Los contadores también atajan penales: la profesión enfrenta un inquietante contexto laboral e impositivo
08/06/2025

Leonardo Tomás cumplió 25 años de graduado y analizó los desafíos que enfrenta la profesión en tiempos de avances tecnológicos e incertidumbre económica, que afectan el humor de los clientes. Advirtió que el principal reclamo que reciben es por la presión fiscal, para lo cual esbozó cambios necesarios. Además, instó a que sus colegas tengan mayor incidencia en la agenda de políticas públicas. Por Nahuel Amore
A instancias de su aniversario número 25 como contador público nacional, Leonardo Jorge Tomás brindó un crudo panorama sobre el presente de una de las profesiones liberales tan necesarias como bastardeadas, que refleja en sus planillas y cálculos los vaivenes económicos, financieros, laborales y societarios de un país, una provincia y una ciudad. Desde esa expertise, que se configura en cada vínculo con clientes y los Estados, pone en palabras las luces y sombras de un contexto particular que los interpela.

“La nuestra es una profesión que le costó y le cuesta adaptarse a los cambios”, advirtió, en entrevista con DOS FLORINES, sobre los desafíos que imponen tanto las nuevas tecnologías como la coyuntura macroeconómica. En ese sentido, instó a defender el trabajo desde la capacitación y especialización, para dejar de ser meros liquidadores de sueldos y animarse a brindar asesoramiento en materia impositiva, contable, laboral y societaria que, en su caso particular, se focalizó en la sindicatura concursal y pericia judicial.
Según subrayó, los tiempos turbulentos como los actuales se trasladan al humor de quienes asesora y de allí que también debe atajar las preocupaciones que quitan el sueño a más de uno. La presión fiscal y el costo de generar empleo en blanco aparecen como dos temas recurrentes, para lo cual planteó que sobrevuela en el éter el reclamo con mayor fuerza de una reforma impositiva y laboral que, va de suyo, irían de la mano. Ante esta realidad que conoce de frente, no dudó en exponer los ejes principales que debieran contemplar los cambios normativos.

Sin tapujos, Tomás expuso las debilidades del sistema y cómo ello impacta en las decisiones del sector privado en estas tierras y las proyecciones limitadas de crecimiento de muchos empresarios y emprendedores. Al mismo tiempo, como expresidente de la Delegación Paraná del Consejo Profesional de Ciencias Económicas (Cpceer), hizo una decidida autocrítica sobre la incidencia vacante en la agenda pública, hecho que seguramente puede extrapolarse hacia otras instituciones colegiadas que van cediendo poder de influencia.
Finalmente, en el marco de la semana del Graduado en Ciencias Económicas que se celebró el pasado 2 de junio, el contador aprovechó para analizar el difícil panorama que deben enfrentar los jóvenes profesionales en un mercado laboral cada vez más complejo. De todos modos, los impulsó a no bajar los brazos y trabajar, con “conducta, ética y criterio”. En síntesis, como lo suele hacer los sábados en el Club Interprofesional de Paraná donde es arquero, atajar penales es parte de la tarea, pero con los años también es posible hacer goles.

El contexto: un “torbellino”
—¿Cómo analiza hoy el contexto, ya con 25 años de profesión? ¿Cómo describiría el momento en que se encuentra?
—Uno cuando empezó a ejercer la profesión, pensó que a los 25 años lo iba a encontrar mucho más estabilizado. Y en realidad lo agarra tal vez en un momento crucial de la profesión por la evolución tecnológica, con algunos cambios menores y otros que tienden a ser estructurales… Estamos justo en un torbellino, sumado a la presión fiscal, a la mala situación económica de la mayoría de los clientes, en lo cual uno tiene que hacer malabares para tratar de explicar algunas situaciones. La etapa de 2001 me agarró muy nuevo en la profesión, pero por primera vez se nota en masa la disminución de nóminas de trabajadores. Estamos en una situación particular, que no la viví antes de esta forma.
—¿La experiencia permite sobrellevar estos tiempos complejos con mayor adaptación?
—Sí, es un poco más fácil para uno, pero es difícil con los clientes. Cuando uno está mal en lo económico, repercute en las relaciones personales. Nada lo puede negar. Por ello, muchas veces las charlas con un cliente son un poquito más complicadas. La profesión da herramientas durante los años, pero el cambio es grande y va a ser más grande. Por ejemplo, hace poco se anunció la declaración de Ganancia Simplificado. A la larga creo que tiende, y lo vengo diciendo hace muchos años, a pérdida de trabajo por parte de los contadores.
—Esa pérdida de trabajo de los contadores, ¿por qué se da? ¿El avance tecnológico, las nuevas normativas…?
—Tiene que ver con muchas cosas. La nuestra es una profesión que le costó y le cuesta adaptarse a los cambios. En la generalidad, terminás siendo un estudio contable liquidador de impuestos y de sueldos. No está mal, pero es totalmente reemplazable esa tarea, por otros jóvenes profesionales y demás. Con el tiempo, con la profesión uno tiene que ir elevándose, lo que implica buscar otras áreas de trabajo, acercarse más a lo intangible, al asesoramiento, al acompañamiento del empresario o de los emprendedores que arman un emprendimiento, explotan para bien en poco tiempo, pero tienen que sostenerlo y no tienen conocimiento de cómo llevarlo. Ahí tenés que estar cerca, apoyándolo y dándole una impronta. Por lo tanto, hay que virar la profesión, hay que cambiarle el rumbo. Tenemos que darnos cuenta de que si nos quedamos haciendo cuestiones operativas, no se va a solucionar y vamos a tener cada vez menos trabajo.

Buscar la diferencia
—La automatización de procesos atraviesa a distintos sectores y es un desafío. Ahora bien, ¿cuál sería el plus que daría un contador? ¿Hacer proyecciones, pensar estrategias?
—Tiene que ver con eso. En una economía revuelta, que no tiene reglas claras, que no hay crédito, que uno no sabe qué va a pasar en seis meses como estamos acostumbrados en Argentina, el profesional tiene que ir a ese escalón superior y brindar otro tipo de servicio, no estando personalmente en la diaria. Es difícil porque hay que prepararse, estudiar y buscar nichos de trabajo. En mi caso particular trabajo con la justicia como síndico y perito. No a todo el mundo le puede gustar la sindicatura o las pericias.
—Propone buscar la diferencia, digamos, especializarse.
—Exacto. La auditoría de estados contables va a seguir vigente y es importante; la actividad financiera siempre va a estar en boga; contabilidad ambiental; responsabilidad de empresas… Los contadores tenemos herramientas. Tenemos que aplicarlas.
—La resistencia al cambio, ¿es por el perfil de formación, decisión personal o porque el nivel y tipo de actividad de Paraná o Entre Ríos te lleva a liquidar sueldos?
—Es una suma de todo. La formación nos llevó a que el primer trabajo sea una liquidación de impuesto básica o una liquidación de sueldo. Muchos se quedaron cómodos y trabajan en eso. Otros le han dado otra impronta. Desde la costa del Paraná, la influencia de la actividad estatal o del empleo público, también acható la profesión, en el sentido de que los profesiones están dentro de la administración pública tienen un perfil determinado y muchas veces no ejercen; y los que estamos en la parte privada tenemos empresas no de la dimensión que, por ejemplo, hay en la costa del Uruguay. Hay también una influencia del entorno. Después cuesta capacitarse porque es invertir y no todos lo hacen.
—¿Se nota esa diferencia de trabajo entre los contadores de la costa del Paraná y del Uruguay?
—Sí, se nota, porque cuando uno habla con colegas, en su mayoría están abocados a la parte privada. Hay otro nivel de roce con el empresario. Y del lado de Paraná hay más cantidad de contadores porque hay muchas facultades cerca, pero el universo de empresas es más acotado. Suele pasar muchas veces que grandes empresas que están radicadas en Paraná, tienen estudio contable en Buenos Aires. Ante esa situación, uno ve que el colega de la costa del Uruguay tiene otra impronta.

Reforma impositiva
—¿Cuáles son las principales preocupaciones que manifiestan los clientes en esta coyuntura?
—Las dos más importantes y que se espera de este gobierno, que hasta ahora no ha llegado, es una reforma impositiva y la reforma laboral. Los costos impositivos son altísimos, la presión tributaria es alta y la exigencia del fisco. Hoy ARCA a las 48 horas te notificó de la deuda y a partir de ahí está en condiciones de ejecutar. Es muy violento. Y a una pyme, empresario o comerciante chico, que le embarguen la cuenta corriente o la cuenta recaudadora, termina siendo un grave problema. De hecho, se le va a complicar poder cumplir con esa deuda. Y lo otro son las cargas laborales, tanto las formales como las informales. Con un empleado tenés dos cargas: la carga laboral planteada por la ley, aportes y contribuciones que son altas para financiar un Estado sobredimencionado. Y por el otro lado, está la intangible que es, por ejemplo, el crédito que tiene ese empleado el día de mañana ante un juicio laboral y que el empleador va a tener que hacer frente. Si está registrado como corresponde, va a ser atenuado. Pero si no, va a ser mucha plata la que tendrá que pagar ese empresario o comerciante ante una situación de un juicio laboral.
—¿Qué pautas considera que debe contemplar una reforma impositiva, desde el punto de vista de un contador con 25 años de experiencia?
—La primera es la simplificación, por la cantidad de impuestos que se tiene y las dobles imposiciones. Será tarea del político cómo se lleva a cabo eso y cuál de esos impuestos que están solapados unos con otros se eliminan. Personalmente creo que tenemos un IVA carísimo, muy alto. Tenemos la doble imposición de Ingresos Brutos y tasa comercial de los municipios que, entre las dos estamos arriba del 5% y cerca del 6%; es una locura. Es una imposición totalmente regresiva que no ayuda siquiera en el consumo y muchas veces tampoco en la recaudación porque es lo que origina la subfacturación. Además habría que corregir el impuesto a los Bienes Personales que no debería existir. Hay un impuesto a las Ganancias que debe ser totalmente reformado.
—¿El impuesto al cheque?
—El impuesto al cheque es una barbaridad. Todos prometen sacarlo; un impuesto que entró como emergencia hace más de 20 años y ahí está. Hay una suma de cosas que habría que corregir. Para corregir eso, hay que buscar que el Estado no se desfinancie. Para eso, el Estado tiene que bajar los gastos.
—Un fino equilibrio entre una reforma y la realidad del peso del Estado.
—Tengo miedo, con ciertas ideas de reforma, en el pase a la informalidad. El monotributo es un caso.
—Hablando de Monotributo, ¿qué opina hoy sobre este régimen simplificado que pareciera haberse desvirtuado y siempre tensiona con autónomos y régimen general?
—Nací con el Monotributo. Me recibí en el 2000 y el Monotributo es del 98. Como herramienta inicial no era mala porque abarcaba una serie de personas que en aquel momento se llamaban responsables no inscriptos, que no pagaban nada. ¿Con qué nos encontramos con el tiempo? Primero que achataba al emprendedor o al empresario que recién empezaba porque ninguno quería salir en el Monotributo: no facturaba, compraba poco, le ponían techo al negocio. Si lo entendían, pasaban a ser responsables inscriptos. Después, dio lugar a muchísima evasión previsional desde el punto de vista laboral. Es decir, terminaba siendo monotributista un empleado.
—Devino en una reforma laboral de facto que hasta acá el municipio y la Provincia contrataron trabajadores con Monotributo.
—De hecho, siempre dije que el principal dador de trabajo en negro es el Estado, por goleada. Por eso, creo que el Monotributo cumplió un ciclo como tal. Algún tributarista me podrá decir esto que digo no es correcto: yo dejaría el IVA, eliminaría el Monotributo y haría un IVA diferencial. Haría un IVA por categorías de contribuyente y por ejemplo, no debería ser el mismo IVA el que presta un servicio, como un profesional, que el que compra y vende bienes, por tener crédito fiscal. Buscaría una forma más simplificado. Se habla de un Súper IVA y la eliminación de Ingresos Brutos. Tal vez va por ahí. Sí entiendo de que el Monotributo como tal ya no sirve, porque no le sirve al fisco como recaudación y no le sirve al contribuyente como desarrollo de su actividad.

Desafíos de los contadores
—¿Cómo ve hoy la fuerza de los contadores para incidir en la agenda pública?
—Puedo opinar de Paraná y Entre Ríos. En general, nunca se tuvo la voz y la importancia en los planteos y aceptación de parte del fisco. Nunca se ocupó su lugar, en este caso a través del Consejo de Ciencias Económicas donde he participado como directivo. No se logró tener un lugar preponderante de opinión, siendo que tuvimos gobernadores, vicegobernadores, intendentes y ministros que fueron contadores. No hubo una cercanía en las políticas públicas como sí la hay en otras provincias, donde el Consejo es muy activo como en CABA, Córdoba o Santa Fe. En Entre Ríos siempre estuvimos, Dios sabrá por qué, un poquito más aletargados. Deberíamos tener una participación activa en las políticas de decisión, más allá de que la decisión termina siendo política. En los medios es necesaria la reacción ante lo que está pasando.
—Sobre todo en momentos que debiera haber mayor especificidad o precisión técnica sobre determinados temas.
—Cada sector lo expresa desde su óptica, pero no desde el punto de vista técnico. Nosotros tenemos la visión de lo que le conviene al contribuyente para el Estado, sea empresario, privado, aportante o cliente de estudio contable. Tenemos una visión periférica que nos serviría. Para eso, uno tiene que imponerse y del otro lado aceptar la participación porque, de lo contrario, es muy difícil.
—¿Qué le diría a los jóvenes egresados que se enfrentan hoy a un contexto totalmente difícil al que te tocó hace 25 años?
—Sí, es distinto. Les cuesta muchísimo más. Quizá no recuerdo lo que nos costó a mí y a la gente de mi generación. Pero noto que a los chicos les cuesta porque la exigencia es alta y porque las herramientas con las que salen son muy escasas en lo práctico e importantes en lo teórico. Los chicos que han pasado por el estudio, lo que noto es cierta desilusión cuando empiezan a trabajar a la profesión que ellos creyeron que estaban entrando.
—¿Y qué les diría?
—Si estudiaron lo que les gusta, sigan apostando y poniéndole fichas. En algún momento el reconocimiento aparece, tener un estudio más grande aparece, el poder vivir de la profesión surge. Pero hay que insistir; no es de un día para el otro. Recomiendo no cortar camino para llegar antes a la meta, porque tarde o temprano termina costando más caro. Hay que mantenerse siempre con una línea de conducta, de ética y de criterio y trabajar. Cuesta y no es fácil porque en algunos casos no hay mucho margen laboral. Ojalá encuentren las herramientas como para poder crecer. Cuando uno crece, todo es un poco más fácil. Cuesta al principio y va a costar.