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Forestar, un servicio ecológico y un negocio que aporta U$S 1.000 por hectárea

En lotes agrícolas de baja productividad o degradados, la plantación de árboles logra muy buenos resultados.

La puesta en marcha de la ley agroforestal no sólo constituye la oportunidad de que los productores mejoren la sustentabilidad ambiental de sus campos.

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También es un incentivo para mejorar la dimensión económica de la explotación. Los lotes de baja productividad, por ejemplo, pueden transformarse en usinas con árboles para transformar en madera y sumar una nueva vía de ingresos.

Cristian Rudi, junto a su padre Aldo, son dos pioneros en las forestaciones productivas en Córdoba. Desde su empresa Eco Forestal SA, han llegado a implantar mil hectáreas por año. Un antecedente que los hace conocedor de cerca el negocio y recitan casi de memoria las ventajas de apostar a esta producción.

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“Es una empresa familiar que va desde el vivero hasta la parte industrial. Trabajamos no sólo la zona clásica que son las sierras sino áreas no tradicionales, como campos netamente agrícolas. Ahora estamos avanzando con un sistema innovador que son máquinas portátiles que permitan que cada productor, no importa su escala, con una inversión moderada pueda tener su propio aserradero e industrializar su madera”, señala Cristian, en diálogo con Agrovoz.

Servicio ecológico

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La experiencia de medio siglo en el rubro les ha servido a los Rudi para observar de cerca cómo la plantación de árboles ha permitido aprovechar o recuperar suelos degradados. Por ejemplo, aquellos que siempre fueron médanos o que quedaron muy desprotegidos tras haber sido sembrados, sin los cuidados necesarios, con maní. “Comprobamos que se puede parar la voladura”, resume Rudi.

En este sentido, señala que la forestación es una actividad que encaja a la perfección con una de las tendencias que crece en el campo: la agricultura de precisión.

“Es muy raro que uno no tenga áreas de baja productividad en las que el costo de implantación del cultivo no sea mayor que lo que obtiene en la cosecha. Me refiero a medias lomas o bajos, por ejemplo, que lo único que hacen es bajar el promedio del rendimiento. En muchos lugares, hemos forestados esas zonas con muy buenos resultados”, indica.

Remarca, en ese sentido, la posibilidad que otorga la ley agroforestal de que varios productores se asocien para recuperar zonas degradadas, que no necesariamente estén en sus campos. “La forestación tiene que cubrir un servicio ecológico”, considera.

En esa línea, subraya el potencial también en explotaciones ganaderas. “Con uso silvopastoril, se sacan más kilos de carne por hectárea por la sombra que permite el desarrollo de especies más palatables. Y ya exploramos con éxito la utilización de efluentes, tanto industriales como de granjas porcinas, avícolas y de tambos”, añade Rudi.

Rentabilidad.

Pero además de estos beneficios ambientales, un llamador es la rentabilidad económica. “El cálculo es de una ganancia que arranca en mil dólares por hectárea por año, dependiendo de la especie que se implante y el valor que tenga su madera”, sintetiza Rudi. Ese valor es un prorrateo anual de lo que se obtiene al momento de cortar el árbol y comercializarlo.

Según Rudi, las especies que crecen más rápido son, por ejemplo, los álamos, que se pueden cortar de los nueve a los 12 años. Luego vienen los pinos, los robles o los fresnos, que tardan hasta 20 años.

Lo que sí aclara es que las especies nativas “no tienen condiciones agroclimáticas para una producción rentable a corto y mediano plazo”. Si bien reconoce la necesidad de “no descuidarlas e intercalarlas” a la hora de la implantación, señala el ejemplo del algarrobo que, en Córdoba, necesita no menos de 20 años de crecimiento hasta llegar a su momento óptimo para ser cortado.

Para Rudi, otra ventaja económica es que mientras a los cultivos hay que prestarles atención de manera permanente, “en la forestación sólo hay que estar completamente pendiente en el primer año; después, sigue en piloto automático”.

Fuente: Patricia Escobar / Argentina Forestal

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