Una instancia crucial
02/11/2021

Por Ubaldo Roberto Domingo – CPN – Asesor económico, financiero y Pymes locales – Especialista en Sindicatura Concursal ///
Quienes seguimos los acontecimientos y hechos que ocurren en nuestro suelo, no podemos dejar de sorprendernos sobre el resultado de los últimos comicios, y que sumado a los datos que reflejan las últimas encuestas, aumenta aún más nuestro asombro. Creo que estamos frente al ocaso inexorable de un gobierno cuyas acciones, su falta de plan, su absoluta improvisación, la carencia total de respuestas a los problemas de todo tipo, se ve azotado por una crisis sin precedentes.

La alternancia en el poder es saludable, pero, es así cuando no han trascurrido ni dos años desde que las mayorías le dieron la posibilidad a Fernández de timonear el barco?
Como en el Hamlet de Shakespeare, tengo al mismo tiempo “un ojo alegre y otro que vierte llanto”.

La razón es muy simple.
Sabemos que las esperanzas depositadas en aquellos líderes/candidatos de “Juntos”, no son de largo, ni tampoco, profundos alcances. Es un hecho, nuestra clase dirigente tiene una incompleta noción de Conciencia Nacional. Nuestra clase dirigente no estudia a fondo los Problemas Nacionales.

Son estos -y no otros- (ni ayer, ni mañana) los instantes, donde se decide, el destino de una Nación. Ocurre ahora, no el 14 de Noviembre.
Ese frágil, y al mismo tiempo, fugaz momento donde la relación de fuerzas se inclina, hacia el lado del bien, o hacia el mal. Hacia la Nación o hacia la anti-nación.
Por esa razón pienso que es hoy asistimos a instancias cruciales, decisivas.
La cuestión, no es continuar con el falso simulacro de un modelo conocido como populismo o sus hipotéticas “antípodas”.
Hay varios modelos que sirven al interés del statu quo y, al mismo tiempo, como anverso al actual sistema económico. A saber: Está aquel, por ejemplo, que hizo célebre el Capitán Ingeniero Álvaro Alsogaray de “economía social de mercado”, o aquel de ortodoxia liberal, que congela salarios, a los que atribuye una naturaleza inflacionaria, el estándar Krieger Vasena, está el gradualismo, donde todo se hace en forma lenta y por goteo para que duela menos, o de las variantes más crudas y duras del monetarismo de Domingo Felipe Cavallo, o la total inacción de Miceli-Fernandez-Lousteau-Kicillof y sus continuadores, o aquel trabajo en equipo de los mejores de los últimos 50 años, que reeditó la nefasta bicicleta financiera que hizo desaparecer miles de Pymes, comercios y empobreció a la mayoría de los argentinos.
Para decirlo de otra manera: manipular la economía real con controles monetarios.
En esto consiste la falsa antinomia. Porque todos terminan colapsando.
Es una engañosa contradicción, enardecida por sectores del periodismo vernáculo y por los defensores del estatuto del subdesarrollo.
Una estafa a toda la opinión pública porque no resuelve el problema inflacionario o el déficit fiscal, antes bien, los consolidan. Dando origen a otro ciclo de ajustes. Y es la peor opción que se puede ofrecer a los ciudadanos de este país. Un eterno y repetido fracaso, pero cada vez con ciclos más cortos y dolorosos.
La verdadera disyuntiva no es populismo versus ajuste liberal/monetarista. La opción liberadora, es desarrollo económico y social, horizontal y vertical, en todos los puntos cardinales de nuestra geografía nacional o persistir en el modelo agro exportador.
En otras palabras, o buscamos volver a conectar con la experiencia del trabajo, el salario, la industria nacional, el crecimiento de la economía y el desarrollo o somos prisioneros del dispositivo pendular populista-liberal/monetarista.
En este punto, me permito hacer una digresión, sobre algo que me contó mi padre y que, años después, lo confirmara investigando en textos muy variados sobre los hechos que describiré.
Sucedió poco después del esperado regreso del Gral. Perón a la Argentina al terminar su exilio.
Se vislumbraba, un futuro de reivindicaciones sociales, justicia y equidad. Objetivos largamente atesorados, luego de la experiencia de facto cuyo verdugo fue Adalber Krieger Vasena. El titular de Hacienda de la autodenominada Revolución Argentina, había mantenido un durísimo congelamiento de salarios durante más de dos años.
Nada de aquello sucedió.
El 21 de Noviembre de 1972 en el restaurante Nino de Vicente López, tuvo lugar una reunión multipartidaria. En aquella ocasión no solo se formó el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación Nacional) que formaban el Peronismo, el Movimiento de Integración y Desarrollo, el conservadorismo popular, una fracción del socialismo, un sector de la Democracia Cristiana y otras agrupaciones menores. Allí se presentó la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima.
El 13 de Marzo de 1973, el frente ganó las elecciones el 49.5% de los votos. El jefe radical, Ricardo Balbín, había salido segundo con un 21,3%, y, como el Frejuli no había obtenido más del 50% de los votos tenía que realizarse un ballotage entre la primera y segunda fuerza. Sin embargo, Balbín reconoció la victoria de Cámpora y renunció al ballotage.
Aquel restaurante -ubicado en Av. Del Libertador y Urquiza, en la localidad de Vicente López- fue un emblema de lo que sucede cuando el modelo programático del Movimiento Nacional, es sustituido por los acuerdos cerrados como lo fue “Hora del Pueblo” que se limitaba a exigir elecciones inmediatas, sin exclusiones, y respeto a las minorías.
Su resultado visible, fue la designación por parte del Presidente electo, Héctor J. Cámpora, en el Ministerio de Economía, de José Ber Gelbard, presidente de la Confederación General Económica, que procuró establecer un pacto social entre la Confederación General del Trabajo, el empresariado nacional y el Estado, lo que incluía un aumento de salarios y el congelamiento de precios. Concertación y control de las variables por parte de los burócratas, envés de sinceramiento de esas variables.
En lugar de inversiones en los sectores más reproductivos de la economía y en los medios de producción, tuvo lugar, un populismo distribucionista, barnizando por algún corto tiempo una realidad adversa.
Programa.
Este esquema, sustituyó sin pudor al programa del desarrollo económico, elaborado por los pensadores de conciencia Nacional. Sus consecuencias fueron a pocos meses del arribo de Celestino Rodrigo a la Cartera de Hacienda. Seguido por un brutal ajuste conocido como “el Rodrigazo”, Argentina conoció la primera hiperinflación de su historia económica, una lucha fratricida, el caos, y finalmente, la toma del poder por parte de la FFAA. El Proceso de Reorganización Nacional puso en vigencia el programa “2 de abril” cuyo autor fue José Alfredo Martínez de Hoz que promovió la importación de bienes, un tipo de cambio barato, una Tabla de conversión, con lo que sobrevino, la desaparición de vastos sectores de la industria nacional, un grave endeudamiento y la aparición del fenómeno de la pobreza estructural, no conocida hasta aquel entonces y desde ese punto, todas las políticas económicas en mayor o menor medida han contribuido a agravarla.
Hasta el día de hoy, no hubo por parte de la clase dirigente, que sobrevivió a estos episodios la más modesta de las autocríticas.
La historia repite, porfiadamente, sus trazos, aunque como los de los impresionistas, no son, a cierta distancia, cabalmente interpretados.
Del aquel mítico restaurante, preferido por el Gral. Perón solo queda un monolito irreconocible entre las modernas estructuras de cemento.
Que dolorosamente irónicas suenan estas palabras, cuando en aquellas remotas latitudes, se perdió una vez más el destino de nuestra Patria, entre la confusión y el alborozo, de un Juan Domingo Perón, General enfermo y senil, entre el rancio oportunismo de la clase dirigente, entre ese populismo rudimentario, entre el deme dos, entre esa militancia tribal, entre la obsecuencia y el cinismo, entre un sindicalismo reaccionario, hipócrita y corrupto, entre la soberbia montonera, entre la arrogancia de la casta militar, entre los abusos y el terrorismo del Estado.
¿Tiene algún valor el transcurso del tiempo? ¿Lo tiene realmente cuando Roberto Feletti reedita un nuevo congelamiento de precios? ¿Hemos aprendido algo?
¿Qué virtud le asignamos a la estupidez y al estropicio?
¿Cuántos años han pasado?
Aquellos ilustres y pálidos fantasmas, con un gesto que tiene más de admonición que de benignidad, nos invitan a compartir su mesa.