ENFOQUE

El clima y el mundo, claves para la economía

Llega fin de año y comienzan las preguntas de siempre. ¿Qué va a pasar con la economía el año próximo? ¿Qué factores pueden llevarla hacia arriba y cuáles la hacia abajo? ¿Qué va a suceder con los ingresos, el empleo, el dólar, la inflación y la inversión? (Columna de Victoria Girarrizzo, directora del Centro de Economía Regional y Experimental -CERX-)


A la hora de elaborar escenarios, el año 2013 tiene algo especial. Si bien son muchas las variables que incidirán en el rumbo de la economía argentina, en su fortalecimiento o deterioro, entre todas ellas hay tres que deben mirarse con atención especial: la soja, el crecimiento del mundo y el apoyo político al oficialismo. De ellas dependerá que los pilares sobre los que se apoya la economía K, que están acusando síntomas claros de deterioro, puedan seguir sosteniendo el modelo en calma.
Por ahora, las estimaciones sobre la agricultura ayudan a proyectar un buen escenario 2013. Según los pronósticos del USDA, la Bolsa de Rosario y Oil World, la cosecha de soja alcanzará un récord de entre 53 y 55 millones de toneladas en el ciclo 2012/21013, muy por encima de los 40,5 millones de toneladas que se produjeron en 2011/2012. Si así fuera, y en un contexto de mayor demanda internacional pues la cosecha mundial no sería abundante (aunque la sudamericana sí), la Argentina gozaría no sólo de mayores cantidades de producción sino también de buenos precios.

Efectos
Los efectos favorables sobre la economía argentina de la cosecha proyectada serían múltiples porque daría tranquilidad, tanto en el frente financiero y fiscal como en el productivo. En el plano financiero, serán unos US$ 10.000 millones más que ingresarán al país, permitiendo incrementar el stock de divisas y despejar algunas dudas sobre su escasez. Si bien no necesariamente eso llevará a eliminar el cepo cambiario, posiblemente puedan flexibilizarse algunas operaciones, se despejen incertidumbres, y comience simultáneamente el levantamiento de algunas restricciones a las importaciones, sobre todo vinculadas a bienes de capital e insumos para la producción.
Para las arcas fiscales, también será un alivio necesario porque daría fuentes más genuinas para financiar el gasto y eso ayudaría a reducir el nivel de expansión monetaria, que sin dudas en 2012 ha colaborado a impulsar la llamarada de la inflación aún en un contexto de crecimiento casi nulo. En el escenario de gran cosecha de soja como el que se analiza, los precios deberían encontrar cierto techo, aunque con una economía en crecimiento la tasa de inflación seguiría anualizada en niveles del 20% al 23%.
Pero de la soja el impacto más esperado por los agentes económicos es sobre el plano real. Una cosecha por encima de los 50 millones de toneladas, sumada al récord en la producción también de maíz, permitiría revitalizar las fuentes del crecimiento argentino y terminar el año con un Producto Interno Bruto (PBI) creciendo entre el 3,5% y 4,5%. Es que en los últimos diez años el sector agrícola se ha ubicado en el centro de la economía local, convirtiéndose no sólo en uno de los principales abastecedores de dólares, sino también en el derramador directo de crecimiento hacia sectores generadores de empleo como la agroindustria, el automotriz, la industria metalmecánica y la construcción.
Puntualmente, los ingresos del agro se inyectaron no sólo en los sectores abastecedores de esa actividad (agroquímicos, maquinarias y servicios vinculados), sino también se volcaron a la compra de autos y a la construcción, propagándose desde allí hacia el resto de la economía y dando lugar a tasas altas y sostenidas de crecimiento. En 2012, en cambio, buena parte de la economía sintió la debilidad del agro. Si bien incidió el menor crecimiento mundial, principalmente de Brasil, aun con esa merma la economía hubiera sido totalmente diferente si el agro no hubiese traccionado como se esperaba.
Para 2013, la recuperación de actividades como la construcción, muy ligada a la dinámica agropecuaria, será esencial porque permitirán sostener el empleo, mantener la tasa de desocupación en los niveles actuales (7,6%), y ayudar a darle dinamismo al conjunto de los sectores industriales. Por eso, del rumbo de la soja y, en menor medida, del resto de los granos importantes (trigo y maíz) dependerá buena parte del rumbo de la Argentina. Los pronósticos hasta el momento son alentadores. Sin embargo, la pregunta en voz baja es: ¿qué puede suceder si el clima no acompaña? Un panorama optimista, similar al actual, se proyectaba para 2012 a fines de 2011 y, sin embargo, la sequía del verano malogró ese escenario.
Las dudas para 2013 también andan dando vueltas. Por caso, el clima adverso presentó sus primeras batallas y demoró la siembra de la soja en las últimas semanas (en muchas partes del país se podría retrasar hasta enero). Es claro que el verano podría no estar exento de sorpresas en el frente climático. Y si así ocurriera, el transitar de la Argentina en 2013 podría ser más delicado que en 2012, y más que nunca se necesitará del crecimiento mundial y del apoyo político interno para contener desbordes en la confianza de una población a esa altura posiblemente malhumorada por los vaivenes económicos.

El mundo
Como dato alentador, los pronósticos sobre la economía mundial para el año próximo son ajustados pero, en principio, más holgados que los de 2012. En Brasil, que es la vía de impacto directa del mundo en la Argentina, se espera un crecimiento de 3,5% en el PIB, casi dos puntos porcentuales por encima de 2012. El mayor crecimiento en el país vecino apuntalaría a sectores, como el automotor y el de autopartes de la Argentina, y si además se concretan los buenos augurios para el agro, permitiría que la industria argentina crezca entre 5 y 5,5% el año próximo. En líneas generales, la Argentina finaliza 2012 con la macroeconomía debilitada y la economía real trabajando muy ajustadamente.
Más que nunca necesita de la ayuda que pueda darle el agro (vía dólares y efecto derrame) y la economía mundial. Serán dos elementos cruciales para evitar desbordes de los precios, atender los reclamos salariales (que serán importantes y a la vez difíciles de cumplir para muchas empresas), impulsar la actividad económica, mantener el empleo y estimular la inversión productiva, una variable que finaliza el año opacada por la incertidumbre del empresario, desalentado a hundir capital aún cuando económicamente es un momento conveniente para ello. En ese cuadro de situación, lo que pase con la economía argentina parece depender de variables que escapan al control del Gobierno.
Y hacer pronósticos sobre eso tiene un amplio margen de error. Excepto que finalmente la Argentina se decida a marcar un rumbo, y comience a realizar los cambios estructurales que le permitan encontrar un camino de crecimiento genuino, basado en la inversión productiva, que es lo que realmente le permitirá combatir la inflación y generar recursos para sostener las políticas de inclusión social que se llevan adelante. No es fácil hacer esos cambios de fondo cuando el ciclo es menos virtuoso. Pero será la única manera de sostener la confianza interna y evitar depender de variables tan incontrolables como el clima y la economía mundial.
Fuente: El Economista

 

Deja un comentario