35 años de democracia e inflación
22/01/2019
Ya comenzamos a recorrer el 2019 y aunque parezca mentira, los argentinos todavía llevamos puesta la mochila de la inflación en nuestras espaldas.
Por Julio Panceri: Contador Público Nacional – Docente Universitario – Analista Económico.

El 10 de diciembre de 2018, se cumplieron 35 años de democracia continua en nuestro país, todo un récord para nosotros los argentinos considerando nuestro pasado, aunque tenemos que aceptar que tuvimos algún tropezón, como el levantamiento carapintada o aquél final del 2001 (basta con recordar la sucesión de 5 presidentes en 11 días, De la Rúa, Puerta, Rodríguez Saa, Camaño y Duhalde), pero igualmente seguimos transitando este camino llenos de esperanzas y compromiso.
Debemos reconocer, que en estos 35 años hemos construido una democracia con baja calidad institucional que nos ha vuelto vulnerables, conformando gobiernos que no logran responder a las demandas que la sociedad plantea. A esto lo podemos observar en el discontinuo y escaso nivel de crecimiento que hemos demostrado, con una economía a la que podemos considerar “cíclica”, quizás la cuenta de 28 ministros de economía en estos 35 años (promedio de un ministro cada 15 meses) pueda servirnos de ayuda para entender parte del problema.
La baja productividad y el escaso nivel de competitividad que tiene nuestra economía, sumado al obsesivo pensamiento de creer que el “Estado” puede financiar todo lo que se nos ocurra (vía déficit, al que sostenemos con endeudamiento externo o emisión monetaria), nos mantiene conviviendo diariamente con niveles de inflación difíciles de aceptar en países desarrollados o que se consideran “serios u organizados”. En estos 35 años de democracia, hemos mantenido un promedio de inflación anual superior al 30% y déficit fiscal gobierno tras gobierno (con alguna mínima excepción). La economía nacional, producto de nuestra obstinada conducta se ha convertido en bimonetaria y hemos tomado al dólar como moneda de ahorro y referencia, dejando al peso como moneda de uso para algunas transacciones internas. Es así, y aunque cueste creerlo, hace mucho tiempo que hemos perdido nuestra moneda.
Quizás una visión de los que nos pasa la podemos encontrar en algunos párrafos de esta editorial del 28 de diciembre de 2018 del Washington Post (escrita por Anthony Faiola): “Es el destino de Argentina vivir en un círculo vicioso…como si estuviera atrapada en la película El día de la Marmota, de Bill Murray, Argentina está condenada a repetir una historia recurrente de emergencias financieras. Casi se puede programar el reloj para esperarla, preocupantemente los intervalos entre las implosiones son cada vez más cortos…”
Lo que podría resultarnos más difícil, es poder darle la razón a Lucio V. Mansilla, que en 1898, en el capítulo XV de su libro “Rosas”, escribió: “Parece ser una ley sociológica de la evolución transformista argentina que cada década, año más año menos, tenga lugar una crisis o explosión. Enumero: en 1810 la emancipación, en 1820 la guerra civil, en 1830 Rosas, en 1840 los degüellos, en 1850 la Alianza con Urquiza para derrocar a Rosas, en 1860 Pavón, en 1870 una revolución, en 1880 otra revolución, en 1890 la última revolución…¿ habrán concluido los sacudimientos?”, y se responde “yo creo que sí”.
Pero bueno, nuestra historia siguió su marcha y en la década del 80 nos encontramos con la crisis de la deuda, después maxidevaluaciones, hiperinflación, más devaluaciones y recesiones. Hay que recordar que en estos últimos 35 años cambiamos tres veces de moneda y pasamos en 1983 del “Peso ley 18.188” al “Peso Argentino”, en 1985 producto de la crisis inflacionaria cambiamos al “Austral” (equivalía a 1.000 pesos argentinos), pero como no pudimos solucionar nuestra realidad en 1992 el Austral fue reemplazado por el “Peso” (equivalía a 10.000 australes y era igual a un dólar), la convertibilidad duró 10 años y su salida tuvo como consecuencia un mega devaluación, mientras tanto también aparecieron las cuasi monedas (Patacón, Lecop, Federal, Cecacor, etc) y hasta el presente, con distintos gobiernos, nadie ha podido ganar la madre de todas las batallas “la lucha contra la inflación”.
Se han querido disfrazar realidades, ocultando estadísticas, realizando devaluaciones por “goteo”, estableciendo programas de metas, control de los agregados monetarios, etc. Pero la realidad nos sigue demostrando que el problema existe y exige cambiar el perfil del país abandonando la idea de un “Estado deficitario” (nacional, provincial y municipal) y logrando elevar la competitividad de nuestra economía, ante un mundo que sigue avanzando y no le importa mucho lo que hacemos.
Obviamente que este problema de la inflación en nuestro país no se generó en estos últimos 35 años, ya lleva unas siete décadas. Tiempo en el cual, nos hemos engañado creyendo que podemos vivir gastando más de lo que producimos, que devaluando constantemente podemos acceder a tener una economía competitiva y tratando de ignorar que las mejoras se obtienen con trabajo, seriedad, sacrificio y una sociedad dispuesta a lograr el objetivo de vivir en un país distinto.
