La importancia de la dosis
15/05/2020
Por Sergio Dellepiane – Docente universitario de Economía
En base a los estudios realizados y la experiencia vivida, estoy cada día más convencido de dos hechos que, en mi opinión, resultan por ahora irrefutables.

El primero es que la ciencia económica; desde mediados del Siglo XVII, cuando Adam Smith escribió y publicó su obra cumbre, llamada “La Riqueza de las Naciones”; tiene todo lo necesario para aportarle soluciones a la denominada política económica; que se muestra como un rejunte de acciones espasmódicas, y por lo mismo, con efectos de corta duración; oscilando entre la más pura ortodoxia, por un lado y en indicaciones, sugerencias y “medidas” inconexas, provistas por quien quiera opinar, por el otro.
Esta, nuestra política económica, la mayoría de las veces, se ejecuta, sin presentar los suficientes y sólidos fundamentos para sostener tal o cual precepto, aunque lo convierte, según su propio parecer, en la mágica solución de todas y cada una de nuestras penurias colectivas.

Capacidades.
El segundo hecho; para mí irrefutable; es que, por la amplitud e instantaneidad de las vías de comunicación hoy disponibles, la mayoría de los seres humanos, nos convertimos cotidianamente en opinólogos del qué hacer en y con la economía real. Pero pocos, muy pocos, tienen la entidad suficiente para afrontar decididamente el problema central: El de Cómo resolver los innumerables y variados Qué; que somos capaces de diagnosticar.

Es casi como ir a nuestro médico de cabecera, contarle nuestros síntomas, hacernos los análisis que nos prescribe y, al regresar a verlo con todos los resultados; luego de analizarlos, nuestro médico señala, firme y decidido, el mal que nos aqueja; pero no nos da ni el remedio, ni la dosis, ni la forma o modalidad de ingerirlo o aplicarlo.
Los instrumentos que tenemos a disposición, proporcionados por la ciencia económica, no son ni buenos ni malos en sí mismos, sino en función de la dosis que, de ellos, se decide aplicar.
Abusar de dichos instrumentos, nunca resultó, ni resultará un buen camino.
En dosis extremas (por exceso o por defecto) tales herramientas empleadas por quienes han sido designados para dirigir la política económica de una nación, inevitablemente producen daño. Más daño que la solución que intentan aportar.
Ante un panorama, a todas luces complejo, de la economía nacional en su conjunto, resulta primordial, evitar las tentaciones hacia los excesos; entendidas como políticas que, en el corto plazo, pueden ayudar a sortear los desequilibrios existentes, pero que; inmediatamente después de este cortísimo plazo, tienden a profundizarlos.
Tratamiento.
Es bien conocido que la morfina permite sobrellevar los dolores del momento; pero a medida que pasa el tiempo se hará necesaria una dosis mayor para lograr el mismo efecto; y que, inevitablemente, en algún momento, ocasionará el colapso.
A estas alturas, no existen dudas, acerca de la imperiosa necesidad de llevar alivio a numerosas familias, emprendedores, Pymes y empresas más grandes; pero no es menos cierto que la fragilidad actual de nuestra economía nacional, exige fijar prioridades, con el fin de buscar la reactivación de la actividad productiva en su conjunto. De dar señales claras y contundentes, sobre todo hacia fuera de nuestras fronteras territoriales, que esta vez, sí aprendimos la lección.
Una de las mayores tentaciones, a no dudarlo, es el uso de la emisión monetaria; pero sabiendo que, hace tiempo, nuestra moneda nacional, ya no tiene ningún tipo de respaldo, ni en la Reservas del Banco Central, ni en la Inversión Extranjera; y mucho menos, en la emisión de deuda pública; con el fin de cubrir la desmesurada brecha fiscal existente entre los egresos y los ingresos (fundamentalmente fiscales) del Estado nacional. Insuficientes, por lo ineficaces, para inyectar liquidez y así motorizar la economía interna a través del consumo.
Hoy el problema es de Oferta, no de Demanda.
El principal motivo de la tentación, es que cierto nivel de emisión monetaria es inevitable.
La clave está en cuánto emitir, hasta cuándo hacerlo o durante cuánto tiempo. La clave sigue estando en el Cómo, No en el Qué.
La situación que atravesamos es lo suficientemente delicada como para tirar más de la cuenta.
A la luz de las urgencias, ahora más que nunca, tenemos que evitar la tentación de tomar atajos.