35 – 20 – 15

26/11/2019

Todo indica que esos serán los porcentajes de las retenciones a la soja, el trigo y el maíz, respectivamente, que establecerá el nuevo gobierno. Otra vez las necesidades del fisco están por encima de las necesidades del suelo. Danilo Lima

Ya nadie tiene dudas. Las retenciones a las exportaciones agropecuarias tendrán un aumento que, según coinciden varias fuentes, será del 35% para la soja, del 20% para el trigo y del 15% para el maíz, los principales cultivos del país y la provincia.

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El primer análisis –y casi exclusivo– que se realiza cuando se debaten medidas de este tipo es económico. Los productores, como efectivamente sucede por estos días, son los primeros en levantar la voz para expresar su oposición, con el argumento central de que el campo no puede soportar ningún incremento de la presión impositiva. Sostienen, también, que las retenciones son contrarias a la producción porque desalientan la inversión y castigan a quienes buscan producir más.

Los defensores de este impuesto, por su lado, como lo hacen por estos días también, remarcan que el sector agropecuario –independientemente de la situación de los productores– debe aportar más porque tiene rentas extraordinarias. Es el primer argumento al que apelan para respaldar el sistema de derechos de exportación todos quienes están a favor de esta postura, aun aquellos que no tienen la menor idea de cómo se trabaja en el campo.

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Los dirigentes de la Mesa de Enlace de Entre Ríos, en las últimas horas, expresaron su rechazo a cualquier aumento de los derechos de exportación porque, aseguran, “no hay lugar para más presión sobre quienes producen y trabajan genuinamente”. Y advirtieron que de concretarse el incremento “muchos productores dejarán la actividad y, sobre todo, se perderán recursos del interior, para que sean manejados discrecionalmente por el Gobierno nacional”.

Antes, Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) había fijado su terminante oposición a las retenciones, sobre todo ante la aparición de versiones que indicaban que algunos dirigentes estarían dispuestos a avalarlas por la situación de crisis económica y social que atraviesa el país.

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“Los derechos de exportación, mal llamados retenciones, pues retención es un pago a cuenta de algo y aquí no hay nada a cuenta, es un impuesto directo. Son un impuesto nefasto”, enfatizó la entidad que preside el pampeano Dardo Chiesa.

Y agregó: “CRA siempre estuvo en contra de estos derechos de exportación, ahora y siempre. Cuando la administración de Mauricio Macri los reinstauró para toda la exportación argentina y no sólo para lo agropecuario, utilizamos el término de ‘traidor’, pues no cumplió su palabra con el sector agropecuario”.

Ahora bien, más allá de la cuestión económica –que puede discutirse desde distintas posiciones–, las retenciones generan en el sector agropecuario un problema muchísimo más importante, dado que son un impuesto que impacta en forma directa y letal sobre la sustentabilidad de los sistemas agropecuarios.

Quienes conocen de campo –los productores– las más de las veces ponen el acento en la renta, mientras aquellos que no saben de campo –un grupo muy variopinto, por cierto– ignoran por completo los daños que un impuesto de estas características causa en el medio ambiente, en general, y en los suelos, en particular.

Para que un sistema agropecuario sea sustentable es vital, clave, la rotación de cultivos, entre otras prácticas agronómicas. No hacerlo es herir de muerte al principal recurso productivo: el suelo.

Aumentar las retenciones al trigo y al maíz –gramíneas indispensables en cualquier rotación– puede ser mortal para el suelo. Se trata de dos cultivos cuyos costos de implantación son elevados y cualquier modificación hacia arriba, como sería un mayor porcentaje impositivo, los elevaría aún más. La consecuencia casi inmediata será la caída de la superficie implantada con trigo y maíz, y el crecimiento del área sembrada con soja, cuyo costo de producción es menor y su precio mayor. Otra vez, entonces, aparecerá el fantasma del nefasto monocultivo.

Con más soja en los campos argentinos, seguramente, el fisco ganará más plata –para tranquilidad de Alberto Fernández que piensa en los 2.000 millones de dólares adicionales que le reportará la suba de las retenciones– pero perderán el suelo, el medio ambiente y la sustentabilidad de los sistemas productivos. De este tema, sin embargo, muy pocos hablan. Pareciera que no importa.

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