El mercado del arte en Paraná no llega a los 100 mil dólares anuales y busca formalizarse para crecer

17/07/2022

Existen los que adquieren para regalar, están también los que se acercan a los artistas para lucir su obra en el living de su casa, no menos importantes son los compradores que entienden a una obra de arte como una inversión que redundará en beneficios con el tiempo y finalmente el que se considera un coleccionista y quiere la obra de arte como una pieza más dentro de una saga mucho mayor. Algunos prefieren mantener una relación directa con el artista y compran en su atelier, su domicilio o bien a sus herederos. Un mundo fascinante para descubrir y gastar, aunque todavía son pocos y se cuentan con los dedos de la mano. Gustavo Sánchez Romero / Especial para Análisis

Pasen y vean. No teman. Ustedes están por ingresar a un mundo, seguramente, desconocido. La promesa es que sólo tienen para ganar, por adquisición o acción pedagógica, y es posible que descubran cómo se articulan los nodos de un reticulado que constituyen una dimensión pletórica de artistas, intermediarios, críticos, galeristas, inversores, vendedores, compradores y hasta los especuladores que existen en todos los mercados.

Imagen 1

En este submundo hay sabihondos y suicidas; hedonistas y humildes; prodigios y maledicentes; hacedores y creativos; snobistas y silenciosos… y así hasta el infinito de un laberinto del que se sale por arriba y que queda plasmado para siempre en una tela. Una gran red de artistas consagrados que ya no están pero que se dejan trascender por su obra, una pléyade de eximios creadores entrerrianos que pugnan porque su obra circule y termine colgada e iluminada en alguna cuidada pared de un comprador y una formación de noveles artistas que quiere ganarse un lugar en la representación social constituyen la pata genuina de la creatividad: el artista. Ellos aportan la oferta a una ciudad compleja, silenciosa y caótica.

Por el otro existe una demanda compleja, amorfa y muchas veces impulsiva que se caracteriza por la informalidad y muchas veces el desinterés.

Imagen 2

En la inasible avenida del medio hay una serie de actores que buscan juntar las partes, movilizar el espíritu artístico atávico y estimular un mercado que apenas vende unos 5 mil dólares al mes, promedio y a ojo de buen cubero. Este aporte lo hace Amílcar José Luis Damonte, un médico ginecólogo de la ciudad que posee lo que el llama almacén de arte Erarte (Entre Ríos Arte), que con tres locales en la Galería Flamingo, en el centro de Paraná, cuenta con más de 2000 obras .algunas propias, muchas para reventa y otras dejadas en consignación por los mismos artistas que quieren que su obra tenga un atril desde dónde exhibirse.

Damonte tiene hoy 60 años y forma parte de una estirpe de médicos en la ciudad, pero tributa a un padre bandoneonista que a mediados del siglo XX carraspeó el tango en las mejores orquestas de la ciudad hasta que la llegada de los hijos lo obligó a montar una carnicería en el viejo Mercado Central de Paraná.

Imagen 3

Hoy sus dos hijas, Lucía y Virginia, que no sintieron ningún llamado de la medicina se inclinaron por las Bellas Artes y el Diseño y hoy lo acompañan en esta aventura de lo que él llama “el camino de poner en valor a los artistas entrerrianos, ponerlos en consideración del público porque está por hacer”.

Qué lleva a una persona a inclinarse a comprar arte y no un buen espejo, una lámpara o un mueble, le pregunta el cronista a este hombre que lejos de llamarse artista prefiere denominarse un vendedor de arte, ni más ni menos. Pero es toda una definición de uno de los eslabones clave que necesita esta mercado aún marginal para seguir creciendo. “La cabeza del coleccionista es una mezcla rara del querer tener, con la acumulación, con alguna obsesión, con la vanidad. Hay un libro que se llama los coleccionistas y habla del arte de la colección. Yo creo que esta definición, como decía Borges, adolece de gigantismo. No está mal ni es feo, pero hay algo que está exagerado, como un gigante con pies de barro.  No hay un arte en coleccionar. Artista es el artista. Hay un mínimo, pero es distinto. Por eso digo gigantismo. El tema de mecenazgo, al ayudar a un artista, que también lo hice para ayudar a un amigo artista en problemas comprándole sus obras, o un marchant que organiza una muestra para apoyarlo. Nos hacemos muy pequeños con respecto al arte. Es necesario el coleccionista, es necesario el que mira, compra. Pero es un lugarcito, un eslabón más, y no el más importante- Lo importante es el artista, lo importante es la obra”, subraya Damonte.

Negocios.

El hombre se considera un coleccionista, desde que a los 40 comenzó a adquirir obras con un sentido más sistemático. Simultáneamente es un vendedor y construyó un negocio de arte que le implica unos 300 mil pesos por mes entre gastos de alquiler y el resto de las erogaciones para sostener el berretín de lo que él insiste en llamar almacén. “Esto pretende ser un almacén de arte. Para nada me desagrada ser un intermediario en el arte entre el artista y el comprador. Más bien por ese lado va lo mío. Por el lado del comercio del arte de la mano con el artista. Siendo amigo y compartiendo con él. La mayoría de las obras que hay aquí las he comprado yo”, prescribe.

-Si tuviera que describirlo; ¿Qué tipo de negocio es el negocio del arte?

-El arte como negocio, lo podés abordar desde distintos puntos de vista. Uno de ellos es el del regalo. Un objeto para ser regalado. Otro escenario es para adquirir y lucir en el living de tu casa. Otro negocio es el que compra para invertir en arte, porque considera que tiene un valor constante. Y finalmente existen quienes compran para coleccionar. Como se ve, hay distintas formas y una misma persona puede adquirir con distintos fines. Está en los gustos, mucho de eso. Hay quienes compran imágenes de mujeres….

-¿Eso lo ve patológico?

Nooo. Es un gusto. A este le gustan rostros de mujeres. Pero hay otros que les gustan paisajes, animales. Por lo tanto hay por  lo menos cuatro tipos de clientes. No es tan sencillo en Paraná. La inversión es un proceso un poco más complejo, porque en Paraná todos pretenden que la obra valga mucho y para siempre.

-¿La obra que yo elijo me define, me representa?

-Sí, claro. Hay una parte tuya que va en la elección. Difícilmente alguien compre algo que no le guste y lo haga sólo por la firma. Yo he comprado obras por su valor intrínseco, pero es muy poca. Por ejemplo, lo payasos no me gustan tanto, pero tengo uno que tiene valor. Hay mucha gente que no le gustan los payasos, pero  tengo uno de Méndez que es un gran pintor entrerriano y tengo uno de Silif, que es un pintor rafaelino. En el almacén tenemos varios de autores anónimos, porque hay gente a las que les gusta.

-¿Un comprador llega definido o demanda asesoramiento?

Mitad y mitad. Algunos vienen con unas ideas claras, y se van interesando a medida que pregunta. El secreto es que vos tenés que tener un relato de la obra. Contar  una historia. Hay obras que tienen historias maravillosas detrás, y al comprador le interesan y a veces terminan definiendo. Las cosas terminan en al cabeza de uno. El artista lo produce pero después tiene un recorrido propio.

-¿Hay un marketing estructurado, científico, en la comercialización de arte?

-Si, hay lugares donde se hacen expertisajes, se pone la obra a consideración, se cotiza la obra a nivel nacional. Un Alonso, spilimbergo, Felipé Noé, podés saber perfectamente cuánto sale la obra de acuerdo al período de la obra, su tamaño, la técnica. Mario Garatagli hizo monocopias, retratos, naturaleza muerta, pero lo que vale de él son los arenales, paisajes ribereños, luminosos, acuarelas sensibles.

-¿Hay un cliente cursi o kitsch?

– Yo le diría que más que cursi es costumbrista. Son artistas populares que pintan al niño costero, al pescador… los santafesinos nos han robado el litoral, porque hay otra cabeza para todo.

-¿Cómo es el mercado de arte de Paraná?

-Es un mercado para explorar. Está evolucionando lenta y progresivamente hacia un lugar de conciencia de la gente que la empuja a comprar, a valorar, y que el paranaense conozca a sus artistas. Y como decía Hamlet Lima Quintana “es la grave tarea que me he impuesto amigo mío”… 

-¿Cuántas galerías hay en la ciudad?

-Hicimos un relevamiento y más o menos en Paraná hay unos 10 espacios de arte. No como el nuestro, que estamos abierto en horario de comercio y tratamos de funcionar sistemáticamente.

¿Cuántas obras poseen?

Registradas tenemos unas 1200 obras propias. Se han ido vendiendo algunas, y muchas que te la dejan a consignación y artistas que dejan sus obras. Yo creo que debemos tener unas dos mil obras. Algunos espacios son sólo para exposición. El que expone es porque quiere vender.

Números y valores.

Es muy difícil saber cuántos artistas hay en la región o la provincia. Se pueden conocer los más visibles. También es muy difícil saber cuántas obras hay disponible en el mercado para la comercialización. Naturalmente que todo número es aquí aproximado. Están las obras en las galerías pero hay muchas en los talleres, los atelier y las casas de los artistas, por lo que el número se vuelve ingobernable. “Quizá podés saber cuántos policías, empresas o kioskos hay, pero artistas es muy difícil”, asegura el ginecólogo que comparte su profesión con su pasión silenciosa. Análisis infiere, a modo de pregunta, si existen unas 3 mil piezas a disposición en el mercado. Damonte no quiere arriesgar un número al voleo y prefiere describir la oferta en forma minuciosa para dar a entender la segmentación desde la producción.

“Hay cuatro tipo de artistas en nuestra galería. Por un lado tenemos los grandes maestros de la pintura argentina. Te nombro algunos: Barton, Roberto Cachete González, Martínez Howard, Cesáreo Bernardo de Quirós, o Einserberg. Una obra de Roberto Einseberg sale 75 mil dólares. Es entrerriano. Después tenés Carolina Musnik, tenés a Nux. Después están los entrerrianos de culto que son aquellos artistas que mientras vivieron tuvieron una gran trascendencia, local y a nivel país, e incluso alguno en Latinoamericana. Pero cuando murieron salieron de la palestra y no están en las antologías. Hay que buscarlo porque no hay muchos registros. Sus obras la tienen la familia, los museos o en particulares. Pero hay que buscarlos. Aquí nos traen obras de Gloria Montoya, pero mucha de su obra la venden en su casa. En lo de culto sumamos a Carlos Asiaín, Castellano, Migliavacca, Mario Garatagli, Hipólito Vieytes, Tati Zapata, entre muchos otros. Después está el panorama actual. Artistas premiados, reconocidos, con una trayectoria como Guillermo Hennekens, Raúl González, Jorgelina Parkinson que son grandes artistas de lo contemporáneo. Y después el panorama joven, el semillero. Hay una muestra de Karen Spanh, de Carolina Volpatto. Hicimos una muestra de Federico Maín, de Marcía Baigorria, de Lucía Aquino, que es gente joven. Hicimos una muestra de un artista que tiene una muy linda obra en grafitto como es Leonardo Demartini. No es tan joven pero pinta muy lindo”, describe con precisión el vendedor y dueño del almacén.

-¿Cómo se construye el precio de una obra?

-Cuando vas a cotizar una obra podés preguntarte su tamaño, centímetros que tiene, la firma del artista, la técnica que utiliza, su temática. En Paraná gustan mucho los paisajes y las abstracciones y no gustan tanto los desnudos o los retratos. Gustan mucho las figuras geométricas. La naturaleza muerta es también elegida. Lo que más gusta es color. Lo que menos gusta es el desnudo. El bello púbico no tiene gran aceptación y no lo compra nadie. El retrato no se elige mucho, a pesar que siempre hay gente que lo pide, y también se rechaza bastante el arte erótico.

¿Esto define al consumidor paranaense como conservador?; ¿La gente compra arte como vive?

-Sí. Hay mucho de eso. En un porcentaje, porque todos la careteamos. Hay algo que nos parce íntimo, que pensás que es muy agresivo y en vez de ponerlo en el living lo ponen en el pasillo. Nosotros queremos que exista el cliente que compra lo que le gusta pero que también le a a gustar a su visitante. Sentir que con la obra de arte estás haciendo un aporte al buen pasar, que no haya algo agresivo. Yo he tenido que sacar obras de mi casa porque a mi pareja no le gusta, a mis hijas no les gusta. Y he puesto obras que les gusta a los visitantes y que a mí no me quitan el sueño.

-Veamos a los clásicos. ¿De qué valores hablamos en un rango actual?

-Y… una obra pequeña de Quirós no baja de los 10 mil dólares. Un Quirós no baja de 4 mil dólares. Hay obras que son astronómicas. Pero hay otros como Eisenberg 75 mil dólares. Barton parte de tres mil dólares, y Cachete González y Martínez Howard cotizan parecido. Una obra de un metro por un metro cotiza mil dólares. Y también tenés que pensar en una obra característica. Gloria Montoya tiene un período que es el informalista y es el que más le gusta al que sabe de arte, y después tiene un periodo de mujeres y pájaros que gusta muchísimo pero es otra cosa, es la figura tratada de otra manera.

-¿A cuánto compro un Hennekens?

-Un grabado de Guillermo, chiquito, lo vendemos de mil dólares a 30 mil. Mucho se compra para regalo y para lucir.

-¿Un novel a cuánto sale?

-hay obras chicas que se venden a 20 mil a 30 mil pesos. Podríamos decir que ese es el precio base de una obra buena hoy día. 

-¿Cuánto cree que se mueve en el mercado de arte en total?

-El movimiento del arte en Paraná no le sirve para vivir al artista. Todos los artistas son docentes, tienen un negocio, son profesionales y trabajan de su profesión. Con la excepción de Raúl González o Gabriel Bellman que vivían de su obra no conocí a otros que tuvieran ese privilegio. El resto se dedicaba a otra cosa. Yo, que no soy artista, si tuviera que vivir de esto debería cerrar mañana el negocio.

-¿Cuál es el margen de ganancia que deja el negocio de la venta y reventa?

-Lo clásico es un 30 %. Puede ser menos, puede ser más, pero resulta que en Paraná el arte se mueve en muchísima informalidad. Nosotros queremos darle más formalidad para atraer al inversor que compra una obra porque el artista sigue produciendo y si se muere nosotros nos vamos a encargar de que su producción siga en el mercado. Detrás de cada artista hay premios, hay logros, hay muestras personales. Un artista tiene obras en Nueva York, hizo 150 muestras, hay obras suyas en coleccionistas reconocidos, edificios públicos tienen sus obras… en fin, eso te jerarquiza y alguien debe sistematizar y preservar esa información.

-¿Hay un negocio para el artista en la muestra?

-si, hay un negocio, pero lo importante es que cada artista la rebusca como puede. Lo fundamental para que funcione todo este sistema virtuoso es que la obra circule.

-¿Las redes sociales aportan a este círculo virtuoso?

Sí, y  mucho. Todavía tenemos que encontrar ese público que está buscando y al artista que quiere exponer su obra. En las redes publicamos a los artistas más reconocidos.

-¿Cuánto se mueve anualmente en el mercado de arte en Paraná?

-Este es un mercado local que se puede poner en peso o  dólares. En Buenos Aires se cotiza en dólares. Aquí tenemos obras de artistas entrerrianos que cotizan unos 100 dólares. Yo diría que en el mercado de Paraná, con todas las galerías, no debe ser superior a los 70 mil dólares anuales. Está todo por conquistarse, y es la tarea que yo me impuesto: poner en valor a los artistas entrerrianos, ponerlos en consideración del público. Porque muchas veces, cuando ponés su nombre en Google no aparecen, y son artistas superpremiados.

De Carlos Morelli a un comprador formal

Paraná conoció un personaje irrepetible, inasible e invalorable. Carlos Morelli, a quien se lo recordará con su paso cansino, su figura desgarbada, su cuerpo arqueado cargando un portafolio con obras de arte sirgando un mercado donde, a fuerza de convicción y cariño acercó siempre la obra al profesional, el obrero, el docente con una venta en cuota que él y artista financiaban con sus espaldas. Muchos lograron lucir en sus paredes una obra de arte gracias a que Morelli entendió el espíritu de su época y lo diseminó como el viento. “Carlos Morelli fue una persona que apoyó muchísimo a los artistas. Él no pudo hacerlo de manera formal. El tenía la cuota Morelli, es la cuota cautiva. El iba a la casa del artista y le pedía obras e iba de casa en casa y las vendía en cuotas. Cualquiera podía acceder a  una obra de arte. El artista sabía que Morelli, mensualmente, le traía la cuota comprometida. Pero además, como él hablaba con la gente, orientaba al artista y le pedía: pínteme caballos, pínteme paisajes… porque sabía lo que le pedía el cliente. El sabía y pedía colores. Decía que para vender arte no hay que saber de arte, sino hay que saber vender. El hacía la intermediación. Nosotros, desde Erarte, en breve, saldremos a la calle y habrá una vendedora con una notebook y la obra y volveremos a vender en la calle, casa por casa. Hoy están pidiendo mucha acuarela, que es una técnica muy difícil. Nosotros les pedimos a los artistas que vendan barato”, dice Amílcar Damonte, reivindicando a Morelli y, en algún punto, siguiendo sus pasos.  Hoy lleva adelante una Pyme familiar vinculada al arte. Lo acompaña su esposa Verónica, su hija Lucia, está gerenciando. Virginia apoya y se apoya en dos pilares como Jessica Vivas y Avelina Raimundo. Ana Garello y Mario Milocco son dos artistas que también lo sostienen en la aventura de mantener la galería.

-¿Qué eslabones faltan en la cadena?

-Paraná es muy chata. Aquí todo tiene que sr lindo, abundante y barato. Uno quiere explicarse por qué sucede eso. Borges estuvo una vez en Paraná y escribió sobre su visita: “Estuve en Paraná. Ciudad de pobre gente. Con pañuelo galleta al cuello que lo saludan a uno”. A mucha gente no le gustó este comentario. Cuando Roberto Arlt estuvo en nuestra ciudad escribió: “Paraná, linda ciudad para ir a morir”. Siempre han tomado esa frase como si Paraná fuera Venecia. Lo cierto es que la mirada del otro sobre la ciudad es pesimista. Onetti dice en sus memorias que para escribir sobre una ciudad gris y oscura que publica en una novela se basó en Paraná. La pregunta es qué hemos hecho los intelectuales, la clase dirigente, los empresarios para revertir esa imagen que genera la ciudad. No hemos hecho nada. Los paranaenses van a cenar a Puerto Madero y gastan una fortuna y aquí comparten una milanesa en Lola Valentina. Mi aporte es poner en consideración al artista local.

-¿Cómo pondera al artista local?

-Muy bueno. El artista entrerriano es excelente. En Santa Fe hay muchos artistas que se han proyectado nacionalmente en forma impecable y se han quedado a vivir en Santa Fe. El artista entrerriano para trascender tiene irse a Buenos Aires

-¿Ve a este mercado creciendo?

-A Paraná sí. Lo veo creciendo y hoy el que tiene plata se puede hacer un festín. Pero Hay una enorme distancia entre que te guste una obra, que la elogies y la pongas en el living de tu casa. Hay gente que compra obras en Buenos Aires porque es más cool. Caretea. En vez de comprar acá y generar un circuito virtuoso de la economía.