EMPRESAS

La UIER realizó un gran foro y encontró la salida a su propio laberinto

La entidad celebró la XV Jornada Industrial con más de 700 personas, alto nivel de expositores y una promesa de futuro más armónico. Gustavo Sánchez Romero

“Para superar la grieta, cada parte debe aceptar las semillas de razón que tiene el otro, y a partir de esas coincidencias salir para arriba y superar las antinomias del pasado”, sentenció Facundo Manes en la brillante exposición con la que cerró la XV Jornada de la Industria Entrerriana que se desarrolló ayer en el Centro Provincial de Convenciones de Paraná y que volvió a organizar la Unión Industrial de Entre Ríos.

Esta frase fue una de las últimas con que el afamado neurólogo cerró el encuentro ante unos 700 empresarios, dirigentes, emprendedores, docentes, trabajadores, etc, al filo de las 19.30 de este jueves.

Manes hablaba, obviamente, del país y de una grieta que desangra a la sociedad argentina  y que lejos de encontrar solución de continuidad, parece ahondarse día a día.

Sin embargo, y sin saberlo, el prestigioso y mediático científico presentó las claves para entender lo que sucedió este jueves 12 de septiembre al interior del seno de la entidad organizadora que se jugó mucho más que el armado de un simple evento empresario que, no menos paradójicamente, denominaron con el  leiv motiv “la realidad de laberinto”.

Antes de avanzar hacia cualquier análisis o conclusión quizá valga la pena afirmar meridianamente que la apuesta a la Unión Industrial de Entre Ríos le salió muy bien y dio un paso sensible, quizá, matando el tiempo que debía morir y alumbrando el tiempo que esperaba nacer.  

La UIER cerró su propia grieta y evadió el  peligro de su propio laberinto.

Cierre.

Habrá que remontarse a abril de 2018 cuando se abrió una inédita grieta entre industriales y gerentes en la UIER, en una no menos inédita reunión donde se convocó a la comisión directiva para votar “el perfil” que debía tener el próximo presidente, en claro perjuicio de Gabriel Bourdin (titular de Petropack) quien era impulsado por sus pares titulares de empresas.

Del otro lado, involuntariamente, quedó Leandro Garciandía (CEO de Saint Gobain) que fue motivado por quienes ejercían cargos gerenciales en distintas empresas y que lideraban la comisión directiva (más Ricardo Guimarey de Lafedar).

En el encuentro hubo un inesperado empate y compulsa se dirimió por el voto del entonces presidente Guillemo Müller. Desde entonces ya nada fue lo mismo en la entidad que ahora tiene su sede en Nogoyá y Misiones.

El punto de inflexión generó tensiones y rispideces insalvables y algunos de los dirigentes abandonaron la conducción de la institución, un poco porque ya estaba previsto y otro porque la sangre llegó al río.

Garciandía asumió la presidencia apenas un par de semanas después de esa reunión en medio de chichanas y acusaciones cruzadas y sólo el aplomo y la convicción de algunos dirigentes como Eduardo Tonutti o el mismo Garciandía por salvar la entidad que se encaminaba vertiginosamente a aguas turbulentas les permitió pegar el volantazo y exhibir este jueves un nuevo escenario a futuro. No puede dejar de leerse como un primer indicio muy fuerte y la señal que la entidad comienza un proceso de recuperación y renovación que involucra otros conceptos entre nuevos y viejos dirigentes.

Logros.

Habrá que reconocer que la UIER decidió tomar algunos riesgos en la organización de estas XV Jornadas de la Industria Entrerriana, y que al final del día pudieron ver multiplicada su inversión. En principio optaron por un formato más corto y riguroso en los horarios, y por ende más económico en términos organizativos.

Lo que siempre se realizaba en muchas más horas durante todo el día, este jueves comenzó a las 14.30 con la presentación de rigor y concluyó 19.30, con un solo corte, lo que si bien quitó espacio para el intercambio social fue más productivo al efecto de no perjudicar la atención de los paneles.

Otro aspecto clave fue no conformar una mesa donde estuvieran convocados dirigentes políticos de renombre nacional o economistas ilustres, y se prefirió apostar, básicamente, por un hombre de la nave nodriza como Funes de Rioja –vicepresidente de la UIA- y dos analistas más asépticos como Sergio Berenztein, de una lucidez admirable, y Facundo Manes, un standapero científico de nivel internacional que atrapa con su pasión y conocimiento.

En medio de semejante turbulencia económica, y cuando todos hubiesen esperado un  abordaje coyuntural del caos económico, social y político, se prefirió una mirada por un costado menos contaminado pero igual de atrapante.

Este formato corto, con expositores de alto vuelo y sin el almuerzo que suele convocar a Morfeo, fue determinante para que los más de 700 asistentes no se movieran de sus asientos y los pasillos estuvieran todo el tiempo deshabitados. Eso salió a pedir de boca, nobleza obliga.

Si bien todo indica que Eduardo Tonutti, que se puso la entidad al hombro cuando se reesquebrajaban las fuerzas, Leandro Garciandía, que aceptó las condiciones adversas de su mandato y no rehuyó el desafío, y Gabriel Bourdin, que mostró paciencia y resignación –que no parezca poco- son los grandes pilares de este momento, el aporte de viejos industriales como Eduardo Marsó y Ricardo Guimarey, como así también el empuje de jóvenes como Gonzalo Benvenutto o María Eugenia Hillairet dieron forma a un nuevo reticulado institucional.

La entidad que nació después de la crisis de 2001, por primera vez enfrenta una situación económica nacional adversa que los necesita unidos y activos. Y quizá por eso resonó como una fuerte señal de madurez institucional el resurgir de una entidad que le debe más a la sociedad civil de lo que ella misma pondera.

Pero también emitió un mensaje al poder político, representando en el ministro Hugo Ballay y el vicegobernador y futuro intendente de  Paraná, Adán Balh, que tiene un diálogo fluido con los principales industriales y en la campaña ha establecido acciones en conjunto que hacer esperanzar a los fabriles paranaenses que finalmente tendrán una comuna cercana y abierta, cosa que casi no ha ocurrido en los últimos 25 años.

El gobernador Gustavo  Bordet, ausente por viaje a Canadá, estuvo representado por  los funcionarios que permanecieron toda la tarde en el auditorio, cosa que también resulta sorprendente.

También fueron resaltadas la fruición y eficiencia del trabajo del equipo de la UIER que organizó la actividad y la siempre activa participación de los jóvenes empresarios de la entidad.  

Pero no menos marcada fueron las ausencias de apellidos ilustres dentro del organigrama corporativo.

No estuvieron den el CPC  Antonio Caramagna, dirigente de peso en la última década; Héctor Motta, fundador y representante en la UIA; Sergio Corso, quien estuviera también entre los más influyentes y Carlos Dellizzotti, pieza estable desde la fundación, por nombrar los más destacados que faltaron a la cita. Cada uno por distintos motivos, pero esto no impide conjeturar algunas señales clave para el nuevo tiempo.

Satisfacción.

Pese al pesimismo reinante en cada una de las exposiciones y en el espíritu general, los organizadores mostraron satisfacción al final y expresaron su beneplácito por la convocatoria, el comportamiento del público y la buena decisión de un formato diferente, menos cansador y más dinámico.

Hubo público genuino –no fue necesario convocar a estudiantes o empleados- que colmaron y se entusiasmaron con la propuesta y hasta nombres como Alfredo Sircovich –ya jubilado- o Néstor Egg (Noelma) que no es participar en estos eventos se mostraron conformes.

Un dejo de satisfacción se dejaba ver en la comisura de los labios de los organizadores que sintieron que el encuentro sirvió para muchas cosas, pero básicamente para salvar la convivencia y sentar las bases para conformar un cuerpo de industriales a la altura de los avatares que vive y vendrán en el país.

Se jugaron mucho. Se enfrentaban al Minotauro en el laberinto que ellos mismos crearon a fuerza de personalismos y errores. Como bien lo definió Facundo Manes, decidieron salir por el único lugar posible cuando la encrucijada no tiene salida: por arriba.

La UIER cerró su propia grieta en un encuentro muy especial y avanzó varios casilleros en su consolidación. Lo paradójico es que debió traer un especialista del cerebro para que dibuje la metáfora.

 Teseo finalmente cumplió la promesa a su padre: si lograba vencer al Minotauro en su laberinto, el barco de regreso llegaría a puerto cubierto de velas blancas.

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