ENFOQUE

La cosecha tracciona la macro

Por Julio Panceri – Contador / Analista económico

Aquella memorable frase de Julio de Grazia en la película “Plata Dulce” (1982): “Con una buena cosecha nos salvamos todos… no hay nada que hacerle, Dios es argentino..”,  37 años después y observando nuestro presente, parece seguir vigente (aunque lo de si Dios es argentino podemos discutirlo en otra oportunidad).

Esto se reafirma cuando vemos que en los últimos 25 años la producción de los tres principales cultivos (soja, maíz y trigo) tuvo un crecimiento promedio del 5,3% anual, pasando de 31,8 millones de toneladas a 111,5 millones de toneladas, producto especialmente de la inversión tecnológica en el sector.

A la importancia que tiene la cosecha dentro del PBI nacional debemos sumarle la generación de divisas genuinas vía exportaciones (fundamental para revertir el déficit de la balanza comercial y contener las variaciones cambiarias en momentos de incertidumbre) y el aporte a las arcas fiscales (el estado debe revertir la tendencia deficitaria crónica).

La estimación preliminar de cosecha para la campaña 2018/2019 de la Subsecretaría de Agroindustria de la Nación es de 140 millones de toneladas, aunque el último informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA 08/03/2019) prevé una producción  cercana a los 125 millones de toneladas aproximándose a la estimación publicada  por la Bolsa de Cereales de Rosario.

Aportes.

El  trigo dio la primera alegría en el 2019 con una cosecha de 18,7 millones de toneladas (debemos sumarle 4,1 millones de toneladas de cebada) que acercarían aproximadamente U$S 3.175 millones de exportaciones, unos U$S 1.000 millones de recaudación y sumarían U$S 4.000 millones al PBI nacional.

Los exportadores de trigo  liquidaron U$S 1750 millones en enero, esto da la esperanza necesaria para dejar atrás la caída de 2018 (la sequía arrasó con 30 millones de toneladas de cultivos y una pérdida de ingresos por  U$S 8.000 millones).

Los números de la cosecha, teniendo en cuenta siete cultivos (cinco de verano y dos de invierno), sin inconvenientes climáticos  y sorpresas en las variaciones de los precios internacionales de los commodities (a esto ayuda la decisión de la FED de no modificar la tasa de interés de referencia) se acerca a los U$S 33.800 millones, con expectativas de exportaciones (granos y derivados) de generar divisas por U$S 28.000 millones.

Por el lado fiscal, el Estado es optimista y aspira a obtener recursos extras -a lo presupuestado- por una cifra cercana a los U$S 3.000 millones, lo que le daría un impulso a las cuentas públicas para cumplir la meta de déficit cero y cerraría un 2019 sin los sobresaltos del 2018.

Cuando hablamos del aporte de la cosecha 2018/2019 a la macroeconomía nacional, especialmente debemos considerar la estimación de que el sector agrícola aportará un crecimiento del 1,6% del PBI en 2019 (devaluación mediante – el único sector que previamente tendría crecimiento – el presupuesto nacional 2019 prevé una caída del PBI total del 0.5%, esto quiere decir que el resto de las actividades promediarían una variación de actividad negativa del 2,1%, al menos en las estimaciones).

La varaible política.

Obviamente que en un país como el nuestro no todas son rosas y la incertidumbre política (factor de real importancia en este año y especialmente para las previsiones de la campaña 2019/2020) sumado al efecto de las tasas de interés altas para financiarse, costo de insumos, inflación y presión tributaria complican la rentabilidad de la actividad, repercutiendo directamente sobre las decisiones de inversiones futuras en el sector. Por otro lado, todavía tenemos pendiente estimular la generación de valor agregado exportable sobre los productos agrícolas (la imposición de derechos de exportación es una complicación), que es el verdadero diferencial en la generación de divisas y empleos.

Un ejemplo del problema que enfrentamos lo encontramos en la soja. Argentina viene perdiendo participación en la industrialización (molienda), China se afirmó como un gran cliente en la compra de poroto y no de derivados (el gigante asiático compra el 90% de la producción de porotos de soja de nuestro país), la pérdida de competitividad estimula a otros países competidores a ganar mercados que nosotros abandonamos.

Además, estamos en medio de una guerra comercial, donde la mayoría de los países se vuelven cautos e imponen medidas proteccionistas sobre sus importaciones. Esto nos arrastra a mantenernos como un proveedor mundial de productos primarios sin generar valor agregado a nuestra producción (mano de obra, innovación tecnológica, etc).

Igualmente, la cosecha 2018/2019 genera buenas expectativas para la macroeconomía nacional y nos otorga esperanzas para la recuperación del resto de actividades.  Aunque todavía quedan dos preguntas sin contestar, una más difícil que la otra (Ud. elija el orden): ¿Dios es argentino?; ¿Qué modelo de país queremos?

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