Marsó no ve “señales claras” de la salida en pospandemia: “Estamos a la deriva”
19/07/2020

El empresario avícola dio su mirada sobre el complejo escenario que se viene. “Hay mucha gente que necesita que esto funcione”, reclama. Nahuel Amore
La cuarentena, en sus distintas fases, con avances y retrocesos, cumple este lunes cuatro meses en la Argentina. Las empresas y sus mercados han sobrellevado en este período uno de los procesos de transformación más vertiginosos de sus historias, en el que la sustentabilidad misma se puso en jaque y, a la luz de los hechos está, sigue dejando en el camino a miles de sueños y sustentos familiares. Evidentemente, el coronavirus llegó para desafiar a las estructuras y profundizó una crisis tan latente como inevitable, que pareciera aún no haber tocado fondo.

“Entre el 18 de julio y el 2 de agosto vamos a tratar de ir volviendo a la vida habitual en forma escalonada”, disparó el presidente Alberto Fernández este viernes, cuando por poco más de dos horas se explayó en describir cómo será el inicio de lo que podría ser el ocaso del aislamiento y el amanecer paulatino de una nueva etapa de convivencia entre las medidas de salubridad y el movimiento propio de las actividades económicas que piden a gritos, al menos, poder recuperar parte de lo perdido para subsistir.
La frase del jefe de Estado podría ser música para los oídos de muchos que buscan la luz al final del túnel. Así, lentamente la pospandemia comienza a configurarse en el imaginario colectivo como un horizonte posible de alcanzar. Sin embargo, durante estos meses de confinamiento la mirada se ha reducido de tal modo al corto plazo que resulta prácticamente un juego de azar pensar en cómo nos encontrará a todos el futuro inmediato. A pesar de estas dudas, DOS FLORINES abre una vez más el abanico de voces al sector privado para conocer en primera persona cómo se despliegan estos interrogantes en los hombres y mujeres de negocios de nuestra provincia.

Raúl Marsó, experimentado empresario del sector avícola que conduce junto a su equipo el destino de Las Camelias, no niega sus dificultades para encontrar “señales claras” que permitan reorientar el camino productivo de cara a la nueva normalidad y ante un mundo que se pondrá más exigente. Incluso, desde una mirada política, deja al descubierto la ausencia de un plan rector que conduzca el país hacia una salida estratégica y ordenada, por lo cual define como una “deriva” a las circunstancias actuales en la que se ven inmersos.
A pesar de todo, sin resignación y fiel al espíritu emprendedor de la mayoría de los industriales que en Entre Ríos siguen en pie, para Marsó la reconstrucción de los nuevos escenarios corre por cuenta propia y es por eso que sigue haciendo los deberes puertas adentro. Al igual que los consultores plantean que la clave está en la capacidad de reconversión para enfrenar la pospandemia, el presidente del frigorífico nacido en Colonia San José está convencido de que sólo con más inversiones, trabajo y eficiencia es posible redoblar los esfuerzos y salir a competir y crecer.

—¿Cómo cree que será la pospandemia para el sector avícola y cómo se preparan?
—Estamos con mucha ansiedad. No hay señales claras que indiquen que esto se esté terminando. Es más, es como si se estuviera agravando. En realidad, el país está muerto. Más de lo que se está vendiendo, no creo que haya ningún tipo de posibilidad. Estamos mirando para afuera para ver si se da vuelta. Si es por arrancar, estamos preparados.
—Los deberes se siguen haciendo hacia adentro.
—Por supuesto. Pero no vayas a caer ante China con algún caso de Covid en la planta, porque te sacan de la lista por 15 o 20 días y hoy es el principal mercado que tenemos. Por otro lado, vemos que en Paraná han hecho protocolos para las empresas que son bastante buenos, con mucho apoyo para que la cosa siga. Eso es buena noticia, de que hay preocupación y ganas de hacerlo. Pero en el resto, nada. Uno trata de buscar señales positivas para decir que esto termina a la vuelta de la esquina, pero no se las ve, con lo cual todo lo que podés hacer o pensar, termina ahí. Tenemos posibilidades de crecer y hacer más cosas, pero en este contexto pareciera que tenemos que quedarnos en el molde.
Crecimiento
Las Camelias consolidó en los últimos años sus destinos de exportación no sólo en China, sino también en países que conforman los Tigres Asiáticos, con especial llegada a Singapur y Corea, además de avanzar, según Marsó, en otras ventas hacia Oceanía. En tanto, respecto de los países de la región, indicó que Chile y Perú son importantes, pero “están con muchos problemas”.
—Esas posibilidades de crecer en la pospandemia evidentemente apuntan al exterior. ¿Qué sucede con el mercado interno?
—El mercado interno está limitado por un problema de poder adquisitivo, eso se nota. Nosotros pensábamos que íbamos a estar un poco mejor porque había menos producción, pero no hay forma de que reaccione el mercado. El producto que vendemos está a precios muy bajos, bordeando los costos y muy depreciado. La carne de pollo que está a 70 y 80 pesos y a 100 pesos al público, no existe. Un kilo de mandarina vale lo que vale un pollo. En ese sentido vemos que estamos en el fondo. Más abajo no se puede ir porque la industria empieza a perder plata y se repone rápidamente porque la oferta desaparece. Para el mercado interno, más de los kilos que le hemos sacado a las carnes rojas y al cerdo, no se puede; estamos casi en 50 kilos. Entonces, todo lo que vendrá para nosotros, será de afuera.
Inversiones
—¿Qué están haciendo en estos meses en la empresa para sostener las estructuras y avanzar con inversiones?
—Avanzamos con algunos aspectos desde el punto de vista de la producción, de mejorar ciertos procesos que tenemos; por otro lado viendo qué perspectiva podemos tener con otros productos que tenemos en carpeta como para sacar y ponerlos a funcionar; después, orden interno en cada una de las distintas facetas que tiene la empresa en la producción. Cada uno tiene que ser lo más eficiente posible en lo que está haciendo, y en eso vivimos permanentemente trabajando. La avicultura no se agota en una sola cosa, hay muchas para ir haciendo, que van apareciendo y las vamos tomando. Si hay problemas, los vamos tratando de arreglar.
—¿Qué inversiones realizan?
—Básicamente, relacionadas con el tema del frío, de presentación de productos y el proyecto de aumento de la capacidad de producción de nuestra planta, que estábamos en 12.500 aves por hora y queremos llevarlo a 15.000. Eso está bastante encaminado y para fin de año pensamos terminarlo. Ahí tenemos un problema de energía eléctrica que tenemos que arreglar y Enersa sigue haciendo propuestas para ver de dónde consigue la energía que necesitamos; básicamente es un tendido eléctrico.
—¿Qué opina de los costos eléctricos? ¿Qué incide más hoy en la estructura?
—Ahora se han achatado nuevamente. Acá lo que te va corroyendo son las cuestiones salariales que siguen presionando a subir. Los cereales no están mal, por eso podemos sostener los precios que tenemos. Pero es un equilibrio inestable. Por eso, ¿cómo va a ser la salida de la pospandemia? ¿Va a haber plata para seguir financiando la energía o van a tener que sincerar esas variables y hacerse cargo? Al no tener un gobierno con un proyecto, es muy difícil que las empresas puedan elaborar algo. Vamos todos los días enterándonos de cosas y, en base a eso, armando nuestros propios escenarios.
Políticas
—¿Cómo evalúa el manejo de la pandemia del Gobierno nacional y provincial, ante variables tan complejas, entre las urgencias de la salud y la economía?
—Yo creo que en la primera etapa fue importante lo que hicieron, llamando la atención a la gente y contando qué recursos tenían para enfrentar la pandemia; todo eso me pareció bárbaro. Ahora, de ahí para adelante, creo que no se avanzó en ver de qué manera se puede destrabar esto, por un lado, para convivir con la pandemia y, por otro lado, haciendo responsable la gente de lo que tiene que hacer. El avance en los protocolos sectoriales son cosas que a esta altura tendrían que estar todos hechos y uno ve que hay cosas que no saben por dónde salir. Nosotros hemos trabajado mucho. Pero para que la actividad económica empiece a funcionar, tenés que liberar a la responsabilidad de cada uno en un marco que no está hecho. Y seguimos perdiendo tiempo.
—El planteo es que, ante cada caso, no se frene una fábrica, no se frene la producción. Para eso, entiende, están los protocolos que permiten continuar…
—Hay que hacer protocolo para todo. Todo el mundo tiene que saber para dónde ir. Y acá estamos todos los días esperando para ver cuántos se infectaron, cuántos murieron y no hacemos nada. Me parece que ahí hay una deficiencia del gobierno, tanto nacional como provincial y municipal, en no ponerse a trabajar. Me parece que no se está ocupando el tiempo en hacer cosas que llevan tiempo, como reunirte con cada sector, sean los peluqueros, los dermatólogos, los médicos, la Justicia, que siguen de feria judicial. Está todo atrasado. Hay mucha gente que necesita que esto funcione y todo el mundo amparándose sin hacer nada, con todo el andamiaje estatal parado. Eso tira para atrás.
—Todos los sectores, incluidos los industriales, plantean que la salida es con grandes acuerdos. ¿Cree que es posible, tanto a nivel nacional como provincial, hacer una gran mesa de acuerdo para encarar algún tipo de plan o programa pospandemia?
—Yo lo veo difícil. La grieta continúa, la ahondan todos los días, salen con un mensaje pacificador de buenas relaciones y a los 10 minutos se pelean. No me lo creo. Vamos a estrellarnos de vuelta y sobre esa base empezaremos a construir. Creo que no se está haciendo nada al respecto y estamos a la deriva. Esto de la deuda ya debería haberse arreglado. Después, ¿quién se va a sentar en la mesa? Por un lado está el Estado, con la cantidad de dinero que necesita para seguir funcionando que es monstruosa; ¿qué hacés con los impuestos cuando discutís ese tipo de cosas? ¿Cuáles son los temas que podemos juntarnos para ver de qué manera salimos? En el trabajo, los sindicatos presionan por aumentos, pero mientras tanto nosotros tenemos que mantener los precios máximos de los productos; es un fuego cruzado. Y así estamos.