras encontró a una acuarela local, pintada sin demasiada expectativa, cotizada en 500 pesos, de pronto en las manos del canciller Jorge Faurie y, un año después en la portada de un medio nacional acompañando un artículo del actual canciller, Felipe Solá.

No es un simple episodio que trasciende el apuro, el enredo y los 500 pesos que se movieron por todo concepto. Es mucho más, porque hay algo de grandeza en todo esto.

Hay algo de grandeza en la actitud de un funcionario que le otorgó al obsequio de un perdido grupo de personas de estos arrabales del fin del mundo un lugar preponderante en la cotidianeidad de las alturas del poder. Hay algo de grandeza en su sucesor de permitir su continuidad sin vedetismos y no preguntando si se trataba de un Daniel Salaverría o Juan Lescano.

En estos detalles se puede reconfigurar el espíritu de los grandes hombres; porque, en definitiva, en los pliegues de los detalles, se esconde el demonio que insufla vida al arte.

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