¿Chicken or pasta?

03/05/2020

Por Gustavo Sánchez Romero – Editor de Dos Florines

La Organización Internacional del Trabajo advirtió en su último informe que casi la mitad de la población económica activa podría llegar a perder sus medios de vida. Los últimos datos sobre el impacto de la pandemia del Covid-19 en el mercado laboral revelan efectos devastadores a partir de la enorme extensión que tiene el empleo informal, y la estimación alcanza a los 1,600 millones de trabajadores.

Imagen 1

En la Argentina hay unos 11 millones de trabajadores, de los cuales más de 7 millones son informales, con alto porcentaje de semiformales (monotributistas sociales, trabajadoras de servicio doméstico). Si seguimos bajando nos encontraremos con una provincia que tiene el 3 % de casi todos los indicadores de la economía, exceptuando el de superficie sembrada de soja, que alcanza el 7 %.

De este modo, en Entre Ríos, de los 460.000 trabajadores que se encuentran con algún tipo de actividad económica, unos 215.000 poseen algún grado de informalización. Entonces, la crisis económica que ha generado la pandemia ya encuentra a la mitad de los entrerrianos aptos para trabajar en situación de vulnerabilidad, sin contar aquellos que, en el Estado como en el sector privado, ven, por esos días, ondular sobre sus cabezas la Espada de Damocles.

Imagen 2

Es que las noticias que empiezan a sobrevolar la provincia son agoreras. Comercios que cierran y empresas que cesantean personal, a la orden del día.

Pero, estos guarismos, que sólo sirven para reforzar el espíritu pesimista, todavía no contemplan los datos que maneja el sector comercio y servicios.

Imagen 3

De acuerdo a los registros de la Federación Económica de Entre Ríos, existían al comienzo del año 39.000 empresas del ramo en actividad. Según sus estimaciones, el 15 % ya ha desaparecido o lo está haciendo en estos momentos, y se avizora que, sin la forma de hacer frente a costos estructurales como alquiler, energía eléctrica, salarios, impuestos, deudas, otro tanto seguiría la misma senda. Es decir que si no se modifican los escenarios más desalentadores, unas 12.000 empresas de escala micro y pequeña podrían estar cerrando sus puertas, dejando sin empleo directo a unos 24.000 entrerrianos.

Como se supone -y algunos lo adelantan de viva voz- se aprovechará el momento para realizar ajustes en las empresas que apelarán a ahorros o deuda para capear el temporal y ejecutarán cambios, salidas y movimientos de personal en pos de refuncionalizar sus plantillas para intentar sostener cierta competitividad en un mercado asfixiado que apenas podrá respirar.

Ciertamente, la estadística no estaría viniendo en auxilio del futuro cercano. Sin embargo el espíritu social no parece todavía advertirlo tan meridianamente y aún mantiene los boletos en la mano a la espera que opere un milagro en el matungo y le inyecte la suerte que necesita para pasar el disco delante de todos.

Los indicadores de abril reflejan ya un devenir más pedregoso. Estados y empresas definen estrategias, con acuerdos nacionales de descuentos salariales, achique de todos los presupuestos y reducción de gastos, que afectarán naturalmente a muchos.

Sin embargo parece que nuestras sociedades los debates usan otros andariveles, y si se espera que sucedan para abordarlos, es posible que sea dramáticamente tarde.

En Entre Ríos se advierte una calma chicha y nadie parece reaccionar ante el reflejo condicionado de las próximas semanas. Es cierto que los problemas de hoy son bastante complejos y requieren gran atención. En las manos del gobernador parecen haber quedado todas las estrategias, y nadie levanta la suya ofreciendo asumir riesgos.

Las políticas en la provincia parecen estar siendo definidas por el comité que vía streaming informa sobre la situación provincial en relación al Coronavirus, todos los días a las 13.

Con pocos casos sanitarios a la vista, la curva de la inquietud social se muestra muy aplanada.

El avión comienza a perder la horizontal. El declive es evidente y los pasajeros lo sienten en el cuerpo conforme la nave incrementa la velocidad a 45 grados cuesta abajo y el destino parece inevitable. Ante los primeros indicios de desesperación el comandante envía a la azafata con una pregunta amable: ¿Chicken or pasta?

La política pide acción.

Para muchos la sociedad prefiere no dimensionar en su verdadera escala la crisis económica que deberá enfrentar la política. Y, aunque ésta parezca lejana, sólo está a tranco de pollo, o a tranco de chicken, como se la quiera asumir.

En este sentido, Jorge Busti, que ha debido sortear varias crisis en sus tres gobernaciones en la provincia apela a la prudencia a la hora de mirar la situación provincial. En diálogo con Dos Florines, narró algunas de sus vivencias extremas, como cuando debió soportar la salida anticipada de Raúl Alfonsín y los casi dos años que Carlos Menem desplegó políticas erráticas hasta dar con la Convertibilidad, y que afectaron a la provincia, o en los días que conmovieron al país en torno a 2001.

Cree que el gobernador está “haciendo todo lo que puede”, sin juzgar si está bien o mal, pero es toda una definición para leer con lupa, tratándose de un viejo lobo de mar especialista en el sigiloso arte de la entrelínea. Describe que no se ve con Gustavo Bordet desde finales de febrero, y su mirada del momento parece críptica, pero prefiere caminar la delgada línea roja del equilibrio. “En la provincia estamos en una situación delicada, muy compleja. Hay problemas a nivel nacional. La recaudación cae y también la coparticipación, la dificultad se advierte en el escalonamiento de los pagos de sueldos, y esta situación repercute con un efecto dominó hacia abajo. Todo el tiempo me hablan pequeños comerciantes de todos lados y me cuentan su situación angustiante”, relata. Dice que el gobernante tiene que estar preparado porque el apoyo de la sociedad es muy volátil y que las mieles de los aplausos son efímeras. “La gente está con los bolsillos flacos en tiempos de pandemia y algo habrá que hacer con el empleo porque en el sector comercial hay mucha desesperación y cierran empresas tradicionales y firmes. No entiendo por qué se pospuso el pago del impuesto Inmobiliario Rural, porque es un sector que mal que mal siguió trabajando”, conjetura.

A la hora de imaginar cómo afrontará el Estado provincial los tiempos que vienen, el ex gobernador brinda una receta que parece de Perogrullo, pero que en realidad esconde las difíciles decisiones que deberá afrontar el Gobierno en los próximos días: la teoría de la manta corta. “Yo creo que las crisis dan una gran oportunidad, acá todo tiene que ver con todo, van a venir las horas decisivas, después de esta discusión con el tema de los presos, sigue la hora de la verdad con la negociación de la deuda, y eso va a repercutir en las provincias; y ahí creo que el gobierno provincial tendrá que establecer prioridades. Algunos aplaudirán y algunos otros se quejarán con fuerza”, vaticinó.

Finalmente, con más de 70 años, en su casa, Jorge Busti dejó caer una queja, casi como una demanda social. “Nadie me consultó. Parece que cuando llegas a los 70 quedás fuera. Sin embargo, Biden (Joe) pelea por la presidencia de Estados Unidos con 77 años y Trump (Donald) ya tiene 74”. Así es la vida”, se lamentó con un dejo de sarcasmo.

A su turno, Atilio Benedetti, legislador nacional, ex candidato a gobernador y empresario diversificado fue un poco más allá y aseguró que lo atraviesa “una enorme preocupación” porque el Estado ha centrado el tema en el aspecto sanitario pero que es necesario encontrar el equilibrio cuidando la salud y las otras necesidades de la gente. “Creo que las finanzas de la provincia van a tener serias dificultades para cumplir con las obligaciones corrientes y no habrá nada de aire para asistir cuestiones extraordinarias. Si no lo hace la Nación, no creo que la provincia pueda hacerlo. Nosotros estamos pidiendo una partecita de los envíos para los municipios porque ellos son los que están en la trinchera. No veo a la Provincia en condiciones de asistir a las empresas”, entendió Benedetti ante Dos Florines.

De hecho esta afirmación se puede corroborar con lo sucedido el jueves con Retak, la empresa victoriense que fabrica ladrillos de alta calidad, que cesanteó 70 trabajadores, con posibilidades de sumar otros. Ante un pedido de asistencia al Ejecutivo entrerriano, el ministro Juan José Bahillo no pudo más que ofrecerle un abrazo compasivo.

El dirigente larroquense considera que el gobernador debió estar más activo en conversaciones públicas con actores económicos para ir previendo una situación de zozobra y entiende que en mayo “entraremos en un territorio sin red”. “No me gusta cargar ninguna tinta y Bordet siempre ha tenido la virtud de equilibrar, pero creo que ahora nos dormimos una siesta todos. Hay sectores como el turismo que se ha desarrollado al calor de la cercanía con los grandes centros urbanos y vemos miles de Pymes que están cayendo. Me parece que en Entre Ríos todos los actores principales no he hemos estado todavía a la altura de las circunstancias en este punto”, precisó el hombre de Larroque.

Dantesco.

En el mismo orden, el ex gobernador Mario Moine describió los tristes avatares que sufre su empresa hotelera en Santa Fe donde aseguró que “el desequilibrio financiero ya está presente y hemos agotado todas las reservas y achicamos lo que pudimos para pagar los sueldos”, y pidió una revisión de la estrategia ante la cuarentena para permitir que la actividad económica tenga algún oxígeno y no se produzcan quebrantos masivos. “Hemos dispuestos 80 mil dólares por mes de nuestras reservas para poder cumplir con los salarios, pero creo que ya no podremos más”, se sinceró.

“Es el momento de encontrar un equilibrio y hacer responsable a la gente sobre su accionar ante la expansión del virus”, reclamó, pidiendo lisa y llanamente abrir la cuarentena en forma general y que cada ciudadano aplique los criterios sanitarios recomendados por el Estado y ante situaciones irresponsables, que se pague con la cárcel.

Asegura el contador que la provincia financieramente y económicamente tiene serios problemas, y que la recaudación se desplomará a consecuencia que ya en abril muchas actividades no van a tributar. En un acto de sincericidio, decidió representar con su caso lo que harán muchos. “Permítame confesarle algo -le dijo a Dos Florines-: Yo soy un cumplidor total. Pago mis obligaciones al día, pero en este momento no puedo pagar Ingresos Brutos, la energía, los impuestos inmobiliarios y estoy esperando que me llamen y me hagan una propuesta de cómo puedo pagar a futuro. La mayoría de los empresarios intentarán financiar en parte su continuidad en el mercado. Se podrá pagar un 25 % menos un par de meses, pero yo sólo de aportes patronales tengo 500 mil pesos mensuales. Creo que no se puede comer la gallina de los huevos de oro, y lo peor que puede pasar es que en junio se produzca una ola de despidos, como todo el mundo prevé”, vaticinó con cierta angustia el ex titular del gobierno entrerriano.

Describe que la recuperación será muy larga, y que para encontrar un punto de equilibrio en su negocio sólo podrá contar con 10 habitaciones -hoy tiene casi 40 abiertas- pero su continuidad exige reducir 80 % su personal.

Moine cree que llegó el momento en que el Estado debe realizar una quita del 25 % de la masa salarial evolutiva, con más cirugía en los sueldos más altos, y que eso será inevitable ante el inminente default que dejará un déficit de 30 mil millones de dólares. “El empobrecimiento será mayúsculo, y esta crisis será tres veces peor que la de 2001”, alertó, prefigurando un escenario dantesco.

Su pronóstico no parece alocado. Titulares de un importante complejo hotelero de Paraná anunciaron a sus íntimos que ya no resisten, y que por estas horas debaten cuál es el momento para anunciar el cierre total de la actividad.

Debates.

Cuando gobierno y sociedad aun no definen abiertamente cuál es el modelo que se debe imponer en el país para una salida más o menos administrada, más o menos urgente y más o menos peligrosa de la cuarentena, los términos en que se está desplegando un debate algo improcedente en la Argentina parecen ajenos a estas profecías.

Mientras algunos consideran que está en marcha un programa de avasallamiento de parte del Estado sobre los derechos de los ciudadanos y la propiedad privada; otros miran la realidad con categorías althusserianas y se arrogan la estatura moral del país asegurando haber escrito el manual para manipular los resortes del Estado sin límites constitucionales, sea liberando detenidos sin contemplar mecanismos jurídicos , sea construyendo un mundo donde quien no es oligarca, es manipulado puerilmente por los medios de comunicación.

Posiciones altamente ideologizadas dominan el escenario mediático, y mientras los oficialismos se aferran a una cuarentena estricta que a esta altura parece cuidarse más a si misma ante un potencial desborde que a las personas. Empresarios, economistas, consultores y muchos ciudadanos apuestan por una apertura contundente que morigere los efectos económicos que cada vez son más evidentes con miles de empresas concursando, achicándose o directamente desapareciendo.

Nadie lo dirá abiertamente, pero la cuarentena está sintiendo el pito catalán de los que se encuentran para reencontrarse -valga la redundancia y que no parezca poco-, los que aprovechan para desovillar los efluvios del amor, y hasta de los que se animan al asadito en quinchos escondidos y silenciosos.

Todo esto en el contexto donde el Poder Ejecutivo nacional se ve tironeado por los lobbys de vieja data, por un lado. Y por el otro con el kirchnerismo apurando los pasos para reposicionarse con un esquema que aplica estrategias de guerrilla, focalizando acciones de desgaste, golpeando y saliendo, esmerilando los altos indicadores de imagen tan altos como inéditos. No hay nada menos deseable para una buena parte del Gobierno, que el éxito mismo del Gobierno.

Y mientras una gran franja social piden total y directa intervención desde el Estado como única herramienta para cubrir los agujeros cada vez más negros de las empresas y evitar una masacre corporativa; en la misma acción denuncian una estrategia de avance sobre el capital privado y los derechos adquiridos.

Es que no es posible detener una mayor presencia pública y eso quitará representación simbólica al reticulado de entidades que hoy constituyen el respaldo institucional de la sociedad civil.

Esto sólo puede hacerse con emisión e inflación, dinamitando vacas sagradas del pensamiento liberal que constituyó al generación del ’80 en el nacimiento moderno del país. No habrá ya margen para conceptos como superávit fiscal y el desarrollo económico, al menos por un tiempo.

Ya ni siquiera hay espacio para aplicar la frase que alguna vez acuñó Konrad Adenauer para justificar la armonía de la socialdemocracia: “Tanto mercado como sea posible; tanto Estado como sea necesario”.

No menos preciso es que hay una amenaza acechante en una de las patas de la coalición gobernante y Alberto Fernández se ve sometido a decisiones que, todo indicaría, preferiría evitar. Todo es preocupante, tanto como la posibilidad de diluir el liderazgo que la sociedad reclama. En esa tensión, los argentinos nos sentimos muy cómodos en el gataflorismo.

No nos molesta tener un modelo hiperpresidencialista y delegar infinidad de poderes en una sola persona casi sin someterlo a controles e interpelaciones; autorizar que durante casi 15 años se haya gobernado en emergencia económica; que el Congreso sea tantas veces una mera escribanía, que la Justicia siga siendo un error de imprenta de la Constitución indispuesto a corregirse, que se confunda todo el tiempo partido con gobierno, que los sindicalistas sean millonarios y se eternicen en el poder; y así decenas de pautas culturales de gestión que ya parecen un derecho adquirido de la clase dirigente, entre muchos otros ejemplos.

Todo resulta como aquel viejo personaje de Alberto Olmedo que era sometido, junto a su familia, a todo tipo de vejámenes por unos delincuentes inescrupulosos que los habían atacado. El personaje nunca reaccionaba, hasta que alguien sopaba con un pan la yema del huevo frito que estaba a punto de comer y se convertía en una fiera incontenible. “Ayyyy, cómo se puso ese hombre”, decía y gesticulaba inigualable el inefable negro rosarino.

Mesa amplia.

Es preocupante que no se logre diferenciar entre escenario de riesgo y escenario de crisis. No es necesario superar el primero para imaginar el segundo.

En el país en general, y en la provincia en particular, sigue sin convocarse una mesa amplia para discutir, proponer y avalar medidas extraordinarias que el momento reclama.

En general, los dirigentes no se comprometen con la crisis. Las cámaras empresarias se muestran epidérmicas y reaccionarán cuando ya la crisis lacere la piel; los sindicatos todavía son asintomáticos y no perciben los efectos totales en su devenir; la Iglesia, sin dudarlo, estará cubriendo los tantos agujeros por donde el cruel reflejo de las estadísticas se sigue filtrando. Seguramente cada uno estará, intramuros, batiéndose a brazo partido contra los infinitos contratiempos que la emergencia sanitaria les propina. Pero el espíritu de época reclama algo más de ellos.  

¿Cuál fue el destino de la Economía con un rostro humano?. No será acaso este el tiempo de reeditar la convocatorio de la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina que, con el impulso de Francisco desde Roma, nucleó un amplio arco en lo que pareció ser una plataforma de apoyo al inicio de la gestión inminente de Alberto Fernández.

Allí estaban todos. Dirigentes políticos, empresarios, sindicatos, organizaciones sociales, entidades de la sociedad civil, economistas, y muchos más.

A Paraná llegaron, hace apenas seis meses, figuras como Gustavo Béliz, Carlos Heller, el removido Alejandro Vanoli, Claudio Lozano, Agustin D’Attellis, Cecilia Todesca, Roberto Feletti Eduardo Valdéz, pero no estuvieron solos. La presencia de sindicalistas nacionales de renombre y los monseñores Juan Alberto Puiggari y Jorge Lugones, le dieron un marco en lo que presentó como acciones para lograr “equilibrio social y ecológico” y “economía popular y redes de comercio justos”.

Si este no es el momento para que se proponga nuevamente “Una economía con rostro humano”, es difícil imaginar cuándo lo será. Con el escenario que viene ya nadie podrá decir que se hace porque al fin llegó a El Vaticano un Papa peronista.

En fin, es probable que el largo y riguroso confinamiento está afectando el sentido de realidad de este humilde cronista y sólo esté imaginando pandemias económicas donde ya  está prevista una infalible malla de contención y nada hace augurar cataclismos. Lo mejor será aprovechar uno de los últimos domingos con temperaturas estivales que regalará esta parte del año y desplegar viejas destrezas en la cocina. Usted que sugiere: ¿Chicken or pasta?

Deja un comentario