El mensaje emergente tras 50 días
08/05/2020
Por Nahuel Amore. Redactor de Dos Florines
Desde el minuto cero y de manera atinada, la prioridad en esta pandemia fue la vida de los argentinos, que permitió un reordenamiento estratégico de la estructura sanitaria, que permanecía sumergida en un estado crítico y sin inversión. Pero al mismo tiempo, desde entonces se abroqueló un relato políticamente correcto de la cuarentena argentina que corrió a un costado las voces disidentes, incluso de quienes todavía gritan de viva voz por volver a trabajar y ganar un peso para dar sustento a sus familias o los empleados que de ellos dependen.

Sin embargo, tras 50 días de confinamiento y a medida que florecen las alarmas por los daños colaterales, comienza poco a poco a emerger la advertencia de que el derrumbe económico y financiero de las cuentas públicas, empresarias o familiares también quitan el sueño y afectan la salud. Aunque sean pocos los que se animen a decirlo, en el ritmo de las medidas oficiales queda más en claro que la falsa dicotomía entre salud y economía es un privilegio de clase que fue funcional en el arranque.
Señales

Algunas señales de este cambio de discurso salen a flote ante las contradicciones entre el decir y el hacer. Hace dos semanas, en medio de la cuarentena de tipo administrada, el presidente Alberto Fernández dispuso que las provincias podían regular la salida recreativa de las personas, por el término de una hora diaria y en el rango de 500 metros a la redonda de su domicilio, para despejar la cabeza –sobre todo los niños- después de tantos días de encierro. No obstante, el mensaje todavía parece haberse desoído, como silenciosa es la salud mental de muchas personas hasta que se encuentran con un síntoma o acontecimiento que termina haciendo click.
Los gobernadores, incluido el entrerriano, prefirieron dejar pasar la oportunidad delegada por la Nación de habilitar las caminatas de esparcimiento y se la patearon a los municipios, a pesar de cumplir con los cinco puntos establecidos por el Comité de expertos. Sin más explicaciones, la respuesta es hacer un esfuerzo más y priorizar el famoso achatamiento de la curva de contagios, que se impone en la construcción discursiva imperante como el argumento por excelencia para no expresar, de otra manera, “yo, argentino”.

Con esta negativa y los recuerdos cada tanto de que “la cuarentena no terminó”, a la par comenzaron a habilitarse nuevas actividades económicas, cada una bajo estrictos protocolos de seguridad e higiene, para revivir el trabajo de miles de personas, además de echar un salvavidas a las cajas de recaudación estatal. Comercios, industrias, obras privadas, profesiones, oficios, vuelven poco a poco al ruedo, en medio de un desierto de demanda que todavía desconcierta por la tenue reactivación, lo que a su vez obliga a la repregunta de si el problema ya es económico o psicológico.
Problemas
Así las cosas, claro está, el derrumbe de la economía y de las finanzas propias está desvelando a quienes tienen en su puño el poder de cambiar las cosas. Y aunque prefieran remarcar que la prioridad es sanitaria, en el pulso de sus decretos se percibe entre líneas que es preferible tomar riesgo por volver a trabajar, recaudar y mover los engranajes del sistema productivo, que por habilitar a las familias a caminar y despejarse. El mensaje subyace, aunque “pour la galerie” se diga otra cosa.
Al igual que a muchos cuentapropistas o empresarios de micro, pequeñas y medianas empresas, a los intendentes y gobernadores les comenzó a urgir la preocupación por sus déficit, por no poder llegar a fin de mes con el pago de salarios y la prestación de servicios básicos, más aún en tierras donde el empleo público es significativo en términos comparativos con el privado, incluso cuando termina siendo motor de la economía de ciudades como Paraná.
Nuevamente, la falsa dicotomía se quiso imponer como un discurso generalizado, cuando sabemos que sólo se reduce a un pequeño grupo, que no debe recurrir a la clandestinidad para subsistir, aun en los lugares donde el Estado llegó con políticas paliativas de emergencia. Por si alguno perdió la memoria en estos días, la canasta básica total ya supera los 41 mil pesos y hasta los mismos gobiernos sumergen a sus empleados en la pobreza, lo cual no sería para nada ilógico que ellos mismos deban recurrir a alternativas informales para completar lo que falta.
No está mal ocuparse de la economía, al contrario. La política debe ser integral y no una suma de parches. Pero es hora de sincerar posiciones y el estado crítico de situación que atravesamos, por el bien también de quienes temen por su salud mental. Del mismo modo, sería oportuno que en medio de tantas urgencias, emerja un nuevo mensaje de rumbo, de sentido, que ponga un norte hacia dónde ir. Puede ser, quizá, que después de tantos días de encierro resurjan los viejos anhelos de construir una sociedad más justa. Sólo en ese momento, la pandemia significará un antes y un después. Mientras tanto, como dicen los chicos, es puro chamuyo.