Un discurso oportuno y esperanzador, sin anuncios económicos y con Cristina a su lado

10/12/2019

El nuevo presidente se posiciona con énfasis apelando a la unidad nacional y casi sin precisiones en materia de economía.. Gustavo Sánchez Romero

Cuenta la leyenda política que durante un acto del sindicato Solidaridad, Lech Walesa se encontraba arengando desde el escenario con un discurso que buscaba posicionarlo como el líder del movimiento obrero polaco cuando de pronto se interrumpió la energía eléctrica. Fue entonces que el propio dirigente tomó una linterna, se dirigió hasta el tablero eléctrico y resolvió la falla pudiendo así continuar con el acto. La ovación se apoderó del lugar y su prestigio creció notablemente. De este modo, Walessa comprendió, blanco sobre negro, la importancia de los simbolismos en la construcción de sentido semiótico en la política.

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Algunas décadas después, en un mediodía tórrido en la lejana Buenos Aires, Alberto Fernández apeló a algunos movimientos no menos simbólicos para presentarse como el presidente de lo argentinos durante cuatro años.

En todo el recorrido que lo llevó desde el desayuno en su casa –su equipo difundió una foto en mangas de camisa en la mañana temprano- hasta la decisión de trasladarse hasta el Congreso en su propio vehículo de marca japonesa, con un pequeño choque en la puerta del acompañante, lo presentan como un tipo común, con sentido común, que desde ese lugar viene a resolver los problemas de los argentinos. El marketing político juega también su partido.  

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No sólo se transmite la imagen de un hombre sencillo, de comportamiento austero y con cercanía a la mayoría de la población. Esta decisión lo acercó desde el inicio con cierto desenfado de Alfonsín y Kirchner.

Quienes lo conocen de cerca, periodistas incluidos, aseguran que el hombre es realmente así; lejano a las grandilocuencias, los lujos que prefiere Cristina y más bien reacio al protocolo.

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En su discurso, Alberto estuvo flanqueado por Cristina, y sus palabras retumbaron con firmeza en los oídos de los argentinos deshojando de a una, las principales necesidades y demandas insatisfechas que deja el endeble gobierno de Macri.

Será por eso, quizá, que se dedicó gran parte del mismo a describir la herencia recibida, y se hizo hincapié en el delicado momento económico y social que vive el país.

Alberto Fernández habló para todos, y articuló sus palabras en torno al eje antigrieta apostando a la idea del contrato ciudadano social, donde todos intervienen para sacar definitivamente al país de la situación en la que se encuentra.  

Fue un discurso de apertura, de integración y proyección, donde quedó muy claro quiénes serán los principales beneficiarios de su política oficial.

Subrayó tantas veces como pudo el impulso a superar el odio y las divisiones, y parecía que en más de una ocasión le hablaba a la tropa propia.

Alberto se mostró como un estadista, reforzando en el texto el perfil que lo asemeja a Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner, tratando de ubicarse siempre por encima de las miserias de las facciones.

Quizá sea ese el punto principal de los más de 55 minutos que se dirigió a los argentinos por la cadena nacional.

 

Economía.

En un contexto atravesado por la pobreza, la inflación, la deuda, la recesión y el desempleo, Alberto Fernández dedicó algunos minutos a ubicar en tiempo y lugar su gestión con los paupérrimos indicadores que deja Mauricio Macri, abordó la economía desde una visión panorámica donde dejó caer ejes sobre el interés general los principales lineamientos en cada caso, con mucho de lugar común y buenas intenciones, pero con pocas precisiones.

Uno de los principales hitos fue anunciar que reconducirá el presupuesto anual y no tratarán en el Parlamento el proyecto enviado por el Ejecutivo de Cambiemos. Fue claro y remarcó lo dicho anteriormente sobre el tema del pago de la deuda y sembró más dudas sobre si se abrazará o no al default.

La unidad nacional, la convergencia en el Consejo para el Desarrollo, la mesa del hambre y el pacto social fueron las patas del trípode del discurso, en un claro pacto social que incluya a todos.

Fue entonces donde generó mayor adhesión y aplausos. Habló de créditos no bancarios y de un nuevo concepto en la pauta publicitaria, con perspectivas ambiguas, sin definiciones ni precisiones.

En todo el tiempo de su alocución, Alberto desplegó una agenda amplia donde se refirió a los jóvenes, el medio ambiente, las mujeres (sin ninguna referencia al aborto, a pesar de su posición durante la campaña), la estrategia de integración cuidando el empleo y la industria y los temas de relaciones exteriores, hablando de golpes de Estado pero sin decir ni mu sobre Venezuela.

La presencia inmediata de Cristina Kirchner a su lado que, visiblemente no conocía el contenido del discurso y quería anticipar líneas leyendo de soslayo, desacreditaba per se estas expresiones de Alberto Fernández.

Cuando se refirió al uso político de la Justicia, a las operaciones de los servicios de inteligencia sobre el poder judicial, el uso discrecional y persecutorio de la pauta oficial, a la necesidad de transparencia, al federalismo, a la posibilidad de descentralizar y otros temas, sus conceptos no pueden menos que ser compartidos por todos y convocar a un necesario consenso; pero la presencia de la Cristina, su historia y su espíritu altivo y provocador a su lado generaron un gran manto de sospecha acerca de la posibilidad de llevarla a cabo, sin quedar claro a qué gestión anterior se refería.

Futuro.

Alberto brindó un discurso de alto nivel brindando a la sociedad argentina un gran alivio y abrió expectativas en todos.

Si este fue el inicio del Albertismo, es una gran paso para el futuro del país. Los gobernadores lo saludaron al final y fue muy conteste con ellos, especialmente con Axel Kicillof, aunque la presencia de los referentes provinciales quedó un tanto diluida en el armado del gabinete nacional.

El acto de osadía y rebelión estuvo dado en el momento en que el flamante presidente, conteniendo las lágrimas con dificultad, agradeció a Esteban Righi, el procurador ya fallecido que debió dejar el gobierno de Cristina enfrentado con Amado Boudou, el mimado de la ex presidenta. 

Alberto ha llegado finalmente a la presidencia de la Nación con el fuerte impulso de Cristina que estuvo a su lado, y a quien le dedicó unos de los párrafos principales como “gran amiga y dirigente con sentido estratégico”, a la hora de los agradecimientos.

Haciendo hincapié en la necesidad de un ciudadano más participativo y preponderante, aseguró que no habrá revanchas ni persecuciones durante su mandato.

Despertó muchas veces aplausos, no sólo entre los propios sino también en los dirigentes de la oposición presente.

Cristina a su lado actuaba como la imagen invertida que devuelve un espejo.

Su discurso fue el inicio de una gran fiesta cívica que durará todo el día, con miles de personas que sienten que el espíritu popular vuelve al poder.

Alberto Fernández estuvo a la altura de las circunstancias y sus palabras y convicción hablan de una nueva Argentina. Cristina estuvo a su lado.

Al menos “La Mancha de Rolando” no fue parte de las bandas musicales que amenizaron la calurosa tarde de Plaza de Mayo, el punto más simbólico que tiene la política. Algo puede empezar a cambiar en la Argentina.

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