Por Ubaldo Roberto Domingo – Contador Público Nacional
Una de las medidas que introduce este modelo económico que nos pretenden imponer es “abrirnos al mundo”. Significa dejar ingresar, provenientes de economías desarrolladas, integradas y altamente eficientes, a nuestro deteriorado mercado interno todo lo esté disponible. En los precios “convenientes” se incluyen también seguros y fletes no brindados en general por argentinos.
Dicho acto fue ya experimentado en las condiciones más crudas. Si hacemos memoria, en dos oportunidades bien definidas: durante el proceso de reorganización nacional por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz (1976-1981), y durante la vigencia del programa de convertibilidad del peso (1991-2001), durante el ministerio de Domingo Felipe Cavallo.
Aquellos experimentos, cabe agregar, fueron llevados adelante también con un elemento indispensable, el “dólar barato”, el peor subsidio para favorecer la importación.
Abrir la economía, retrasar el tipo de cambio e incentivar la importación bajo la propaganda de la “competencia” y la “competitividad” es parte del modelo liberal.
De esta manera, importando indiscriminadamente no solo lo que necesitan nuestras industrias, sino cualquier cosa incluso lo que se produce internamente, estamos pagando con el esfuerzo de los argentinos el salario de los obreros extranjeros incorporados en el costo y el precio de ese producto importado.
Cada dólar que se importa, significa a valores actuales y en promedio, el reemplazo de ¼ de hora de un operario argentino, cuando se trate de un producto que se fabrica en nuestro país o que estaría en condiciones de producirse y no se produce porque esa demanda es cubierta por la importación.
Queda entonces comprobado que incentivar la importación indiscriminada atenta contra el nivel de empleo e incrementa la desindustrialización.
Proceso de industrialización
Muchos pensadores económicos creen, y sostienen que sólo es posible que la economía crezca haciendo solamente crecer nuestras exportaciones, pero la experiencia histórica indica que solo es posible un sector exportador sólido, a partir de la expansión del aparato productivo, salvo que se tenga ideado una economía sometida al circuito y vaivenes internacionales y a un modelo de enclave.
Este sencillo repaso explica por qué no puede Argentina ser un país de importadores. Debe inducirse ser un país de productores y exportadores, sustituyendo todo lo que estamos en condiciones de producir internamente. Solamente así se crea salario real con poder de consumo y, por lo tanto, se fortalece el mercado interno.
Si no producimos, se reduce irremediablemente quienes pueden consumir. Por estos motivos, Argentina debe inducir un proceso sostenido de inversión, con prioridad en la industria nacional. Y en ese proceso, la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria pero no suficiente para que todo esto ocurra.
Hagamos un ejercicio de revisión histórica sobre el período de la convertibilidad un peso=un dólar y llegaremos a la conclusión que también fue un proceso donde se perdieron ramas enteras de nuestra industria y del sector pyme, debido al error táctico de la apertura indiscriminada.
Sin un proceso industrializador donde se incorpore valor agregado a nuestra materia prima y recursos estratégicos, los procesos de estabilización comienzan a resquebrajarse y consumirse en sí mismos, con el agravante de que los ciclos de crisis, contradiciendo este camino, se producen cada vez con más frecuencia en el tiempo entre sí, debido a una economía subdesarrollada y desintegrada.
En esta experiencia de ajuste a la que nuestra sociedad asiste impávida, observamos que en un corto lapso de tiempo se han producido quiebres, cierres, se ha incrementado la capacidad ociosa de nuestras industrias y empresas, y la derivada de toda esta situación no trae buenos augurios, sino todo lo contrario.
No se debe finalmente sacrificar la producción en pos de una efímera estabilidad. Tampoco importar persiguiendo bajar precios internos, porque como se explica anteriormente al importar lo que estamos en condiciones de producir o se está produciendo significa menos salarios argentinos.
El resultado de una política económica contraria a lo narrado significa moldear una sociedad dual y de consistencia líquida, sin sentido nacional, con una minoría que goza de los privilegios de su conexión con el sector externo pero a la vez una gran mayoría condenada a la pobreza y la marginación.